Maldición. Maldición. Maldición. Gu Yuyao no paraba de maldecir en su mente. ¿De todas las personas, por qué tenía que encontrarse con He Lianchen hoy? Debería haber rechazado la invitación de los Tang para desayunar con el diablo hoy y seguir con su plan original de encontrar un lugar al que mudarse.
Había esa sensación de familiaridad que le revolvía el estómago cuando He Lianchen pronunciaba su nombre. No podía creer que el hombre todavía pudiera afectarla después de años sin verse.
La manera en que sus ojos la miraban con sorpresa, su rostro apuesto que nunca podría olvidar y su aroma que era suficiente para volverla loca de deseo. Gu Yuyao odiaba que su cuerpo todavía reaccionara de la misma manera que antes.
Apoie seus autores e tradutores favoritos em webnovel.com