—Bueno, puedo pedirle a mi abuelo que nos eche una mano esta vez —ofreció Gu Yuyao, lo que hizo que Tang Moyu se quejara.
Desde que el anciano conoció a la emperatriz caída de Shenzhen, había estado tratando de convencerla para que fuera su aprendiz. El Anciano Gu quería tomarla bajo su protección, para disgusto tanto de Feng Tianyi como de Gu Yuyao.
—Oye, no puedes ignorar un diamante en bruto cuando te topas con uno —se defendió el Anciano Gu antes de que Gu Yuyao volviera a Shenzhen con sus amigos—. La Señorita Tang es una de las prodigios más raras que he visto en mi larga vida —se rió.
Feng Tianyi frunció el ceño ante eso.
—No hay necesidad de eso, Abuelo Gu. Puedo ayudar a Moyu yo mismo —rechazó la oferta el diablo.
Estar entrenada bajo el Anciano Gu significaba que Tang Moyu tendría que pasar más tiempo lejos de él y de los pequeños bollos, lo que no le gustaba en absoluto.
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