Cuando se abrieron las puertas, salieron unas diez personas. Había tanto hombres como mujeres, todos vestidos de blanco con rodetes bien ajustados en la parte posterior de la cabeza, sostenían espadas que eran similares a las que Zan Zichen había usado. Al unísono, señalaron hacia ellos.
—¡Zan Zichen!
El hombre en frente miró sorprendido. En el momento en que habló, un alboroto estalló detrás de él.
—¡Es-es... realmente él! ¡Está vivo!
—¿Cómo es posible? Nadie ha salido vivo del reino demoníaco.
—Se las arregló para sobrevivir a su exilio en el reino demoníaco. Debe ser en serio un espía de la raza demoníaca.
—Supongo que el anciano tenía razón. En efecto, es parte de la raza demoníaca.
—¡Es el ladrón de la píldora de transformación de combate!
—¡Zan Zichen!
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