| | A R T H U R | |
A la mañana siguiente, desperté desnudo, envuelto entre las blancas sábanas de las cuales irradiaba el olor a sexo. Al inhalar tal aroma, los recuerdos del día anterior asaltaron mi cerebro, disipando el sueño y levantándome de golpe, pero el brusco movimiento me provocó un punzante dolor me recorrió toda la espalda dejándome paralizado y haciendo que volviera a desplomarme.
— ¡Ouh... ! —caí boca abajo sobre la almohada, y como si no fuera suficiente, el dolor dominaba otras partes de mi cuerpo, como mi cadera en las cuales estaba seguro tenía moretones.
Me dolía adentro también...
— Buenos días —me contraje cuando la voz de mi hermano resonó. Al voltear, lo encontré parado frente al espejo arreglando su cabello, vistiendo únicamente unos boxers negros.
Al momento de girarse sobre sus talones para voltear a verme, instintivamente me escondí bajo la sábana. Ni siquiera podía mirarlo, no después de lo que pasó.
— Hey...
— ¡Q-quiero un baño! —declaré nerviosamente sin salir de mi escondite. Él guardó silencio durante unos instantes para después contestar con toda naturalidad.
— De acuerdo. Ordenaré que traigan tu uniforme —me exalté por sus palabras.
¿Uniforme? Espera un momento...
— Nick... —masculle tímidamente —. ¿Qué día es hoy?
— Lunes. ¿Acaso se te olvidó?
— ¡No puede ser! —saqué mi cara de mi refugio de tela olvidando por completo mi vergüenza para mirar en la mesa de noche algún reloj que me dijera la hora, sin cruzar miradas con él—. ¡¿Qué hora es?!
Ya había faltado el viernes, no podía volver a faltar el lunes.
— Apenas son las cinco, no te preocupes. Llegaremos rápido en mi deportivo.
— Oh... claro —una vez que la conversación acabó, volví a esconderme.
— Arthur... —me llamó por lo bajo escuchando sus pasos que venían hacia mí. No le contesté por falta de calma. Tan sólo atiné a emitir una especie de mugido a la hora en que se sentó a mi lado.
Me encogí.
— ¿Mm?
— Mírame —me crispé ante su pedido.
Como no obedecí, me arrebató la sábana dejándome en exposición. Su dura mano sostuvo mi quijada con el propósito de que mis ojos se postraran con atención en los suyos. El brillo demandante en estos me volcó el corazón.
— ¿Por qué no quieres mirarme? —desvié mis ojos intimidado. El labio inferior me temblaba —. ¿Te dolió mucho? —La pregunta me hizo enrojecer furiosamente cual volcán y ante mi gesto, él respondió con un voraz beso que me dejó abochornado, tomando mi cara con ambas manos.
Mis ojos se agrandaron con impacto mientras mi boca era ofuscada por esos salvajes y sensuales labios que devoraban los míos, su lengua atacó la mía como si buscara secuestrarla. Emití un gemido ronco expresando temor. Sabía que mis intentos de apartarlo eran inútiles, pues mis brazos delgados eran tan frágiles como ramas en comparación a su cuerpo el cual era como el de un árbol grande y fuerte.
Al separarnos, dejé salir un pesado jadeo por la intensidad de ese beso que no sólo había revuelto mi cabello, sino que me había acelerado violentamente el corazón por su agarre brusco y la saliva que aún unía a nuestras lenguas.
Oh no... No puede ser que me haya excitado con un simple beso. Es como si hubiera puesto una especie de hechizo sobre mí.
Mi cuerpo se crispó al observar su expresión cargada de deseo. Sus ojos eran como fuego que me quemaba por dentro y su larga lengua lamiendo unos labios agresivos escurrentes de saliva por aquel beso lo interpreté como una señal de que buscaba devorarme.
Tal como presentía, metió su cara entre mi cuello atrapando mi piel que succionó con fuerza, sacándome sonoros gemidos tanto de placer como de ansiedad.
— Hah... ¡Ah! Espera... —intenté que mis brazos cubrieran mi cuerpo junto con la sábana para no quedar completamente desnudo ante él de nuevo, pero haciendo oídos sordos, sus manos bajaron por mi espalda baja, recorriendo mis caderas, hasta llegar a mi trasero, estrujandolo con una saña que me provocó agitación—. ¡N-no! ¡Para! —Me hice para atrás con un movimiento desesperado pero tan brusco que pronto lamenté al sentir un horrible dolor recorriéndome el cuerpo, sobre todo en las zonas bajas.
Mi queja y mueca de dolor fueron suficiente para que Nicolás se apartara. No podía dejar de temblar, tanto por su atrevimiento como por el dolor.
— ¿Por qué... ? ¿Por qué lo hiciste? —dejé escapar una voz temblorosa y apenada, manteniendo la mirada agachada.
Sorpresivamente, Nick acarició mi cabeza como a un perro, lo que me hizo mirarlo de reojo.
— Porque esa fue la única manera que se me ocurrió de demostrarte todo mi amor —tragué saliva con incomodidad, sintiéndome abrumado, lo que provocó en él una mirada seria y unos ojos apagados—. ¿O es que ahora me odias? —Escucharlo decir la última palabra volcó con violencia algo en mi pecho. — ¿Realmente fue para tanto? ¿Te hice daño?
Giró la mirada hacia el piso con una leve pero notoria expresión de pena.
— Es eso, ¿no? ¿Tú también piensas que soy un demonio?
Su expresión y su voz… Sentí temor de que esto pudiera volver a distanciarnos. No pensé en nada y sólo actué.
— No… ¡Eso nunca! —estaba confuso por mis propios sentimientos; me sentía agobiado por lo de anoche y no tenía idea de cómo manejarlo, pero no quería que él se sintiera mal y pensara que me daba asco o algo, porque no era así. Era… algo más complicado.
Tomé su rostro entre mis manos e hice que me mirara. Él parpadeó ligeramente sorprendido por mi gesto.
— ¿Cómo puedes siquiera pensar que te odio? —volví a tragar grueso y lo observé con manos temblorosas, sudando de nervios—. No eres un demonio para mí, Nick. A pesar de… todo, eres mi hermano, te amo. Jamás podría odiarte —Declaré con toda sinceridad aunque cada roce suyo me provocara ansiedad.
Esbozó una sonrisa junto a una dulce mirada conmovida y se inclinó depositando un suave beso en mi mejilla que llenó mi pecho y mejillas de calor.
— Te quiero… —susurró poniendo su frente contra la mía—, sé que aún no lo entiendes, pero mi forma de quererte va más allá de cualquier cosa, Arthur… Nunca dejaría que nadie más te tocara.
Sus palabras volcaron con violencia mi corazón donde una incógnita surgió: Nicolás… ¿Estaba enamorado de mí? ¿De su propio hermano?
¿Cómo podría ser eso posible? ¿No había dicho que era sólo sexo? ¿Cómo podía preguntárselo?
Me alzó en brazos sorpresivamente con mi cuerpo envuelto en la sábana. Habló antes de que pudiera decirle algo.
— Te llevaré al baño. Dudo que puedas caminar —me sonrió divertidamente, de manera que no pude decirle nada.
Me sentía apenado e inseguro con sus manos tocando mi cuerpo, con el suspenso de no saber su siguiente movimiento ni poder adivinar lo que pasaba por su cabeza mientras lo hacía.
Caminó por los pasillos conmigo en brazos y yo con la preocupación de que alguien pudiera vernos, por lo que estuve ansioso todo el camino. Por suerte para mí, conseguimos llegar al baño sin que nadie nos viera.
Abrió la puerta de una suave patada y se puso de lado para que ambos pasáramos por la puerta. Una vez adentro, quise bajarme rápidamente antes de que se le ocurriera hacer otra cosa.
— Está bien, puedo solo... —cuando coloqué mis pies en el piso, mis piernas fallaron al tratar de mantener el equilibrio de mi cuerpo adolorido, lo que me obligó a recargarme en su pecho, cosa que me alarmó.
Elevé mi rostro por pura inercia, esperaba encontrarme con sus ojos y que estos sembraran inquietud en mí; en vez de eso, él se hallaba mirando fijamente la bañera con una cara seria que pocas veces había visto.
Es como si... estuviera recordando algo.
— ¿Nick? —aunque hablé con voz tímida y pensé que no iba a responderme, fue lo contrario, pero de una manera muy neutra.
— Tu uniforme está en la habitación, hay toallas bajo el lavabo en esas puertas. Te espero abajo —se marchó cerrando la puerta, dejándome completamente confundido.
Quisiera poder entender lo que significaba esa cara que vi.
Al quedarme parado por tanto tiempo perdido en mis pensamientos, casi olvidé el dolor que oprimía la parte baja de mi cuerpo. Cuando lo recordé, fue como si mi cuerpo también lo hiciera y flaqué a causa de mis rodillas temblorosas, desplomándome débilmente a causa de mi cadera dolorida.
— ¡Auh! —tuve que arrastrarme hacia la ducha para poder entrar en ella y abrir la regadera. El agua helada cayó golpeando mi piel que se erizó por el escalofrío.
Permanecí de rodillas bajo la regadera mientras el agua helada que caía sobre mi cabeza iba regulando su temperatura. La soledad y el sonido de la regadera ayudaron a revivir los acontecimientos de la noche pasada.
Abochornado, cerré los ojos con frustración y vergüenza, pegando mi palma contra la pared que tenía enfrente. El hecho de que le haya pedido por más, fue solamente porque mi cuerpo lo exigía, pero la realidad era que me encontraba aterrado.
Tanto mi conciencia como mi cuerpo habían sido manchadas por la tentación de lo prohibido y eso solo significaba que a partir de ahora, tendría que vivir con ese pecado y pensar en cuál era me provocaba un peso incalculable en el pecho.
Aún me dolía dentro.
Llevé mi mano a mi parte trasera y en cuanto separé uno de mis glúteos, sentí algo viscoso derramarse desde mis adentros, sensación que provocó que un jadeo aturdido resonara con angustia de entre mis labios. Me cubrí la boca inmediatamente y mis mejillas se calentaron.
Me sentía tan sucio... Todo mi cuerpo estaba sucio.
Tomé el jabón que tenía a la mano y lo repasé por todo mi cuerpo; luego, tallé con mis manos cada rincón con tanta fuerza que daba la impresión de que podía arrancarme la piel. Me detuve cuando me percaté del ligero ardor y el tono rojizo en que había quedado mi carne.
Cuando terminé, cerré la llave y salí cuidadosamente tomando una toalla del lugar que Nick me había indicado. Cuando me sequé y salí con una toalla en la cintura, me dirigí a la habitación y cerré la puerta, impresionado al visualizar mi uniforme perfectamente doblado sobre la cama ya tendida y sabanas nuevas.
Me quedé parado, dejando caer hasta mis tobillos la toalla que cubría mis genitales y observé mi reflejo repasando la figura de mi esbelto cuerpo desnudo frente al espejo. Me hundí en un mar de pudor al observar chupetones y marcas de dientes en mi blanca tez.
Tal como supuse el día anterior, tenía enormes moretones en mis caderas, mismo lugar donde Nick había hundido descaradamente sus dedos a la hora de embestirme. Las huellas de su dentadura no solo se limitaba a mi cuello y hombros, sino también en mis pezones y muslos.
Me daba vergüenza imaginar cómo me veía mientras Nick me lo hacía tan lenta y dolorosamente. ¿Qué expresión habré puesto? ¿Cómo se habrá escuchado mi voz? ¿Qué fue lo que lo llevó a mancillar mi cuerpo de esta manera? ¿Habré sido yo por algo que dije o qué hice? No podía hacerle ninguna de esas preguntas.
No es así como imaginé que perdería mi virginidad, como me la quitarían. Admito que al principio estaba asustado, pero al fin y al cabo... Me gustó tanto que me vine dos veces.
Me prometí hacer todo lo posible por reprimir el deseo de querer que se repitiera otra vez.
Terminé de cambiarme y bajé lentamente al primer piso agarrado del barandal, pues con cada paso que daba, el área de la cadera me punzaba de dolor.
Una vez abajo, eché un vistazo a mis alrededores en busca de mi hermano, pero desconocía totalmente el entorno de la enorme casa como para saber dónde estaba.
Me extrañaba ver el caserón vacío considerando que el día anterior estaba lleno de gente esparcida por doquier, pero hoy no había nadie, ni siquiera se escuchaban sus voces a distancia en otras habitaciones ni nada parecido. Decidí explorar un poco para orientarme, cojeando mientras me agarraba la cadera, adolorido y ligeramente encorvado.
Sin darme cuenta, llegué al pasillo de ayer en cuyos muros colgaban varios cuadros. Temblé ligeramente al recordar lo sucedido ayer en el final de ese camino.
Estaba por darme la vuelta e irme, pero al captar fugazmente el rostro de Nick en uno de esos cuadros al momento de girarme, me detuve carcomido por la curiosidad.
Ya que nadie me veía, me acerqué a la pared y observé los retratos. Contemplé el primero embelesado: era Nick en una toma de frente vistiendo el mismo traje que llevaba en el funeral de Mars, inmediatamente supe que aquella foto fue tomada el mismo día que desapareció.
Intrigado, pasé a la siguiente foto donde ya no se encontraba solo, sino acompañado de un joven pelirrojo de porte serio y una mirada sombría resguardando su costado.
Reconocí inmediatamente a un Jordan adolescente que en ese entonces debía tener unos dieciséis o quince años.
Continué recorriendo el muro con mis ojos atentos al mirar cada retrato. Nicolás estaba en todas las fotos sin falta; en algunas se hallaba solo con diferentes vestimentas y escenarios, en otras, acompañado de Jordan, el señor Greg y unas personas más que no conocía. A medida que avanzaba mi recorrido en el muro, el aspecto infantil de Nick iba en constante cambio por uno cada vez más maduro. Había uno donde incluso portaba armas blancas y de fuego, pero sin mirar a la cámara, dejando la impresión de que algunas habían sido tomadas a discreción.
Y a medida de que su edad en las fotos avanzaba, la expresión de su rostro también se distorsionaba. Con el tiempo, el brillo infantil de su mirar se apagó dejando unos ojos oscuros y letales que delataban demencia, mientras que su sonrisa era cada vez más falsa y retorcida, hasta el punto de ser totalmente fría y escalofriante, pero sin perder su atractivo.
La última fotografía parecía ser un espeluznante retrato familiar. Dos figuras masculinas que asumí se trataba del señor Greg y Nick con su edad actual, estaban sentados elegantemente cada uno en su propio sillón de terciopelo, uno junto al otro mirando a la cámara y a la derecha de ambos, un hombre se hallaba de pie. Por el color de cabello, deduje que el que estaba junto a Nick era Jordan, pero no estaba seguro quien era el otro al lado del señor Greg.
Todos portaban esas horribles máscaras de ave.
— ¿Tienes curiosidad? —la voz rasposa que me habló a la espalda me dio un susto que casi provocó que el corazón se me saliera.
Volteé agarrándome el pecho encontrando al señor Greg caminando tranquilamente hacia mí con las manos a la espalda y su vista fija en las fotos.
— Pe... perdón, yo... Estaba buscando a Nick, pero me perdí. No quería...
— Tranquilo, no pasa nada —la suavidad de su tono me tranquilizó; sin embargo, percibí que esa amable voz buscaba opacar cierta frialdad.
No pude sostenerle la mirada por mucho tiempo, en cuando me miró, agaché inmediatamente la cabeza.
— Puedes verlas cuando quieras, después de todo, los años que no viste a Nicolás están retratados aquí —nos sumergimos en un tenso silencio en el que no supe qué debería decir. No estaba seguro de si contestarle o quedarme callado.
Sentí que podía cometer un error y no quería parecer irrespetuoso. Hacerlo enojar sin querer era un riesgo que no quería correr.
— Nick... —apenas pude murmurar acumulando fuerzas para que mi voz se escuchara con más claridad —, Nick lo respeta mucho, señor...
— Ja, lo sé. Hice lo mejor que pude para ganarme su afecto. Él es el hijo que siempre quise.
Eso me hizo preguntarme, ¿cómo es el hijo que siempre quiso?
— Y... ¿ por qué usted... ?
— ¿Te preguntas por qué no tuve uno propio? Bueno, de haber podido jamás hubiera acudido a adoptar en primer lugar.
— Ya... ya veo... —así que esa era la razón.
El señor Greg era estéril, tenía sentido, pero, ¿por qué tenía que ser él? De todas las personas, ¿por qué mi hermano?
Cuando me habló nuevamente, caí en la cuenta de que había estado enigmático en mis pensamientos, callándome por un largo rato.
— Relájate, no tienes que ponerte tan nervioso conmigo —me sobresalté mirándolo de reojo—. Eres el hermano menor de Nicolás, lo que significa... —, una sensación de inquietud se apoderó de mi cuerpo en cuanto su brazo me rodeó los hombros— ...que también debo tratarte como si fueras mi hijo.
Un sentimiento familiar en el que se colisionaban el temor y el pudor y la impotencia, trajo de forma difusa a mi mente el trauma de mi niñez donde casi fui violado por mi difunto padrastro.
Sentir el contacto tan íntimo del señor Greg tocando mis hombros con sus ásperas y gruesas manos que me recordaban a las de Mars, revivió aquel sentimiento de estar acorralado por un hombre mayor y malicioso al que no podía anteponerme; la primera vez, por ser débil e indefenso y esta segunda ocasión, por miedo a hacer enojar al hombre equivocado.
Estaba prácticamente rozando mi cuerpo con el suyo y su rostro en un distanciamiento estrecho con el mío. Su cara aparentaba amabilidad; no obstante, de alguna manera sus arrugas denotaban otro tipo de sentimiento oculto que lo hacía aterrador, su ojo sano abierto con intriga y malicia mirándome fijamente le daba un toque más intimidante.
Me sobresalté e inmediatamente me aparté con todas mis alertas encendidas.
— Oh —exclamó con serenidad peinándose la barba mientras pensaba— Nicolás también reaccionó así la primera vez —. Discrepé con ese comentario.
— ¿Qué...? —apenas pude hacer una torpe exclamación debido a mi perturbación—. ¿A qué se refiere?
— Al fin te encuentro —los pasos de Nick llegando al pasillo capturando nuestra atención. Llevaba el pantalón y camisa blanca del uniforme puesto, aunque con un par de botones desabrochados del pecho y el suéter lo traía colgando del hombro, sosteniéndolo con dos de sus dedos.
Y aunque en sus labios se asomaba una sonrisa fría, me alivié de verlo e inmediatamente fui hacia él escondiéndome tras su espalda como un niño pequeño.
Moverme así me dolió horrores, tanto que me había encorvado en el camino al caminar torpemente, pero me lo aguanté con tal de sentirme más seguro.
— ¿Qué tal, hijo?
— Debo irme, sólo vine a despedirme.
— ¿No vas a quedarte a almorzar?
— No, comeremos algo en el camino. Se nos hace tarde para la escuela y debo pasar a mi casa a recoger las mochilas.
— Entiendo... —cuando pensé que la conversación había finalizado, me alegré de que por fin nos marcharíamos, hasta que el anciano habló nuevamente —. Me sorprende que Jordan no te haya arreglado la camisa, por cierto, ¿dónde está? No lo he visto hoy —Nick soltó una risita.
— Mi chofer espera afuera.
— Últimamente no dispones mucho de su compañía.
— Hemos estado ocupados, ya sabes, con todos los cambios que ha habido últimamente. Además, no necesito que ande tras de mí todo el tiempo —mi hermano se dio media vuelta dispuesto a marcharse junto conmigo, antes de ser detenido.
— Nicolás, antes de que te vayas, debo hablar contigo —Nick dio un vistazo hacia atrás, dedicándole al anciano una mirada inquisidora.
— Arthur, ve al auto. Voy en un rato —sin cuestionar, inmediatamente obedecí alejándome lentamente sin mirar atrás.
No sabía el por qué pero entre más me alejaba, una palpable preocupación crecía en mi pecho.
| | N I C O L Á S | |
— Sino mal recuerdo, Nicolás, antes de mi viaje, te dejé a cargo de la mercancía. El traslado y las ventas en las primeras semanas fueron impecables, pero luego… —su mirada se aseveró, dándome a entender a lo que quería llegar.
— ¿Qué?
— Comenzaste a descuidar un poco tu posición desde que encontraste a tu hermano —la sonrisa en mis labios se cayó por completo, dando paso a una mirada retadora.
Ja… Sabía que tarde o temprano tendríamos esta conversación.
— Nicolás, accedí a dejarte ir a la preparatoria pero bajo estrictas condiciones y una de ellas era no descuidar el negocio. Jordan me ha reportado que has estado ausente los últimos días —oh, mi querido y jodido Jordan, ¿por qué no me sorprende? —. También me enteré de lo que sucedió en la calle Worsley. Seis de tus distribuidores fueron asesinados y perdimos parte de valiosa mercancía. ¿Tienes algo que decir?
¿Darle explicaciones a mi padre falso sobre mis asuntos a mis dieciocho años? Lo respetaba y todo, pero estaba comenzando a cansarme de ello.
En el último año, mis responsabilidades crecieron y la complejidad para llevarlas a cabo también. El viejo Greg me ha cedido sus negocios poco a poco, deseando que los haga a su manera, sin darse cuenta que puedo ser aún mejor de lo que él fue. Aunque ha reprochado mis métodos, cosa que me pone sumamente furioso, se ha rendido en hacerme cambiar de parecer.
Sacó un pañuelo de su sacó y tosió secamente en su mano sobre él, mostrando la sangre.
Después de todo, él está muriendo.
— Creéme, tengo preparado algo mucho mejor que resolverá nuestros problemas —dije apretando mis puños —, pero no comenzaré hasta haber acabado con todos y cada uno de los bastardos que quieren interponerse en mi camino. Viejo, seguro ya te has dado cuenta, pero al heredar tu poder y nombre, también heredé a tus enemigos, los mismos que quieren tu cabeza. Me he encargado de ellos, uno por uno mientras no estabas aquí.
— Sé que te molesta que tu reputación sea reconocida por mí y por eso te niegas a usar mi apellido y te has dedicado a sembrar caos en la ciudad en los últimos meses, pero te has arriesgado demasiado, a tí y a la mercancía.
— ¿La mercancía? ¿Esa droga que todos los mafiosos distribuyen y has vendido por tantos años? ¿Por qué aferrarse a lo viejo, cuando puedes tener algo mejor? —mis palabras captaron rápidamente su atención y me observó más que intrigado. — Sí, hablo del nuevo proyecto en el que estoy trabajando, la droga que cambiará al mundo y Arthur será parte de él.
Sí… porque cuando mueras, el jefe seré yo. Mis hazañas serán tan grandes que nadie volverá a hablar de mí sólo por ser el hijo de Greg Hellsing, pero no te hablaré de ello, porque lastimosamente para tí, ya habrás muerto cuando yo esté reinando.