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—No intentaré matarte mientras me ayudes con este problema del veneno, ¿de acuerdo? —dijo Zander cuando tomaron un descanso por la tarde en su camino de regreso a la ciudad capital.
Amanecer no sabía qué le había dicho Cenit, pero el rey se comportaba bastante bien ahora, aunque no bajaba la guardia. Sin importar lo que fuese, él casi la mata, a pesar de que afirmó que fue un accidente que apretó demasiado el cuchillo. Qué mal mentiroso…
—¿Es así como me compensarás? —Amanecer entrecerró los ojos.
—No te preocupes, he ordenado a mis hombres que difundan la información sobre tu ceremonia con Cenit. Todos en el continente entero sabrán de ello.
Amanecer frunció el ceño. La idea no le gustaba en absoluto.
—Tu ceremonia estará colmada de lujo, la gente rezará por ti y se celebrará una fiesta en tu nombre. Tu familia obtendrá el honor de sentarse conmigo —Zander sonrió con satisfacción.
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