Quizás las ventanas del baño estén entreabiertas, y la brisa nocturna se cuela en la habitación, como si una mano invisible acariciara suavemente el rostro de Ricardo.
La puerta del baño se movía ligeramente, emitiendo un sonido quejumbroso. Las gotas de agua en el techo caían por la tubería hasta el suelo. Se oía el sonido de insectos moviéndose en las cañerías, creando un susurro.
En el hondo silencio de la habitación, cada sonido se amplificaba, transformando el ambiente en un caldo de ruidos leves pero inquietantes. Mientras tanto, la puerta del baño oscilaba ligeramente, emitiendo un quejido melancólico con cada vaivén. Las gotas de agua que descendían del techo seguían el camino del conducto hasta el suelo, creando una sinfonía acuática. Al mismo tiempo, resonaban rumores en las cañerías, sugiriendo la presencia de criaturas invisibles.
En esta quietud, los sentidos de cualquier persona podrían haberse agudizado, experimentando una incomodidad creciente. Sin embargo, Ricardo era una excepción. Su pasado lo había dotado de una resistencia psicológica excepcional y nervios a prueba de todo.
En torno a veinte minutos después, una sensación inexplicable de frío envolvía el interior, como si invisibles cubos de hielo danzaran alrededor de su figura. Un escalofrío recorrió su espina dorsal, y aunque mantenía la calma, no pudo evitar notar la extraña alteración en la temperatura.
"Permanece tranquilo. No te preocupes, no pienses, no te asustes. Aún hay diez minutos por delante. Independientemente de lo que ocurra, debes mantener la compostura." Un sutil flujo de aire acaricia su oído, y parece que hay algo a su alrededor. Con los puños apretados, las venas azules en el dorso de su mano, su cuerpo firme como un pino, arraigado en el suelo, sin moverse.
"Ricardo, Ricardo, Ricardo..."
Recitando su nombre, durante los últimos cinco minutos, Ricardo percibió que las llamas en el baño parecían perder intensidad. Surgió la sensación de que otra presencia en la oscuridad murmuraba su nombre.
"¿Eco? ¡No puede ser!"
Ricardo se esforzaba por encontrar explicaciones lógicas en medio de la penumbra y el silencio. Su mente se debatía entre la posibilidad de que algo más estuviera en la habitación, susurrando su nombre en el viento frío de la noche. Aunque trataba de mantener la calma, la extraña sensación en el ambiente se intensificaba a medida que el tiempo avanzaba.
La voz parecía requerir su atención con cierta premura, como si hubiera algo crucial que comunicarle.
"Parece que la voz proviene de afuera de la puerta. ¿Debería verificar?" Ricardo rápidamente descartó la idea, recordando las reglas del juego que indicaban permanecer frente al espejo sin abrir los ojos.
Ricardo hizo un cálculo mental del tiempo mientras la voz en su oído se desvanecía poco a poco. Estaba seguro de que alguien más estaba pronunciando su nombre, y esa persona parecía estar del otro lado de la puerta.
"Esa persona parece impaciente, pero soy yo quien está jugando el juego. ¿Está él impaciente? Esto parece ser claramente una trampa, bastante básica". Ricardo resopló, "Aunque el entorno y la atmósfera son efectivos, los métodos de asustar son demasiado simples".
En los últimos tres minutos, un crujido desgarrador resonó en la puerta del baño, como si unas uñas afiladas arañaran desesperadamente la madera, o unos dientes hambrientos mordieran con ferocidad. La puerta parecía estar cediendo, mostrando signos de debilitamiento bajo la presión implacable, como si estuviera a punto de abrirse y revelar un oscuro secreto oculto tras ella.
"1798 segundos, 1799 segundos, 1800 segundos". El conteo regresivo llegaba a su fin, y mientras lo hacía, los sonidos perturbadores que provenían del otro lado de la puerta se desvanecieron gradualmente. La atmósfera, una vez tensa y opresiva, regresó a la tranquilidad, dejando a Ricardo en la penumbra del baño, con la sensación de haber escapado de algo inminente y desconocido.
Para evitar posibles errores en sus cálculos, Ricardo no abrió los ojos de inmediato. Contó hasta trescientos antes de dar un paso atrás y parpadear con las manos sobre el pecho.
La oscuridad en el baño era total después de que las velas se extinguieron, y Ricardo percibió ciertos cambios en su entorno.
Cuando encendió la linterna, la luz reveló que aún se encontraba en el mismo lugar.
El espejo en el cuarto de baño estaba repleto de fracturas, fragmentándose en incontables piezas, creando una escena de surrealismo. Lo que le dejó perplejo fue la repentina aparición, frente a ese espejo fragmentado, de una muñeca gastada que no recordaba haber visto antes.
Los botones de la muñeca irradiaban una luz tenue, y su cuerpo remendado estaba relleno de algodón. Aunque no ostentaba la ternura típica de las muñecas, tenía un significado profundamente arraigado para Ricardo. Esta pieza en particular representaba la primera muñeca que él mismo confeccionó, y también estaba vinculada al misterio de la desaparición de sus padres.
La muñeca, respaldads contra el espejo fracturado, daba la impresión de detener las cosas que se intentaban salir de él.
"La puerta del baño está cerrada con llave, ¿cómo llegó la muñeca aquí? ¿A través de la ventana? No tiene sentido. Y ¿por qué se mueve por sí misma? Esta es la pieza clave del enigma". A Ricardo le invadió una sensación de inquietud, mientras su comprensión del mundo parecía tambalearse.
En la penumbra, con la muñeca a su lado, Ricardo se tomó unos minutos para recobrar la compostura. Con dedos entumecidos, se acercó cautelosamente.
Los ojos de la muñeca, hechos de botones, parecían observarlo desde cualquier ángulo. Ricardo se agachó junto al juguete que él mismo había creado, y sus labios temblaban inconscientemente.
Con precaución, evitó la muñeca con ambas manos y agarró el teléfono a su lado: "Menos mal que mantuve la cordura y me preparé".
El video móvil seguía grabando sin interrupciones, y Ricardo decidió revisar la grabación después de asegurar una copia de respaldo.
La calidad del video no era perfecta; la llama de la vela titilaba y la figura de Ricardo frente al espejo parecía un tanto rígida. Sin embargo, lo intrigante era cómo la imagen reflejada en el espejo mostraba una agilidad que no coincidía con la original.
Los primeros diez minutos transcurrieron sin incidentes, pero algo cambió en el minuto once.
El sonido del viento nocturno no quedó registrado en la lente. El video simplemente captó la puerta del compartimiento del inodoro que se balanceaba suavemente algunas veces.
Inmediatamente después, en el video empezaron a escucharse murmullos. La imagen era bastante común, pero generaba una sensación indescriptible de horror. Podría ser el miedo inherente a la oscuridad y lo desconocido en la naturaleza humana.
Al observar el video, la expresión de Ricardo no era muy positiva. Según su recuerdo, mantenía los ojos cerrados y se mantenía a cierta distancia del espejo, pero la imagen real mostraba que su cuerpo se inclinaba lentamente hacia adelante, como si se estuviera pegando al espejo.
A medida que avanzaba el video, hacia el minuto veinticinco, su cuerpo superior se inclinaba a unos setenta grados, y la punta de su nariz casi tocaba el espejo.
En cuestión de segundos, sin previo aviso, apareció una grieta en el espejo, dejando a Ricardo atónito ante la escena.
Lo más increíble ocurrió a continuación: Ricardo en el espejo cambió su expresión, lamiendo sus labios y chocando violentamente contra el espejo.
Al mismo tiempo, la llama de la vela se apaga y el video llega a su fin. Debido al ángulo de grabación, no se captura en la lente la figura de la marioneta en el video. Lo que ocurrió en los últimos cinco minutos no está claro para Ricardo.
"Las presencias del espejo emergieron. Al final, parece que fueron detenidas por esta muñeca. Si lo reflexiono, debería ser que me salvó en alguna medida." Ricardo recogió la marioneta del lavamanos y preguntó con gran seriedad: "Puedes escuchar. ¿Me comprendes? ¿Sabes a dónde se encuentran mis padres?"
La muñeca permaneció en silencio, solo sus ojos de botones emitían una tenue luz.
Sosteniendo la muñeca en sus brazos, Ricardo observó la puerta del baño con cautela. Evitando salir, se acurrucó bajo el alféizar de la ventana y extrajo su teléfono negro. En la pantalla, la información de finalización de la tarea se desplegaba.
"Tu fortuna jugó a tu favor. Felicidades por superar la tarea diaria de dificultad pesadilla. Tu recompensa: el talento de tanatoestetico".
"Hablando claramente, te insto a que tomes con seriedad esta herencia de talento. A diferencia de la belleza superficial, este don tiene el poder de revitalizar la vida de aquellos que ya han dejado de existir, ofreciéndoles una belleza eterna."
Después de cumplir con éxito la primera tarea diaria de dificultad pesadilla, te has ganado el título de "Recién Llegado de la Ciudad de las Pesadillas", junto con recompensas adicionales. Además, ahora tienes la oportunidad de participar en una misión de prueba de medianoche para desbloquear una escena de terror de una estrella. ¡Una vez superada la prueba, esta instalación se incorporará a la casa del terror!
Al revisar los datos en el teléfono móvil negro, Ricardo contempló la importancia del maquillador en el desarrollo de la casa embrujada. Tanto para los actores como para los adornos, se requiere la destreza de un maquillador para lograr un segundo vestuario; un maquillador competente puede facilitar la creación de efectos realistas de manera más eficaz.