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Un cuento, un dueño

Muchos pueden decir que los pequeños niños cuyos cuentos fueron intercambiados crecieron rápido y maduraron normalmente.

Ahora tenían dieciocho años.

Por ende, su cuento estaba siendo creado, ahora el cuento los buscaba a ellos.

-Cuando tenga mi cuento, voy a entrar en la fuerza de barrera contra la reina malvada. -Acalia estaba sentada en una rama de un árbol. Su hermano, Neil, estaba practicando esgrima.

-Yo quiero buscar aventuras. Claro que te apoyaré siempre hermana, pero no me quiero quedar en un solo lugar.

Acalia baja del árbol y se acercó a su hermano -Pues espero que puedas vencerme, hermanito.

Neil le sonrió y le tendió una espada. Cuando estaban listos para empezar su combate. Una dama de cabello dorado, tan brillante como el sol, sale de una de las puertas.

Su gran vestido morado se arrastraba sobre el césped.

-Acalia, Neil, vengan, por favor.

Ambos hermanos miraron. Se acercaron presurosos.

-El baile de bienvenida a la primavera será pasado mañana. -la figura de presión se dispersó dejando ver a una mujer amable y alegre.

-Madre, ¡eso es fabuloso! Debemos prepararnos. Y lo más genial, podremos prepararlos a ellos. -Acalia se acercó a su madre entusiasmada.

-Espera, ¿prepararlos? Hablas de papá y yo, no Acalia, no voy a permitir que me pongas un dedo encima.

Acalia se acercó a él.

-Lo siento hermano, pero tu sentido de la moda es muy básico. Es el baile de primavera, muchos cuentos se cumplen en los bailes.

-Hermana, el príncipe llegará a ti, a su debido tiempo claro, pero yo, una princesa, no va a ser para mí. Quiero disfrutar de las aventuras como mamá lo hizo antes de reencontrarse con su verdadera familia. -Miro a su madre con una sonrisa.

-Mis hermosos hijos, yo creo que todos recibirán su cuento. Saben que no puedo decirlo, pero seguramente ambos obtendrán lo que desean.

-¡Madre! Es hora de ir a comprar las telas. Oh, sé de unos muy hermosos colores que le pueden quedar a mi hermano. -La hermana salió del jardín con su madre entusiasmada.

Neil sonrió y siguió a su madre, al pisar el castillo las náuseas invadieron a Neil. Todo empezaba a dar vueltas.

-¿Neil? --la voz alejada de su hermana resonó en sus oídos. Todo se había vuelto negro.

Aunque mucha alegría se encontraba en todas partes, algo malo estaba pasando. Existía una leyenda. Cuando el cuento encontraba a las partes involucradas había señales.

Por otro lado, Zack. Estaba dando vueltas en su habitación.

-¡Claro, mantenerme encerrado por mi seguridad ayudará a evitar que la loca me encuentre!

Zack pateó la puerta.

-Pero veo que, el lindo Zackarias está muy enojado. -Una voz de mujer resonaba por toda la habitación.

-¿Entraste? -Zack se giró lentamente a toda la habitación.

Una mujer vestida de morado salió de la oscuridad.

-¿Crees que pueden escapar de mí?

-Mi familia no te ha hecho nada ¡Vieja bruja! -Zack saco su espada y empezó a blandirla. La mujer tomó el filo de su espada con sus dedos.

-¡Tu familia me arrebato mi cuento! ¿NO ME CREES? Pregúntale a tu madre acerca de su vieja amiga.

-¿Amelia? -Zack se petrificó -Mi madre no robo tu cuento, tú lo querías robar.

-No, querido, todo su cuento me pertenecía. Solo que encontraron la forma de alejarme de su lado. Pero creo que la mejor forma de vengarme de los dos es darte la misma maldición, qué a tu padre. Y por suerte abandonarte en algún lugar. -Amelia empezaba a reír sin sentido.

Zack con valentía de sobra se acercó a Amelia con su espada firme. Con magia, Amelia detuvo el ataque de Zack.

Zack intentaba con más fuerzas, pero parecía que la magia de Amelia era más que su fuerza humana. El golpeteo de la puerta se escuchaba, después un estruendo, la puerta de la habitación del príncipe cayó.

-¡Amelia! ¡Deja a mi hijo en paz!

-¡Enora! Bienvenida. -Amelia tomo a Zack -Vayamos cambiando los cuentos de hadas, no crees. Dile adiós a tu lindo Zackarias.

Algo empezaba a tomar la espada de Zack. Por más que él no la quería soltar, esa gran fuerza era tan inmensa qué no podía juntar sus dedos. Gritaba de dolor hasta qué el agarre se soltó. Ahora la espada se movía sola. Enora se acercó con espada en mano para rescatar a su hijo. Detrás de ella el rey llego con guardias tras de él.

-No. -Amelia giro su dedo frente a Enora. Ella salió disparada hacia atrás, derribando a su esposo y a los guardias.

-¡Amelia! ¡DEJALO! Te lo suplico.

-¿El rey? Mi gran amor ¿Suplicando? Querido, así no funciona. Ahora deberán sufrir un poco ¡Tu hijo sufrirá la misma maldición que tú! Solo que ahora no será enviado a un estanque cualquiera. Deberán buscarlo en ríos, no solo de este reino. Les desearía suerte, pero por lo visto -Amelia sonrió despiadadamente -. Su cuento tiene un defecto.

-¿Defecto? -Enora miro con preocupación a su esposo, luego comprendió todo.

-No habrá una princesa para salvarlo, ¿o sí? Ya espero descubrirlo.

Amelia extendió su mano frente a ella, la espada fugazmente llego a su mano, ella la tomo y la puso a milímetros del cuello del joven príncipe. Todos tenían rostro de preocupación. Aunque Amelia sonreía de oreja a oreja.

Una nube violeta cubrió a Zack y a Amelia. En un parpadear ellos habían desaparecido. El rey se levantó enfurecido. Gritando y maldiciendo a los cuatro vientos.

-Nuestro hijo... -la voz quebrada de Enora se escuchaba tan suave, como un susurro al aire.

-No te preocupes Enora. Encontraremos a nuestro hijo. Aunque tenga mi maldición, alguien de buen corazón lo encontrará. Y muy seguro lo ayudará.

-¿No lo entiendes? No va a estar en un estanque o en una laguna. Él va a ser enviado a otro reino, muy lejano. Hay muchos animales. ¡No me niegues qué mientras estabas en ese estado, muchos te querían comer!

El rey se acercó a su esposa, le tendió la mano. Ella la acepto y un fuerte abrazo calmo la tensión.

-Lo encontraremos. Aunque nos tome toda la vida.

¿Duele?