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Pasión Criminal

En el mundo hay millones de personas, unas van y otras vienen; todas siguiendo un ritmo determinado. Sin embargo, hay muchas personas que vagan por la vida buscando un propósito, buscando dónde estar y como dice el viejo adagio; esto los lleva a estar en el lugar más inoportuno, en el momento menos indicado. Rui jamás pensó que una noche le cambiaría su vida para siempre; sin saber que estaba en el lugar menos oportuno, presenció algo que la mayoría de nosotros no quisiera ver en la vida; un asesinato. Sin saberlo se acaba de convertir en testigo de un ajuste de cuentas perpetrado por el criminal más buscado y temido por las autoridades en Tokio. En una noche, pasó de ser una persona común y corriente, a ser la persona más buscada por los peores elementos criminales de la cuidad. ¿Cómo podrá Rui escapar de todo el que lo persigue y salir ilesa? #1 Premios Summer Worlds - Categoría de Mafia

NATALIADIAZ · Ação
Classificações insuficientes
110 Chs

18

Al llegar nos bajamos, no añadí ninguna palabra, solo lo seguí. Otras mujeres se unieron a él cuando se bajó. Por suerte no llamo mucho la atención como ellas. Había autos por todos lados y solo se escuchaban murmullos, música y sonidos de otros autos acelerando. Había muchos hombres y mujeres semidesnudas encima de los autos y alrededor de ellos. La mayoría estaban con vasos en mano. Shiro se acercó a un grupo a saludar, parece otra persona cerca de ellos, hasta sonríe el muy cabrón. Me siento muy incómoda al estar cerca de tantas mujeres.

Nos detuvimos en varias ocasiones, mientras Shiro saludaba a todo el mundo a su paso; es muy conocido por lo que veo. Mientras miraba alrededor de todos los autos que había, alcancé a ver a Shu; estaba hablando con un grupo de varios hombres y mujeres. Hice de cuenta que no lo vi, y seguí detrás de Shiro.

Nos detuvimos frente a un auto donde había un grupo de hombres en gabán, esos hombres se veían muy peligrosos. Había varias sillas, donde las chicas se sentaron cerca, y dos de ellas encima de Shiro. Me senté en una de las sillas esperando órdenes de su parte. Este ambiente no me gusta para nada. Había mucho humo y demasiado escándalo. El olor a llantas quemadas me tenía mal. El ruido de la música y tanta gente era desesperante.

Luego de un rato se escucharon muchos murmullos, y las personas abrieron paso en el medio de la calle. Se movieron dos autos al frente, y se subió una mujer en cada uno. Escuché las reglas estúpidas que tienen para correr e hicieron apuestas, solo se escuchaba la gente gritando y mostrando dinero en el aire. Luego que recogieron el dinero, un hombre con un pañuelo blanco se puso entre medio de los dos autos. Ambos carros lo aceleraron y salía mucho más humo. Cuando el pañuelo cayó al suelo, ambos aceleraron al mismo tiempo. Los carros se perdieron en un instante a la distancia, fue demasiado rápido. Me sentía nerviosa, no podría estar en un auto a esa velocidad. Shiro me miró fijamente, y sonrió como si hubiera leído mi pensamiento. Desvié la mirada, no quería ver su estúpida sonrisa.

Al cabo de un rato los autos llegaron, y se formó una pelea al bajarse uno de ellos. Se golpearon entre los dos corredores, tal parece que se trataba de un mal perdedor.¿Cómo pueden encontrarle algo interesante a todo esto? Arriesgar su vida por dinero, es lo más estúpido que pueda haber.

Continuaron las carreras; ya había pasado más de cinco carreras y todo el mundo seguía igual de entusiasmado. Cuando se cuadraron dos autos en el medio de la calle, Shiro se levantó y me agarró el brazo.

—Es tu turno, ya sabes lo que tienes que hacer. Si escucho una queja de ti, vas a tener problemas. ¿Entendiste? Y cambia esa expresión, no es para tanto.

—No tienes que repetirlo tantas veces.

—Haz bien tu trabajo, y puede que te dé algo de dinero si lo haces bien.

—¿Y de qué me vale el dinero?

—Oh, lo olvidaba — me besó frente a todo el mundo, y lo empujé —. Haz bien el trabajo, o de lo contrario, ya sabes lo que va a ocurrir— me haló el brazo para empujarme al auto que tenía que subirme. Creo que nunca había estado tan nerviosa en mi vida.

Me senté y me puse el cinturón. Miré a mi lado para saber quién era la persona que tendría que atender y para mi sorpresa, se trataba de Shu.

—¿Qué haces aquí?— le pregunté.

—¿No te dije que era uno de ellos, tonta?

—Pero no sabía que me tocaba contigo.

—¿Hubieras preferido a alguien más?

—Lo que sea. ¿Qué tengo que hacer?

—¿Te subes al auto sin saber lo que tienes que hacer?

El hombre del pañuelo se acercó al auto.

—Están listos? —Shu asintió con la cabeza.

Voy a morir de un infarto. Cerré los ojos al no poder con la ansiedad e inquietud.

—¿No se supone que sea yo quien esté nervioso? Abre los ojos. No va a pasar nada, no es la primera vez que lo hago. ¿Por qué no me motivas, tonta?— abrí mis ojos, y lo miré.

—¿Cómo se supone que haga eso? — miré al hombre que estaba en medio de los autos, y subió el paño.

—Puedes desear algo con muchas fuerzas, y quizá se te conceda.

—¿Eso qué significa?

Cayó el pañuelo al suelo, y Shu aceleró. Creí que iba a morir. Mi corazón se aceleró a tal nivel, que pensé que me daría un infarto. La presión que sentí contra la silla, aún teniendo el cinturón, fue muy fuerte. Podía ver el otro auto por la ventana, nada de lo que estaba alrededor podía verse con claridad.

—¿No deseas algo? — preguntó, a lo que lo miré y se veía muy tranquilo.

—Muchas cosas, pero no tengo que decírtelo a ti.

—Hablamos de algo hace dos semanas, ¿ya lo olvidaste?

—No sé de qué hablas— no podía concentrarme con la presión que sentía en el pecho.

—Me pediste que te ayudara a escapar, ¿No es así? Es la única oportunidad que tendrás. Te lo preguntaré directamente, ¿Te irás conmigo?

—Ese hombre nos va a buscar por todos lados si hacemos eso.

—¿Te quedarás hasta que decida matarte? ¿Crees que tendrá lástima de ti y te perdonará la vida?

—No es eso, pero no tengo a dónde ir.

—Ven conmigo— insistió.

Por supuesto que quería escapar de ese cabrón, y no iba a pensarlo más.

—Esta bien, voy a ir contigo — Shu sonrió, y cambió de ruta.

—Ya te decidiste, ya no hay vuelta atrás.

No sé la razón por la cuál hace todo esto, él mismo dijo que no iba a ayudarme y ahora su cambio repentino me hace pensar que está jugando conmigo.

Shiro

—¿Dónde está el otro auto?— pregunté, al ver que llegó solo.

—No sé, parece que se perdió por el camino — dijo el otro corredor.

—Busquen ese auto, y a esos cabrones ahora. Rastreen dónde está el vehículo, tiene activado el localizador. No pueden estar lejos— le ordené a mi empleado.

—Sí, señor.

¡Maldita puta! ¿Acaso estás tratando de huir otra vez?

—¿Dónde está, Shu?—  le pregunté a uno de mis hombres.

—Fue quien estaba corriendo, Shiro.

—A él no le tocaba en ese auto. ¿Dónde está Kai?

—Está corriendo ahora.

¿Así que estos dos están juntos? Vaya plan de escapar. Los haré pedazos a los dos, en especial a Shu, por traidor.

Rui

—¿A dónde iremos?

—Tengo un lugar a donde llevarte, no es el mejor, pero al menos no estarás en manos de Shiro.

—¿No vamos a salir de este lugar?

—No, en este momento Shiro debe saber que escapamos. Si tratamos de salir nos va a encontrar. Tiene muchas personas de alto rango en el gobierno y la policía.

—Espero no logre dar con nosotros, o nos matará.

—¿Te estás arrepintiendo?

—No, solo no quiero morir todavía.

—Mientras sigas mis indicaciones, nada malo va a pasar.

—¿Me darás órdenes ahora?

—De eso depende que no nos encuentren.

—En este auto tan llamativo, nos van a encontrar fácilmente.

—Vamos a hacer un cambio de auto. Este no es seguro.

—¿Ya tenías todo preparado?

—Sí, yo también quería escapar hace mucho tiempo.

—¿Por qué haces esto?

—No es momento de hablar sobre eso. Solo quédate callada, mientras llegamos al otro lugar.

No podía negar que estaba algo nerviosa. Las veces que traté escapar sucedieron muchas cosas malas. Si ese demonio logra encontrarnos, no sé lo que haga esta vez.

Llegamos a un taller donde nos bajamos rápidamente, y Shu me hizo subir a otro auto. Se quedó afuera, y le tiró gasolina al otro auto por encima para encenderlo en fuego. Está provocando una guerra, y la ira de ese infeliz. Se montó en el auto y salimos de ahí.

—¿Tenías que ser tan drástico?

—Es parte del plan.

Estuvimos un largo tiempo moviéndonos, hasta llegar a una cabaña en medio de la nada.

—Nos quedaremos aquí por esta noche, mañana a primera hora nos vamos a otro lugar.

Me bajé del auto y caminé junto a Shu. No se veía movimiento de nadie en ese lugar. Abrió la puerta y entramos, estaba todo oscuro hasta que encendió las luces.

—No es la gran cosa, pero al menos tendremos donde dormir por ahora.

—¿A dónde iremos mañana?

—Iremos a una base donde nos quedaremos manteniendo un bajo perfil. Ahí no podrá atacarnos Shiro, ya que no conoce de ese lugar y estaremos lejos de los malditos policías corruptos.

—¿Crees que se canse de buscarnos?

—No, no lo hará. Es por eso que tenemos que mantenernos allá por un tiempo, al menos mientras se calman las cosas. Puedes usar el baño, solo tengo ropa mía; ya ves que no tenía planeado que vendrías conmigo.

—Esta bien, no hay problema. ¿Dónde está?— me mostró donde estaba el baño, y entré.

—Ya te traeré la ropa —salió del baño a otra parte, procedí a meterme a bañar.

El agua al menos estaba caliente. Me hacía falta un buen baño, es la mejor forma de bajar revoluciones. Salí del baño, y asomé mi cabeza por la puerta, ya que Shu no había regresado.

—¿Shu?

—Toma—me asusté al ver que salió de la nada de la habitación.

Me tapé con las manos, mientras cogía rápidamente la ropa y cerré la puerta. Si hubiera tenido la toalla que me acaba de dar antes, me hubiera tapado. Que maldita vergüenza.

Terminé de vestirme y me di cuenta de que la ropa olía a él. No tengo de otra que quedarme con ella, ya que es más cómoda y caliente que el traje que llevaba puesto. Salí del baño buscándolo, y estaba sentado en el sillón.

—Te queda bien.

—Gracias.

—Es la primera vez que te escucho agradecer por algo— dijo sarcásticamente.

—No debí decir nada entonces.

—Eres muy orgullosa, ¿Sabías?

—No quiero hablar sobre eso. Quiero saber por qué decidiste ayudarme. Dijiste que me dirías cuando llegáramos aquí.

—¿Por qué te preocupa tanto la razón?

—Porque tú actitud hace dos semanas era la peor hacia mí, y que de la nada me estés ayudando me hace pensar que me estás engañando —se levantó del sillón, y se acercó.

—Acabo de firmar mi sentencia de muerte por ayudarte, ¿y crees que te estoy engañando? Vaya que eres tonta.

—Tú eres el tonto—

Me sujetó de la cintura, y me haló hacia él, hasta que nuestros cuerpos chocaron.

—¿Quién es el tonto ahora?— me miró fijamente.