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Pasión Criminal

En el mundo hay millones de personas, unas van y otras vienen; todas siguiendo un ritmo determinado. Sin embargo, hay muchas personas que vagan por la vida buscando un propósito, buscando dónde estar y como dice el viejo adagio; esto los lleva a estar en el lugar más inoportuno, en el momento menos indicado. Rui jamás pensó que una noche le cambiaría su vida para siempre; sin saber que estaba en el lugar menos oportuno, presenció algo que la mayoría de nosotros no quisiera ver en la vida; un asesinato. Sin saberlo se acaba de convertir en testigo de un ajuste de cuentas perpetrado por el criminal más buscado y temido por las autoridades en Tokio. En una noche, pasó de ser una persona común y corriente, a ser la persona más buscada por los peores elementos criminales de la cuidad. ¿Cómo podrá Rui escapar de todo el que lo persigue y salir ilesa? #1 Premios Summer Worlds - Categoría de Mafia

NATALIADIAZ · Ação
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110 Chs

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—No le creo una sola palabra. ¿Cómo podría hacerlo?

—Es normal que no lo hagas, pero te aseguro que estoy diciendo la verdad; jamás mentiría con algo así. Estoy desesperada. Shiro es el único hijo que me queda y quiero recuperarlo. Tú eres su mujer y sé que podrías ayudarme con esto.

—¿Tienes alguna prueba de lo que dices?

—No, pero estoy dispuesta a hacer lo que sea para comprobarlo. Necesito de ti. Quiero hacerme una prueba con él, pero sé que no va a querer hacérsela a la buena.

—¿Me estás pidiendo que la ayude a conseguirla?

—Si, eso es lo que necesito.

—¿Por qué está en contacto con un enemigo de su supuesto hijo?

—Porque él aceptó ayudarme. Fue un trato que hicimos, pues yo lo ayudé cuando más mal estuvo.

—No sé si pueda hacer algo y mucho menos guardar silencio. Me trajeron a este lugar y Shiro ya debe saber que no estoy por ninguna parte. Será difícil engañarlo y ocultarle esto.

—Podemos provocar un supuesto ataque y apareces de la nada, así él creería que tratamos de hacerte algo y podrás ocultar el que no estabas ahí.

—Shiro no es de engañar así de fácil, ese desconfía hasta de él mismo.

—Ayúdame, por favor.

—Veré a ver qué hago, pero no significa que confíe en ti.

—Este es mi número, puedes contactarme y nos encontramos más adelante— me dio una tarjeta con su número y la guardé, luego deberé quemarla.

—Yo ya me voy. Fue un placer conocerla, pero para la próxima, no me mande a buscar de esta forma, porque me hace verla más como enemiga que como una aliada.

—Lo siento, fue un gusto conocerte también.

Salí de la casa y K estaba frente al auto que vinimos.

—Súbete.

—No me tienes que dar órdenes, bájale un poco a tu actitud, idiota— me subí a la camioneta y él vino solo conmigo, se subió y aceleró—. ¿No traerás a tu gente?

—Puedo domar a una perra como tú solo, sin necesidad de mis hombres. Te recomiendo que no trates nada o no sé lo que pase.

—¿Por qué no te mueres?

—¿Por qué no callas? Tengo poca paciencia, y tú eres muy buena colmándola.

—Quiero que me dejes un poco distante, yo camino a la base. Si Shiro me ve contigo, pensará lo peor.

—Tranquila, te llevaré hasta donde él y voy a estacionarme en el mismo medio de sus hombres— no fue difícil notar su sarcasmo. Es un completo idiota.

—Me encantaría que lo hicieras, no me perdería por nada del mundo como te vuelan la cabeza.

—Lo que no me gustaría perderme es cuando te vayan cortando en pedacitos y te tiren de comida a los perros.

—Uy, siento mucho miedo.

—Deberías tenerlo, fea. No sabes cuántos enemigos tienes, tan pronto sepan que eres la mujer de Shiro, como muchos ya saben, te matarán. Es un milagro que no lo hayan hecho ya, pero es bueno, así tengo la oportunidad de hacerlo yo mismo.

—¿Puedo saber que te hice para que me ames tanto?

—Lo vas a averiguar por tu cuenta; una mujer en este negocio no dura mucho, y si lo has hecho, es porque Shiro te cuida el trasero, pero cuando no dependas de él, te veré cómo una pequeña rata dentro de un laberinto sin salida, desesperada buscando a su papito—me miró de reojo, y rio.

—Ya veremos.

Me trajo hasta dos cuadras del lugar, a pesar de que le dije que me dejara algo lejos. Al bajarme, puso su arma en el asiento.

—Tengo una bala bautizada con tu nombre y va a aterrizar justo— simuló un arma con su mano y me apuntó— en tu cabeza.

—Mira lo que tengo para ti — le enseñé el dedo del medio—, para metértelo justo en el culo. ¿Te gusta, cabrón? — rio, y cerré la puerta.

Caminé hasta llegar a la base, Shiro estaba subiéndose a su camioneta y al verme se acercó.

—¿Dónde demonios estabas? — se veía asustado, pero a la vez furioso.

—Me pareció ver gente en el sur y estaba asegurándome de que todo estuviera limpio, pero no encontré a nadie.

—Efectivamente estuvieron aquí, mataron a varios y dejaron varias notas con amenazas, pero no se llevaron nada. Algo me dice que tenían otro plan para venir aquí.

—¿Qué otro plan podrían tener?

—No lo sé, creí que podrías decirme tu.

—No lo sé tampoco. Tenemos que irnos, no olvides que tenemos un viaje que nos espera.

—Tú también tendrás un viaje en unos días, ¿Cierto?

—Sí, en cuatro días.

—¿Va a estar Shu?

— Sí, por supuesto.

—Cuidado con lo que haces con ese. Vámonos— se subió a la camioneta y subí con él. Engañarlo es complicado, está claro que no creyó una sola palabra de lo que le dije, pero no importa, en algún momento podré decirle la verdad.

Viajamos al nuevo hogar de Fumiko, quien nos recibió con los brazos abiertos; aunque Shiro no se veía muy contento que digamos. Luego de lo que ocurrió la última vez con ella, ha estado algo distante. Nos hizo pasar y nos mostró la casa.

—¿Les gusta mi nuevo hogar?

—Es muy grande para ti sola, siempre haces lo mismo— respondió Shiro.

—Me gustan las casas grandes.

—¿Y con quiénes la vas a rellenar?

—Está claro que no es contigo. ¿Por qué aún me tratas de la misma forma, Shiro?

—¿Aún no lo tienes claro?

—Shiro, vamos a tener la fiesta en paz.

—Yo estoy tranquilo.

—Si, ya lo noté.

—¿Se van a quedar a cenar o tienen que irse muy pronto?

—Podemos quedarnos un rato, Sra. Fumiko.

—Tú siempre tan amorosa y este siempre tan cabrón.

—¿Cuándo no? — sonreí—. ¿Puedo usar el baño?

—Claro, según subes las escaleras, a mano derecha, la cuarta puerta.

—Vengo enseguida, Shiro— le avisé, antes de levantarme y él se me quedó viendo.

Subí las escaleras y busqué cuarto por cuarto, en busca de la habitación de ella. Yo también tengo la duda ahora, y si fue cierto lo que dijo esa señora, Shiro puede estar en peligro. En todas las habitaciones estaba el mismo cuadro de los hermanos de Shiro. Llegué al cuarto de Fumiko, lo supe porque era el único que se notaba en uso. Miré a todos lados y entré rápidamente, abrí las gavetas y busqué su cepillo, y cogí parte del pelo que había; no tenía donde guardarlo, pero no creo que eso altere los resultados. Esa señora me pidió los de Shiro, pero debo salir yo misma de dudas.

—¿Qué haces aquí? — escuché la voz de Shiro y quedé petrificada.

—Me perdí, cielo. Hay muchas habitaciones en esta casa.

—Siempre has sido buena cuando te dan una dirección, dime una mentira mejor o al menos esfuérzate. Claramente este lugar no parece un baño y estás aquí metida. Dime ¿Qué buscas en la habitación de mi madre?

—Nada, ya te dije que me perdí. ¿No tengo derecho a perderme?

—Has estado actuando extraño desde que desapareciste de la base e incluso ahora. ¿Dónde estuviste? — se acercó y sonreí.

—¿Extraña? ¿No estás viendo cosas donde no las hay?

—No te olvides que tengo buen olfato, no me agrada para nada que me mientas y lo sabes.

—Eso de detective no te queda. No me pasa nada, solo me perd�� y no he estado actuando extraño, es solo que me he sentido algo mareada e indispuesta hoy— se me quedó viendo y suspiró. Fue lo primero que se me ocurrió, ya que ese tema lo relaja.

—¿Será que al fin se nos dio el milagrito?

—No había pensado en eso, cielo.

—Cuando salgamos de aquí, iremos hacerte una prueba y ver que tal sale.

—Me parece bien, Shiro— sonreí, y a pesar de que aún se notaba incrédulo, sonrió.

Fui al baño y me tardé un poco, para hacerle creer que realmente iba a usarlo y luego bajamos a la cocina.

—Que mucho tardaron, ¿No me digan que usaron el baño juntos? — Fumiko rio.

—Algo así.

Esperamos a que estuviera la cena y nos sentamos en la mesa, no estaba segura de si hacerlo o no, la duda me estaba atormentando. Ella se nos quedó viendo y aún no había probado ni un bocado de su plato. Me estaba sintiendo en la obligación de comer para no hacerle un desplante.

—¿Qué te sucede, Rui? — preguntó Fumiko.

—No me siento bien, estoy muy mareada— Shiro me miró y se levantó de la mesa. Quería llamar su atención y evitar que comiera, aunque no estoy segura, es mejor prevenir que lamentar.

—Vamos al médico— me dijo, y me levanté.

—Pero ¿Ya tan pronto se van? — preguntó Fumiko, levantándose de la silla.

—Si, ¿No ves que mi mujer se siente mal?

—Espero regresen, hace mucho no nos veíamos y pasábamos tiempo juntos.

—Ya veremos.

Salimos de la casa y ella se paró en la entrada, Shiro me ayudó a entrar a la camioneta y luego entró él. Sé que está mal mentirle así, pero no quiero que le pase nada. No debo decirle todavía o eso provocará malentendidos entre los dos. En pleno camino, vi que estuvo mirándome.

—¿Ahora me dirás lo que estás ocultando?— Shiro detuvo el auto y se giró hacia mí.

—¿Otra vez con lo mismo?

—Seré más directo, sé muy bien que no te has estado sintiendo bien, pero no creo que tenga que ver con tu salud. Desde que llegamos has estado comportándote de una extraña manera. No soy idiota para darme cuenta y me molesta que lo creas— puso su mano en mi cuello, sin ejercer ningún tipo de fuerza—. ¿Cuántas veces te he dicho que no me gustan las mentiras, salvaje?

—Me cansa tu estupidez. Siempre que quieres creer algo, no hay forma de sacarlo de tu cabeza. Quita esa maldita mano de mi cuello o no respondo, Shiro. Este trato te lo permitía antes, pero ahora no.

—Has estado muy insolente últimamente, salvaje. Cualquiera diría que estás cansada de mí— quitó su mano de mi cuello y retomó su postura.

—El que ha estado insoportable eres tú, solo te la pasas tratándome así, ¿Cuándo será que me vas a tratar bonito?

—¿A ti te gusta que te traten bonito? No me hagas reír. Nunca te habías quejado de mi trato. ¿Acaso ya estás aburrida de mí?

—Sigue manejando, tengo cosas que hacer.

—Eso responde la pregunta— se quedó en silencio luego de eso y continuó manejando.

No es que no lo quiera, pero cuando se pone con esa actitud conmigo y a tratarme como si fuera una cualquiera, y no su mujer, me molesta. La presión que ejerce con ese deseo de tener un bebé, últimamente lo considero sumamente agotador y aburrido. Tenemos sexo, pero no lo disfrutamos como antes, siempre está mencionando lo del bebé; creo que se le aflojó un tornillo con esa pérdida y aún no lo encuentra.

Al llegar a la casa, me bajé para subirme a mi auto; me puse las gafas y miré mi teléfono.

—Vamos al cuarto antes de que te vayas.

—Tengo que cerrar unos negocios, Shiro, cuando llegue lo hacemos.

—Vamos al cuarto, Rui— me habló con actitud, y me quité las gafas.

—Las cosas no funcionan así. El sexo debe darse porque ambos lo deseemos y suceda, no porque quieras hacerlo con un objetivo en mente. Me gustaba más el Shiro de antes, este de ahora no me enciende.

—¿Así va la cosa? Parece que la perrita se ha olvidado de con quién está hablando. Bájate del maldito auto y vamos a la habitación, antes de que haga volar tu puto auto, junto a ti por los aires.

—Está bien, vamos a la habitación— me bajé del auto y caminé con él.

—Ven acá— me ordenó, y me acerqué—. Haré de cuenta que todo lo que dijiste allá abajo, fue por molestarme y que no hablabas en serio.

—Si así lo quieres ver.

—Luego no te quejes de que no te trato bien, tú tampoco pones de tu parte— me tiró a la cama y se subió sobre mí.

Ni siquiera estaba preparada, solo hizo conmigo lo que quiso. Me quedé sumamente insatisfecha; antes el sexo con él era mejor, ahora que se ha vuelto esto, ni interés tengo y no dudo del amor que siento por él, pero hay veces que espero algo más que solo esto. Al terminar me disponía a salir de la habitación, pero él me agarró la mano.

—¿Y ahora que te pasa? ¿Por qué esa cara larga?

—Es la única que tengo, Shiro. Ya me tengo que ir, cuando termine mis negocios, regresaré a la casa— sonreí, y salí de la habitación.

Fui a la cocina a buscar un poco de agua y busqué las pastillas para tomármelas. El día que ese demonio se entere, me cortará la cabeza. Busqué una bolsa transparente y metí el pelo de Fumiko, luego me fui de la casa y me reuní con Shu en el casino que manejamos.

—¿Todo bien por aquí?

—No, y lo sabes. Las cosas están muy calientes por esta área, Rui.

—Nos reuniremos con Jun, tenemos que hacerlo antes de irnos a Hong Kong.

—¿Irás a la carreras de esta noche?

—Si, quiero despejar la mente.

—¿Shiro te está dando problemas?

—No, no lo está haciendo. Hay algo que te quería comentar, sé que no debería, pero eres de confianza. Resulta que hoy cuando estábamos en la base, K se presentó personalmente a llevarme a ver a una mujer, que resultó supuestamente ser la verdadera madre de Shiro. Aún nada es seguro, pero debo asegurarme.

—¿Y qué pasaría si lo es?

—Entonces tendré que decirle a Shiro para que se encargue de Fumiko, no hay de otra. Me caía bien, pero si tiene planes sucios, lo mejor será salir del problema. Necesito que guardes esto en un lugar seguro, Shu— le di la bolsa transparente y él la aguantó.

Me quedé con Shu en el negocio, hasta que dio la noche; me metí a bañar ahí mismo en mi despacho. Tengo todo para quedarme a dormir aquí sí quiero; es donde tengo paz y tranquilidad. Shu y yo nos quedamos en encontrar en el puente, donde estarían haciendo las carreras esta noche. Al llegar al lugar, quise percatarme de que Shiro no estuviera, no quisiera encontrarlo ahora. No lo vi por ninguna parte y me fui a saludar a la gente que conocía. Saludando entre ellos, me encontré con K. Casi ni lo reconozco, estaba vestido de otra forma y tenía su pelo recogido, dos mujeres le estaban haciendo compañía. Que mala suerte tengo, antes no me lo encontraba y ahora resulta que me aparece en el lugar menos esperado.

—¿Y tú qué demonios haces aquí? — le pregunté.

—¿Crees que las calles son tuyas o que?

—Más o menos.

—¿No viniste con tu amo, gatita?

—¿A ti qué te importa?

—Eso es un no. ¿Por qué no corremos? Si ganas, te daré cinco millones y cumpliré el deseo que pidas; si pierdes, me pagas los cinco y me entregarás tu cabeza, ¿Qué te parece el trato?

—Debes quererme mucho para apostar cinco en una mediocre carrera, pero no puedo aceptar, estamos en desventaja.

—Eres una cobarde, ¿Tanto miedo tienes de perder? Típico de mujeres, no les gusta perder— este pendejo quiere provocarme.

—Acepto lo de los cinco, pero mi cabeza no puedo dártela; esa te la vas a tener que ganar con mucho esfuerzo— sonreí.

—Está bien, ya luego decido lo que quiero. ¿Correrás o no? — arqueó una ceja.

—Esta bien, acepto el reto.

—Bien, ve a prepararte mientras hablo para que nos den una oportunidad— se levantó de la silla—. Puedes también usar el baño, si lo necesitas— sonrió, y siguió caminando. Es un idiota.

Para esto no fue que vine, y ahora resulta que debo hacerlo. Él sabe que era imposible negarme, hacerlo es como darle de qué hablar. Yo misma me meto en estos líos. Hace varios meses no corro, he estado tan concentrada en los negocios, que ni siquiera salir a divertirme lo hago. Mi vida era tan distinta antes, ahora se ha convertido en una basura; en un círculo vicioso que se repite y se repite.