Xun Shu se quedó de pie en el centro de una plataforma redonda. Encima de la plataforma descansaba lo que parecía una mesa de fundición dorada. Los rizos de llamas negras se alzaron de la mesa. Algo dorado lanzó un ligero brillo dentro de las llamas.
Se acercaron para mirar más de cerca. La imagen de una espada flotó dentro de la luz, ondulando como ondas de agua. Xun Shu, que estaba de pie a un costado, lucía atontado. Con completa incredulidad, refunfuñó:
—¿Cómo puede ser?, ¿cómo puede ser? —retrocediendo con desilusión, sonrió y dijo en tono burlón a sí mismo—. Sorprendente… no me extraña que nuestros antepasados dijeran que nadie podía poseer esta espada. Ahora entiendo por qué.
Lonemoon echó un vistazo a la imagen de la espada en las llamas. De repente algo se le vino a la mente. Frunciendo el ceño, le preguntó a Xun Shu.
—¿Esta…, es la Espada de Seis Conjuros? —Xun Shu se puso rígido. Apretando sus manos, asintió despacio.
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