Feng Tianyi tomó el teléfono de su primo y marcó el número de su madre sin soltar la mano de Tang Moyu. Jamás permitiría que ella pensara o sintiera que estaba sola en esto. No había manera en el infierno de que la dejara sufrir sola como lo hizo hace cinco años.
De todos modos, la Familia Ye era un pez pequeño con el que fácilmente podría tratar si quisiera destruir y hacer que su empresa se declarase en bancarrota, pero dado que Tang Moyu dependía del trato que su compañía tenía con la Corporación Ye, no podía actuar imprudentemente. No había otra opción que buscar la ayuda de la emperatriz viuda en esta ocasión.
Al tercer timbrazo, su llamada finalmente fue respondida por Song Huifen.
—Tianyi. —Su tono sereno y suave que llevaba un aura imperial era suficiente para hacer que las personas alrededor de Feng Tianyi y Tang Moyu se quedaran en silencio.
—¿Llamas para decir que quieres detener las sesiones de terapia? No puedes retractarte ahora. —continuó.
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