Hubo un tiempo en el que los humanos lucharon desesperadamente por sobrevivir en este mundo caótico.
Y contra toda probabilidad, ellos lograron seguir existiendo.
Tal vez fue por pura suerte, o una gracia divina, pero esto les trajo un mal karma. O en palabras simples. Celos.
Ellos no fueron los únicos que trataron de no desaparecer, algunos pocos seres lograron aferrarse a este mundo marchito...
Se trataba de los demonios y las bestias de los cuentos.
Ya sean hadas o duendes, todo tipo de mitos existieron en esa época. Pero por desgracia, ya no había un equilibrio para estos seres mitológicos...
Ellos, quienes se aferraron a este mundo con uñas y dientes, cayeron en caos, cegados por la envidia que sentían de los humanos, provocaron masacres y orgías sangrientas.
Ya nada les importaba, ellos jamás tendrían una descendencia...
¿Acaso era su pecado por no querer desaparecer? ¿Porqué los débiles humanos si podían reproducirse, pero ellos no? ¿Realmente debían esperar a morir así?
"¡NO!", ellos gritaron negándose a desaparecer, creyeron que podrían dejar una marca en la historia y si no lo lograban, al menos podrían llevarse a varios humanos con ellos.
•••
Así pasó el tiempo.
De una guerra a otra; humanos contra no humanos se enfrentaron por varios siglos hasta que solo quedaron unos pocos números en ambos bandos; Ahora estaba claro que ningún lado trataría de conseguir la paz.
Ya no era la primera vez que lo intentaban, obviamente ninguno de los dos bandos se soportaba. Allí, solo importaba matar o morir.
Sin embargo, el tiempo pasó.
Meses de guerra y paz continuaron hasta hace tres otoños.
En el año 780, allí todavía existía la capital de Ymrar, era una de las tres ciudades que aún seguían existiendo del lado de los humanos; ciertamente era lo último que podría ofrecer la humanidad frente a un ataque tan masivo y vicioso de parte de los demonios.
Afortunadamente, aunque los humanos no eran fuertes, fácilmente podrían repoblar la tierra si fuera un tiempo de paz y los demonios lo sabían; ellos quienes tenían su tiempo contado, se quedaron sin ideas.
Jamás pensaron que esta lucha duraría tanto, pero ya estaba la leche derramada y era mejor terminar con lo que empezaron.
Masacre inminente; así debió ser, pero su rey apareció y esa ciudad desapareció.
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Tiempo antes de aquello, aunque la capital de Ymrar no era precisamente el lugar más hermoso para vivir, daba cobijo contra el frío y eso daba algo de seguridad.
Aunque ciertamente era pobre, pero no lo suficiente; allí siempre había uno que otro niño con sueños y aspiraciones, ganas para pelear por su gente y vencer a los malvados demonios...
Realmente eran tontos, pero gracias a esos tontos soñadores, era posible ver un poco de esperanza en este mundo acabado. Y entre todos ellos, estaba él, el hijo mayor de cuatro hermanos, cada uno era bueno en algo a excepción de él...
Quizá sea por que se pasó la infancia ayudando en el hogar debido a su madre moribunda, o quizás, fue por ayudar a su padre en la panadería que tenían.
Pero ciertamente, allí surgieron las ideas alocadas y los anhelos de este niño.
'Ser un caballero para proteger a los suyos; luchar y vencer a los malvados demonios y obviamente ganar mucho dinero'.
•••
Todo eso era tiempo invertido en las pruebas, ganarse muchos reconocimientos y con suerte ser aceptado en el ejército solo eran la punta del iceberg. Pero todo proceso tiene su desenlace y el de él, llegó en el día que decidió que ya estaba listo y entró por esa puerta.
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—Así que tu eres el rumoreado Sailor...
Un hombre de mediana edad con rasgos toscos y una piel oscura entrevistaba al joven aspirante a caballero.
—Sí, decidí pelear por el bienestar de mi familia y...
El hombre entrelazó sus dedos mientras fruncia el ceño; al parecer recibió una respuesta que consideró hipócrita, pero luego pensó que los jóvenes son así y soltó otra pregunta de forma indiferente.
—¿Odias a los demonios?
El chico se quedó en silencio, quizá notando la expresión del entrevistador, empezó a responderle de una forma sincera.
—No los odio... yo solo quiero proteger a mi familia, evitar que muera gente inocente, esa es mi meta... yo...
El joven se sentía orgulloso por pensar de ésa manera; pero el entrevistador siguió lanzando preguntas de forma indiferente hasta que tomo un papel y lo empezó a firmar. Era el acta de admisión para los jóvenes reclutas.
Rápidamente entregó el acta y lo miró de reojo.
—Bueno, ve al pabellón 304. El hombre asintió.
El joven casi soltó un grito de alegría, pero lo contuvo, él sabía que no era el momento de celebrar, pero no pudo ocultar la sonrisa de su rostro.
—¡Gracias Señor!. Exclamó.
Soltando palabras de gratitud, el joven se dirigió corriendo a su casa, mientras una voz se escuchaba a lo lejos, casi como un murmullo cansado, una voz que decía:
—Gracias a ti, joven héroe.
Pero esto no fue dicho por su naturaleza especial, o... podría decirse que sí, hoy en día muy poca gente sería miembro de la milicia por búsqueda propia y era extraño de ver.
Hay que saber que nadie busca su propia muerte por un desinterés llamado futuro.
Y eso... Es lo que se debe agradecer.
No por nada, es la última esperanza de la humanidad.