Kilómetros mar adentro, cierto yate anclado se balanceaba al compás de las olas pacíficas. Una cierta sirena convertida en mujer era despertada lentamente por el sol que surgía temprano y el largo pene frotándose dentro de ella.
Clap… clap… clap…
—Hmm… —gimió ella, y en respuesta, sus labios fueron sensualmente lamidos.
—Vuelve a dormir, mi dulce Naia.
Naia estaba somnolienta y un poco letárgica, y esta vez obedeció. Él se movía lento y constante, muy placentero pero también relajante.
Mientras su largo pene navegaba suavemente dentro de ella, también sentía cómo su lengua masajeaba sus pechos, sus orejas y su cuello.
Gimió, medio aturdida, mientras disfrutaba su servicio, y dejó escapar un gemido alargado cuando él eyaculó.
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