A cientos de kilómetros de distancia, en otra área del mar, otra embarcación navegaba junto a decenas de otras. Era más pequeña y estrecha que el yate, y su diseño era mucho más práctico que estético.
Aquí, el suave chapoteo de las olas, el ligero crujido del bote y la estruendosa risa de los pescadores resonaban.
El chiste del momento era sobre el rechoncho Toto, uno de los miembros más jóvenes.
Hubo una pequeña ola que pasó y apenas logró mantener el equilibrio, y todos recordaron aquella vez cuando recién empezaba y literalmente rodaba por la cubierta durante una tormenta.
—¡Juro que el bote se balanceaba más fuerte con él rodando como una bola de pinball! —un hombre enorme dijo, riendo a carcajadas mientras se sostenía de la cuerda.
Otro tipo a su lado soltó una risilla, pero recordó la imagen y explotó en una carcajada completa. —¡JAJAJAJA!
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