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Capítulo 15: Días de sanación.

Cuatro semanas habían transcurrido desde el fatídico incidente en la reserva natural del bosque Fuyuka. Los novatos, aunque aún llevaban las cicatrices de aquella experiencia grabadas en sus mentes, habían sanado físicamente en gran medida. Sin embargo, para Ik, algunas marcas parecían haberse aferrado a él de manera imborrable. Aunque las heridas visibles habían sanado, las sombras bajo sus ojos y el aura de tensión que lo rodeaba sugerían que el trauma aún lo perseguía. Para cubrir la extraña marca en su frente, Ik había adoptado la costumbre de envolver la parte superior de su cabeza con una venda, como un símbolo de protección contra los recuerdos que lo atormentaban.

En la entrada majestuosa de la mansión Fujimori, Lyra e Ik aguardaban pacientemente. La brisa susurraba entre los árboles cercanos, mientras el sol se filtraba a través de las hojas, pintando el suelo de un verde moteado de luz. Era un día sereno.

—Buenas tardes, niña Lyra. Por favor, identifique al joven que está a su lado —la voz de Finley, proveniente de un altavoz estratégicamente colocado, rompió el silencio con su tono monótono y educado.

—Hola, Finley. Él es Ik, es un amigo mío. Touko también lo conoce —respondió Lyra, su voz resonando con calidez. Sin esperar a más, tomó la mano de Ik y lo guió hacia la cámara, donde el rostro del joven estaba ahora enfocado. Finley, invisible pero siempre presente, soltó un leve suspiro de resignación antes de accionar el mecanismo para abrir la imponente reja que custodiaba la entrada.

—La puerta de la casa está abierta. Cuando lleguen, pueden pasar —informó Finley, su voz resonando en el aire como un eco distante, mientras la puerta se abría con un crujido suave, invitándolos a adentrarse en el interior de la mansión.

Los dos jóvenes cruzaron el umbral de la terraza frontal, con Ik dejando que sus ojos se deslizaran sobre el escenario ante él. La magnificencia de la residencia de Touko lo dejó sin aliento. "Solo la entrada parece una pequeña plaza: tiene una fuente, asientos de piedra, mesas y está repleto de gente", reflexionó mientras observaba cómo Lyra saludaba con gracia a los empleados que pulían y arreglaban el lugar con meticulosidad.

A medida que se acercaban a la entrada principal, Finley mismo salió a recibirlos, su presencia imponente contrastaba con la delicadeza de los jardines que rodeaban la mansión. Con un gesto cortés, los condujo por el camino de piedra hacia el interior de la casa.

—Así que usted es Ik Orochi. El joven Shori se la pasa hablando de usted. Parece que ambos son muy amigos —comentó Finley, con una sonrisa amable mientras ascendían por la elegante escalera de mármol.

—¿En serio?... sí, somos algo así como amigos —respondió Ik, sorprendido por la revelación.

—Qué lástima, si hubieran venido ayer, lo habrían visto. Su vuelo acaba de salir hacia el hospital central de la nación Kaji —añadió Finley, con un tono de pesar en su voz mientras continuaban su camino hacia la habitación de Touko.

—¿Sigue vigilando el tratamiento de la madre de ese niño... Sombra? —preguntó Ik con curiosidad, recordando la misteriosa figura que había conocido en el torneo.

—Así es, el niño que la señorita Touko conoció en el torneo —respondió Finley amablemente, sus palabras resonando en el aire con una calma serena—. Bien, esta es la habitación de la señorita Touko, pero me temo que solo la joven Lyra podrá pasar. La habitación de la señorita Fujimori es un santuario libre de chicos.

—¡Finley!, cállate, déjalos pasar y tráenos algo para beber —gritó Touko desde el interior de la habitación, su voz resonando con una mezcla de impaciencia y cariño, mientras el mayordomo simplemente fruncía el ceño y abría la puerta a los visitantes antes de retirarse.

Lyra e Ik entraron al cuarto, siendo recibidos por la figura de Touko sentada en su cama, aún llevando la ropa con la que había dormido. Una delgada blusa negra de tirantes y un pantalón de pijama a cuadros azules. Lyra corrió hacia su amiga con un gesto de afecto, mientras Touko, aunque con una leve mueca de dolor por su brazo enyesado, la recibió con una sonrisa cálida.

—Qué bueno que tus padres ya te dejan recibir visitas —comentó Lyra, mientras se acomodaba junto a Ik en el amplio sofá que se encontraba al lado de la cama de la rubia.

—Sí, estaba muy mal por la herida en mi costado, pero ya me estoy terminando de recuperar —contestó Touko mientras se acomodaba con cuidado en la cama.

—Sobre eso, te quería pedir disculpas. Si no te hubiera pedido que fueras al torneo...

—Nunca me sentí obligada a nada. Fui al torneo porque yo quería ir, fui a buscar a Ik porque yo quería hacerlo. Si salí lastimada por alguna de mis decisiones, es únicamente culpa mía.

—Supongo que tienes razón —respondió Lyra, asintiendo con la cabeza en comprensión, pero antes de que pudiera decir algo más, un fuerte ardor la interrumpió, retorciéndose en el sofá.

—Lyra, ¿estás bien? —preguntó Touko con preocupación, observando a su amiga con atención.

—Sí, sí, es algo en mi espalda, me salió hace un par de semanas.

—¿Puedes mostrármelo?

—Sí, pero… ¿Ik, podrías salir un momento? —solicitó Lyra a su amigo con una mirada de complicidad, quien entendió la situación y salió al pasillo, donde se encontró con Finley, el mayordomo de la mansión. Ik explicó brevemente la situación, y Finley, con su habitual cortesía, lo invitó a pasar al bar de la mansión mientras las chicas resolvían el problema.

—No creo que tenga dieciséis años, así que solo le puedo servir bebidas sin alcohol. Pida lo que más le apetezca —dijo Finley con su habitual cortesía mientras pulía una copa con un pañuelo blanco, su gesto meticuloso revelaba la destreza adquirida a lo largo de los años.

—Agua gasificada, por favor —solicitó Ik, tomando asiento en uno de los taburetes frente a la barra, su expresión reflejaba una mezcla de cansancio y preocupación.

—Hoy te serviré yo, el barman solo trabaja cuando hay fiestas —comentó Finley con una sonrisa amable, colocando la copa con agua carbonatada frente al joven—. ¿Qué le parece si me siento junto a usted y me cuenta qué le aflige?

—Es por lo que pasó en el torneo, por mi culpa gente que me importa salió lastimada —confesó Ik con sinceridad, su voz cargada de pesar mientras daba un pequeño sorbo a su copa, buscando consuelo en el efervescente líquido.

—Explícame bien, no estoy al tanto de la situación. Solo sé que secuestraron a alguien, ¿ese eras tú? —preguntó Finley, levantando una ceja con curiosidad mientras fijaba su mirada en el joven novato.

—Sí, fui yo. Prepararon un equipo para rescatarme y todos salieron lastimados: Lyra, Touko, el maestro Crissalid y Lewa, un chico que conocieron en el torneo —explicó Ik, sintiendo el peso de la culpa aplastando sus hombros mientras evitaba el contacto visual con Finley —. Me siento culpable.

—Así es justo cómo te deberías sentir. Todos ellos arriesgaron sus vidas porque no pudiste ser lo suficientemente fuerte como para protegerte a ti mismo —respondió el mayordomo con franqueza, su mirada penetrante revelaba una mezcla de severidad y comprensión—. Ahora solo te queda superar lo que ocurrió y superarte a ti mismo. Tienes que ser lo suficientemente fuerte como para no volver a preocupar a ninguna mujer. Vuelve a la mansión los martes, ese es mi día de descanso. Te voy a enseñar a usar el arte del Matoméno Kópsimo.

—¿Qué es eso? —preguntó Ik, interesado en conocer más sobre la disciplina que Finley mencionaba.

—Es una disciplina que se enseñaba en la isla en donde nací, se basa en hacer cortes superficiales, rápidos y precisos. Para esta disciplina se utiliza una espada corta con una hoja sin punta, con filo en ambos lados y con un tamaño obligatorio de treinta centímetros —explicó Finley, su tono sereno revelando la profundidad de su conocimiento mientras tomaba una pausa para disfrutar del vapor que emanaba de su taza de té.

Ik asintió con determinación, agradecido por las palabras de Finley y por la oportunidad de redimirse. Aunque sabía que el camino hacia la fuerza y la superación sería arduo, estaba dispuesto a enfrentarlo con valentía y determinación.

—Ya veo… Gracias, Finley. Haré lo que me pida para ser más fuerte.

—Tú dices gracias, pero puedo ver en tus ojos que tu alma aún está triste. ¿A qué se debe, joven Ik? —inquirió Finley con una mirada penetrante, su habilidad para percibir las emociones ocultas reflejada en su tono compasivo.

—Bueno, eso es algo vergonzoso… pero confío en que esta conversación se quedará entre nosotros —murmuró Ik, con una mezcla de timidez y confianza en su voz.

—Claro, señor Ik. Puede confiar en mí —respondió Finley con solemnidad, aunque una leve chispa traviesa brillaba en sus ojos.

—Es sobre Lyra. Creo que estoy… algo así como enamorado de ella, pero no sé si esto que siento es en realidad porque ella me salvó de aquel abismo —confesó Ik, su voz cargada de incertidumbre mientras revelaba sus pensamientos más íntimos.

—Comprendo. Es normal confundir la gratitud con el amor. Lo único que puede hacer es estar a su lado como su amigo y solo el tiempo dirá si en realidad usted está enamorado de la niña Yoto —respondió Finley con sabiduría, su tono tranquilo y comprensivo—. Pero más le vale que no sea amor, porque en ese caso tendrá que lidiar conmigo y con la señorita Luna. Puede que solo sea el mayordomo de la señorita Fujimori, pero yo vi a esas dos niñas crecer prácticamente desde que eran muy pequeñas.

La confesión de Ik había desencadenado una conversación inesperada, y ahora enfrentaba el juicio sutil pero firme del experimentado mayordomo.

Mientras tanto, en la tranquilidad de la habitación de Touko, Lyra se había desnudado de la cintura para arriba, revelando una marca misteriosa que adornaba su espalda.

—¡Vaya! Es como un sello… o más bien un tatuaje con el kanji del tigre —exclamó Touko, sus ojos centelleando de asombro al contemplar la marca en la piel de su amiga.

—Lo descubrí porque me empezó a doler hace un par de semanas, pero desde este sábado comencé a sentir fuertes punzadas y ardor como si me estuvieran pegando un mechero recién apagado en la espalda —explicó Lyra con preocupación, su voz temblorosa mientras relataba sus síntomas.

—¿Quién más lo sabe? Obviamente, además de Luna y yo —preguntó la rubia, pero al notar la expresión de Lyra, su rostro se llenó de comprensión —. ¡¿No le has dicho a Luna?!

—No la quiero preocupar con esto, solo tú lo sabes —respondió Lyra con determinación, aunque su mirada reflejaba una mezcla de miedo y reserva.

—Sabes que eso puede ser muy peligroso, mínimo vayamos a un doctor a escondidas.

—Le voy a contar al maestro Criss, él me contó una historia sobre un poder que vive dentro de mí, creo que tiene que ver con esto —anunció Lyra, decidida a buscar respuestas y enfrentar su destino.

—Cuéntame lo que te dijo —solicitó Touko, completamente intrigada, mientras Lyra, sin dudarlo, comenzaba a relatar todo lo que Criss le había revelado aquella noche en la fogata.

Lejos de la civilización de la Ciudad del Zen, en los confines ocultos de "Los Caminantes", se alzaba la base de una pequeña banda de ladrones, camuflada entre las ruinas de una planta eléctrica abandonada.

—Me escondí medio día y cuando fui al punto de encuentro, no vi a Jasha por ningún lugar. Pensé que no lo había enviado porque, cuando vi a través de los ojos del chico, no lo divisé en ninguna parte —explicaba Yin, arrodillado ante su jefe, Khal. Este último era un hombre imponente, de estatura alta, musculoso, con cabello largo y lacio que caía en cascadas castañas sobre sus hombros. Sin embargo, lo más destacado de su presencia era su mirada, penetrante y fría, que reflejaba una determinación sin igual, y un rostro que rara vez expresaba emoción alguna.

Khal parecía haber ignorado por completo la explicación de Yin, ya que nunca lo volteó a ver durante todo el discurso. Concentrado en su propia tarea, Khal continuó consumiendo las frituras con indiferencia, hasta que finalmente volvió su mirada hacia Yin, con la misma frialdad que lo caracterizaba.

—Cambiando de tema, ¿qué pasó con mi hermano? —inquirió Khal, su voz resonando en el aire con una intensidad que dejaba claro que esperaba una respuesta rápida y concisa.

—Señor, le acabo de explicar que ya lo había metido en mi control mental, pero cuando estábamos de regreso… —comenzó a explicar Yin, pero fue interrumpido por Khal, cuyo tono carente de emociones revelaba su impaciencia.

—Te ordené que lo debías convencer, explicarle quién soy. Él tenía que venir por su propia cuenta —interrumpió Khal, su voz firme y directa, sin rastro de compasión.

—Lo sé, pero lo estuve vigilando durante todo el torneo y casi nunca se quedaba solo. Mi única oportunidad fue atraparlo cuando estaba por empezar un combate, pero se me pasó la mano y terminé haciendo un escándalo —respondió Yin, visiblemente nervioso ante la mirada imperturbable de Khal.

—¿Cuando lo perdiste estaban en Fuyuka verdad?, ¡seguramente estabas con el viejo del bar! —intervino Mori desde la entrada del lugar, su voz cargada de furia mientras se dirigía hacia Yin. Mori era el hermano mayor de Jasha, y su preocupación por la ausencia de su hermano lo había llevado a un estado de ira palpable—. Si Peeky lo llega a encontrar muerto te juró que te sacaremos del grupo, estarás por tu cuenta.

El aire se volvió denso con la tensión mientras Mori lanzaba sus amenazas, dejando en claro las consecuencias devastadoras que enfrentaría Yin si algo le sucedía a Jasha.

—Ahora me siento como un completo imbécil… por un momento olvidé que Mori era el que daba las órdenes aquí —dijo Khal con su tono característico, su voz resonando en el silencio cargado de tensión que se había apoderado del lugar. En ese instante, la atmósfera se volvió aún más pesada, como si el aire mismo temiera lo que estaba por ocurrir.

—Mori, ¿por qué crees que tu miserable voz puede interrumpir una de mis conversaciones? —continuó Khal, su mirada fría y penetrante clavada en Mori, quien tragó saliva nerviosamente ante la intensidad de la mirada de su líder.

—Khal, tienes que sacarlo, por su culpa no ha vuelto Jasha —apeló Mori, su voz temblorosa revelando su desesperación por la situación, pero antes de que pudiera continuar, fue interrumpido nuevamente por Khal.

—¿Por qué me vuelves a decir lo de Jasha? Yo ya estoy al tanto de eso, ¿insinúas que soy un estúpido? —cuestionó Khal, su tono helado dejando en claro su irritación ante la insistencia de Mori.

—Nada de eso, Khal, es solo que… —intentó explicar Mori, pero fue cortado por Khal antes de poder terminar su frase.

—¿Has leído el libro "La fauna del mundo perdido"? —preguntó Khal de repente, cambiando abruptamente de tema y dejando perplejo a Mori con su pregunta inesperada.

—Sí, es un libro infantil, habla de criaturas de fantasía —respondió Mori confundido, sin entender la relevancia del libro en ese momento.

—Resulta que lo estoy leyendo ahora y descubrí que en el mundo perdido existen unos animales llamados "Conegatos"; estos se mueven en manadas, son muy territoriales y comen frutas que crecen a más de noventa metros de altura, pero lo que más me pareció interesante es que solo cambian de alfa cuando un conegato asesina al conegato alfa….dime Mori, ¿quieres ser el conegato alfa? —preguntó Khal mientras se levantaba del gran pedazo de escombro en el que estaba sentado, su voz resonando con una intensidad inquietante en el oscuro recinto.

—¡Grateful Dead!, el cazarrecompensas, él podría infiltrarse en la ciudad del Zen, traer a su hermano sin problemas y asesinar a los Warriors que se lo llevaron —exclamó Yin, atrayendo toda la atención hacia él con su sugerencia audaz—. Si lo contratamos, no corremos riesgos nosotros y cuando traiga al chico usted mismo le puede explicar todo.

—Podría ser una buena opción, pero hay un dicho acerca de ese sujeto: "Grateful Dead, encuentra al cliente, el cliente no puede encontrar a Grateful Dead". Ese hombre se mueve entre continentes y es casi imposible encontrarlo —comentó Khal, su voz imperturbable revelando la cautela que lo caracterizaba ante la idea de involucrarse con un individuo tan escurridizo como Grateful Dead.

—Denos una fecha límite, si Morí y yo no encontramos a "GD" para esa fecha puede acabar con nuestras vidas. 

"Esto tiene que funcionar, si algo he aprendido de Khal es que le encantan los juegos", pensó Yin completamente nervioso. Khal no había parado de caminar hacia Mori quien no se podía mover por el miedo.

—Treinta de noviembre, tienen cinco meses para encontrarlo —eso fue lo último que dijo Khal antes de volver a su asiento para seguir leyendo "La fauna del mundo perdido". Mirna, una de las chicas del grupo había presenciado todo en silencio mientras fumaba pero ahora que las cosas se habían calmado se acercó discretamente a Mori y le susurró al oído:

—Ahora tienes dos cosas que hacer: empacar para ese largo viaje y agradecerle al grandote, extendió tu vida cinco meses más.

El alivio inundó a Mori al escuchar las palabras de Mirna, mientras que Yin apenas podía contener el temblor de sus manos. La decisión de Khal había sido pronunciada y ahora tenían un plazo fijo para llevar a cabo su misión. Con el corazón latiendo con fuerza en sus pechos, los dos hombres se prepararon mentalmente para el desafío que se avecinaba, conscientes de que sus vidas dependían de su éxito en encontrar al esquivo Grateful Dead.

Volviendo a la vida en la ciudad, Lyra se encontraba en su casa mientras el aroma tentador de una comida casera llenaba el aire. Ese día, el novio de Luna, Maxwell Martínez, un mecánico de la misma edad que Luna, había ido a comer. Se encontraban reunidos en la acogedora cocina, disfrutando de la compañía mutua y de la deliciosa comida preparada por Luna.

—Me estás mintiendo, te juro que pareciera que estudiaste cocina toda tu vida, Luna, esta carne está riquísima —elogió Maxwell a la hermana de Lyra mientras esta última estaba ocupada sirviendo las bebidas.

—Eres un adulador, Max —respondió Luna, sintiendo cómo el rubor coloreaba sus mejillas ante el halago de su novio.

—Esta vez le tengo que dar la razón a Max —comentó Lyra luego de probar un bocado de la carne—. Se corta como mantequilla, está jugosa y el sabor es excelente.

—Ni en el restaurante Otatabun probé algo tan rico —añadió Max, provocando una sonrisa radiante en Luna.

—De hecho, es la misma carne que sirven ahí, es la que nos regaló Touko, ¿verdad? —preguntó Lyra, confirmando la procedencia del exquisito manjar.

—Sí, es carne de las granjas del señor Fujimori —confirmó Luna, con un brillo de gratitud en sus ojos al recordar el generoso gesto de su amiga.

—Esos son cortes caros, tienes suerte de que tu hermana sea la mejor amiga de la hija del señor Fujimori —observó Maxwell, chocando amistosamente los vasos con Lyra—. Tienes que hacer una carne así cuando nos mudemos a…

—¡¿Cuándo qué?! —interrumpió Lyra, su voz cargada de sorpresa e incredulidad, deteniendo bruscamente la conversación antes de que pudiera continuar.

—Nada, Lyra, no le hagas caso —intervino rápidame Luna, tratando de calmar la situación—. Mejor cuéntame, ¿cómo está Touko? Mañana que vayas, llévale un poco de la comida que hice hoy —propuso, cambiando rápidamente de tema para desviar la atención de Lyra.

Después de una cena agradable, los tres continuaron con la velada disfrutando de un par de juegos de mesa y viendo una película juntos. Sin embargo, la noche llegó a su fin cuando Max tuvo que despedirse temprano, recordando sus responsabilidades para el día siguiente. Luna lo acompañó hasta la entrada mientras Lyra se dirigía al baño para prepararse para dormir.

—Oye Luna, quería pedirte perdón por lo de la cena, no sabía que no le habías dicho nada a Lyra sobre nuestros planes —comentó Maxwell en un susurro mientras se despedía.

—Es que aún no estamos listas, creo que lo mejor será que esperemos a que cumpla dieciséis para que sea mayor de edad —respondió Luna en el mismo tono, expresando su preocupación y consideración por el momento adecuado para revelar sus planes a su hermana.

—Está bien, Luna, lo entiendo, lo haremos cuando estés lista… cuando ambas lo estén —dijo el amable hombre antes de darle un beso a su novia y retirarse del sitio. Luna salió para despedir a Max con la mano, observándolo hasta que desapareció tras la esquina. Una vez que volvió a entrar a la casa, se encontró con Lyra recostada en el sofá, absorta en la lectura de un folleto.

—"Este dieciséis de junio vota por Gabriella, por la seguridad de las familias de la ciudad y un futuro mejor"... Esta es la mujer de la que me platicaste en el hospital mientras me recuperaba, ¿verdad? —preguntó Lyra, levantando la vista del folleto hacia su hermana en busca de confirmación.

Luna asintió con la cabeza, reconociendo la conexión entre el folleto y la conversación que habían tenido en el hospital.

Desde la irrupción de Yin en el torneo, los chicos estuvieron una semana desconectados de la ciudad, completamente inmersos en la misión de rescate. Al terminar, se enfocaron en las medidas de emergencia que se les aplicaron a los novatos antes de tomar el volador de regreso. Es extraño cómo pueden pasar tantas cosas en tan poco tiempo, pero para entenderlo mejor, debemos retroceder hasta hace cinco semanas, una semana antes de que los chicos regresaran a la ciudad. Esa semana fue el doce de junio del año 1549.