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TRECE

A su alrededor, cientos de diminutos globos luminosos flotaban de forma ascendente hasta perderse en la reinante oscuridad. Una película de agua cubría el suelo, reflejando todo lo que reposaba por encima de ella y otorgando ese aspecto de infinito a la estancia.

—¿Hola? —llamó Led. Su voz se extendió por todo el lugar hasta evaporarse.

Intentó tomar uno de los globos de luz, pero estos estallaban en millones de partículas en cuanto entraban en contacto con su piel. Un gruñido, junto con un extraño sonido metálico, llegó desde sus espaldas; no parecía amenazante, sino, como si quisiera llamar la atención. Led se dio la vuelta, y algunos globos danzaron hacia el origen del ruido para espantar a las sombras.

Primero apareció un enjambre de cadenas doradas, las cuales provenían de todas las direcciones. Poco a poco, los globos fueron iluminando un par de brazos extendidos hacia el inexistente cielo; luego las piernas, dobladas en una posición incómoda; un torso desnudo, repleto de moretones, cicatrices y heridas supurantes, al igual que sus extremidades.

Led avanzó hasta la siniestra y lamentable figura. Sentía miedo, pero la sed de información era mucho más fuerte.

—¿Hola?

—Hola, Led —saludó la figura con la cabeza gacha. Su voz era ponzoñosa, áspera y gruesa.

Despacio, alzó la mirada, y mostró una sonrisa que recordaba a la boca de un tiburón. Led retrocedió a causa del impacto, no era por la dentadura, tampoco a los dos pozos de brea repletos de desesperación y sufrimiento que lo observaban sin pestañear. No. Se debía a la gran similitud física que portaba aquella criatura con él.

—Estoy soñando —dijo, sosteniendo su cabeza entre las manos.

—No estás soñando, Led.

—¿Quién eres? —Led evitaba por todos los medios mirarlo.

—Soy tú —contestó. Intentó ponerse de pie, pero algo tiró de las cadenas y la criatura terminó sobre el piso—. Soy tú lado oscuro, tu parte demoniaca.

El Led maligno desplegó sus alas de murciélago, muy parecidas a las de Rakso, de no ser por lo maltratadas que estaban; las cadenas perforaban las membranas y rodeaban con fuerza las estructuras óseas que las componían.

Un destello de imágenes asaltó la cabeza de Led. El joven cayó al empapado suelo, apretando su cabeza y gimiendo por el dolor: Jackson gritando, Jackson y él cayendo a la oscuridad, unas garras acariciando el rostro de Jackson… y esas mismas garras arrancándole la quijada…

—¡Fuiste tú! —espetó Led, aterrado—. ¡Asesinaste a Jackson!

La criatura negó con la cabeza, el movimiento le había arrancado un débil destello al grillete que rodeaba su cuello.

—Fuimos los dos. Tu rabia, tu sed de venganza, todas esas emociones oscuras me liberaron. Admítelo, Led, te gustó hacerlo, te gustó como se sintió… Todo ese poder…

—¡Basta!

—Libérame —La criatura seguía sin prestarle atención a las protestas. Se arrastraba hacia él a cuatro gatas—. Quítame estas cadenas y seamos uno. Podemos hacer grandes cosas… Padre estará encantado…

Las cadenas se tensaron una vez más, lo que hizo retroceder al demonio con un alarido de dolor. Volvía a estar de rodillas, sumiso.

—¿Padre? —susurró Led, exaltado—. ¿Quién es nuestro… mi padre? —Led no sabía cómo enunciar aquella pregunta.

El Led maligno reía divertido.

—¡No lo escuches, Led! —gritó alguien desde las sombras.

—¿Quién anda ahí? —exigió saber el interpelado, con el corazón tamborileándole a millón.

Los globos de luz flotaron más allá del demonio. El halo de blancura que despedían revelaba que las cadenas se extendían hacia aquel lugar perdido entre las tinieblas.

—Despierta —dijo la voz. Despedía autoridad, pero, al mismo tiempo, había algo de bondad en ella—, y no vuelvas a este lugar. Aléjate de nosotros, Led… Te lo suplico.

El fulgor comenzó a incrementarse, el negro fue sustituido por un blanco tan radiante que lastimaba los ojos del muchacho. En un intento por protegerse, cubrió su rostro con ambos brazos y, antes de que todo desapareciera por la luz, avistó un par de manos aceitunadas sosteniendo con fuerza las cadenas, y, sobre ellas, la silueta de unas enormes alas.

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—Led —llamaba una y otra vez una voz gruesa y familiar—. Led…

Led Starcrash concentró todas sus fuerzas en los pesados párpados y, de un tirón, los abrió. Tuvo que pestañear varias veces para ajustar la visión.

—¿Te sientes bien, Led?

El rostro del joven se encendió como un tomate al ver a Rakso sobre él, en una posición bastante comprometedora. Aquellos fornidos brazos se hundían en la cama, junto a sus hombros.

—¿Qué haces? —espetó, apartándolo de un empujón y saltando al otro de la alcoba. El corazón le martilleaba con fuerza.

—Quería saber si estabas bien —se excusó el demonio con una mirada tierna.

Led estaba contra la pared, intentando no mirar el cuerpo tonificado de aquella criatura de las tinieblas, quien sólo vestía una toalla blanca para cubrir ciertas áreas. Era tal la vergüenza, que no se había fijado en que Rakso lo había llamado por su nombre.

—¿Qué rayos sucede aquí? —inquirió la misma voz, esta vez se escuchaba irascible.

Led volvió la atención y advirtió a dos demonios de la ira en toalla; mientras uno sonreía, el otro desperdigaba llamas de sus cuernos.

—¡Rakso! —dijo de pronto el primer príncipe infernal. Con mucha emoción, se lanzó al cuello de su doble y ambos cayeron al piso. Led agradeció que las toallas no salieran volando.

—¡Ya basta, Lux! —protestó Rakso, luchando para despegarse de la sanguijuela de su hermana.

El cuerpo del Rakso amoroso burbujeaba como una espesa mezcla de chocolate derretido. La proporción de su cuerpo se redujo, el cabello le creció, sus facciones duras se tornaron más delicadas y la toalla que vestía se extendió por todo su cuerpo hasta convertirse en una gabardina negra. En ningún momento, Lux dejó de reír.

—Debieron ver sus caras —se burló la chica, enjugando sus ojos. Hacía mucho que no reía así—. En especial la tuya, Led.

—No fue gracioso —masculló el joven de mejillas rojas. No le apetecía mirar al demonio de la lujuria.

—Ay, vamos, no se enojen —pidió la chica, agitando la mano de forma displicente—. Era una simple broma. De acuerdo, detendré las risas —añadió, aun carcajeando—. De acuerdo, ahora sí —Y después de un largo minuto, el demonio se enserió, o eso intentaba demostrar.

—¿A qué has venido, Lux? —interrogó Rakso, con los brazos cruzados sobre el pecho y luchando por mantener la compostura. Las llamas de sus cuernos se fueron apagando—. Espero que hayas traído información útil.

—La verdad es que no —contestó, después de meditarlo por un instante.

Las llamas de Rakso se alzaron como un poderoso soplete. A pesar de que se hallaba al otro lado de la alcoba, Led pudo distinguir una vena palpitando en la frente de su compañero de aventura.

El demonio mantenía los brazos cruzados, pero tensos, rígidos. Parecía contener las ganas de golpear a su hermana.

—Pero te alegrará saber que ya devolví el libro sin que Eccles se diera cuenta —agregó, ignorando por completo el estado emocional de su hermano—. La batalla en el Tercer Cielo lo mantiene ocupado y bastante furioso. Está que le pinchas un dedo y no le sale sangre—Aquello apaciguó a Rakso y captó la atención del mestizo—. Parece que han logrado igualar la batalla y… También sabe lo que le hiciste a Anro y que ya recuperaste una de tus habilidades.

—Belzer —dijo el príncipe. Sabía que el demonio de la acidia era el responsable de que el usurpador estuviera al tanto de sus movimientos, debido a que una de sus habilidades era la proyección astral; podía transportar su alma al mundo natural y espiar a todos sin ser detectado, no obstante, requería de mucha energía, y esa era la razón de sus largas siestas.

—Hay algo más, Rakso… Hace unas horas me llegó un mensaje de fuego, citándome para una reunión en Polonia —La joven parecía no poder creerse lo que estaba por decir—. Era Blizzt… Blizzt está viva, Rakso. Eccles nos dijo que El Exterminador la había destruido, pero logró escapar —Rakso no sabía cómo reaccionar ante las nuevas—. Me reuní con ella y, al igual que tú, viaja con un mestizo en busca de sus habilidades.

Una cúpula de mutismo los envolvió. Aquel nombre afectaba de muchas formas al demonio, y Led pudo notarlo. Quiso preguntar, pero su celular chilló y vio el rostro de Axel brillando en la pantalla estallada con el icono de la videollamada titilando. El joven se disculpó y cogió el dispositivo.

—Axel, no es un buen momento —dijo Led en cuanto el rostro de su amigo acaparó el brillante rectángulo. Parecía muy asustado.

—Un demonio atacó a Olivia, Led —lo cortó el joven sin previo aviso—. Ella está bien… está aquí en mi casa —A medida que las palabras fluían, se podía distinguir el desespero.

Gracias a un movimiento brusco, la imagen vibró, y unos segundos después, Olivia dominaba la pantalla. Sus ojos reflejaban el llanto de hace unas horas.

—Estoy bien, sólo algo aterrada. No me atrevo a ir a casa, y ahora que mis padres se han vuelto a ir de viaje…

—Olivia —La voz de Led era serena, y esperaba que eso tranquilizara a su amiga—, cálmate…

—¿CÓMO QUIERES QUE ME CALME, LED? —explotó la chica. Axel apareció y la envolvió en el círculo de sus brazos. Olivia hundió el rostro en el cuello de su amigo mientras éste se apoderaba del celular.

—Estará bien —le aseguró Axel con su peculiar voz sedante—. Olivia es fuerte, pero debes entender que no estamos en una situación sencilla.

Led asintió, avergonzado. Él, más que nadie, debía entender a su amiga, puesto que también se había topado con dos demonios en menos de una semana, y sabía de primera mano lo que era lidiar con esas apariciones.

Olivia, al otro lado de la pantalla, se incorporó sorbiéndose la nariz y limpiando sus lágrimas con el pañuelo que Axel le había facilitado.

Rakso y Lux asomaron las miradas por encima de los hombros de Led, y los tres escucharon en silencio la historia de Olivia y su temible encuentro con el demonio que parecía estar hecho de tubérculos con la fecha de caducidad vencida.

—Es un demonio émulo —explicó Rakso, adoptando una postura erguida.

—Y son tan adorables cuando les damos de comer —añadió Lux, entrelazando los dedos a la altura de su pecho y adoptando una mirada risueña. Adoraba a esas criaturas y, dentro de sus aposentos en Babilonia, guardaba cuatro como mascotas.

—Tendrán que explicarse mejor —pidió Axel. Olivia se negaba a hablar, temía echarse a llorar una vez más—. Recuerden que nosotros somos nuevos en esto.

—Es un demonio que suele usarse para enviar un mensaje —explicó Rakso—. En este caso, lo usaron para enviar una amenaza.

—Que tienen ojos en todas partes —completó Led con preocupación—. Tu hermano sabe que te ayudo, y como dijo Lux, sabe que has vencido en tus dos batallas, así que envió a esa cosa a atormentar a mis amigos para mantenerme al margen…

—Cálmate —le pidió el demonio de la ira con una postura meditabunda. Led abrió la boca para protestar, pero Rakso alzó la mano para callarlo—. Nada malo les pasará a tus amigos. Lux se encargará de protegerlos.

La chica dio un salto de emoción al aceptar su nuevo cargo y desapareció en una llamarada de color rosa.

—¡Esto sí me gusta! —soltó de pronto, asomándose entre Axel y Olivia, quienes dieron un salto a causa de la sorpresa—. No les quitaré los ojos de encima —prosiguió, mirándolos con interés—, y les prometo que nos divertiremos mucho —concluyó, lanzándole una mirada picante al futuro arquitecto, quien se ruborizó y tragó en seco.

—No es un juego, Lux —espetó Led.

—¡Claro que no! —certificó ella—. Su seguridad es primordial para mí, así que estén tranquilos —Sus brazos rodeaban a los dos mortales en un amistoso apretón.

—Bien, todo decidido entonces.

Led y sus amigos no parecían muy convencidos, pero aquello era mejor que nada.

—¡Fabuloso! —exclamó Lux muy optimista—. Entonces a descansar. Y Rakso, recuerda lo que te dije sobre Blizzt. ¡Adiós!

Y la llamada llegó a su fin, con los mortales a punto de protestar. Led quiso decir algo, pero con la conversación terminada, tuvo que tragarse las palabras.

—Estarán bien —lo tranquilizó Rakso, palmeando su espalda—. Será mejor que sigas descansando, mestizo. Necesitas recuperar energías para localizar al resto de mis habilidades.

—Es todo lo que te importa, ¿no?

—Pues esa es la misión, y no debemos desviarnos del objetivo.

—Pero…

—Pero nada —sentenció el demonio con frialdad—. ¿Acaso quieres que el infierno se desate en el mundo natural?

—¿Qué quieres decir con eso? —preguntó Led con preocupación.

—Nada… Ya duérmete —Rakso regresó a la cama y en silencio se deshizo de la toalla para vestir sus ropas: una franela negra y unos vaqueros oscuros. Miró la gabardina en el espaldar de una silla y decidió dejarla ahí hasta que tuvieran que marcharse—. Recuerda que una habilidad recuperada es un paso que te acerca más a tu alma cautiva.

Led tomó una bocanada de aire y dejó caer los hombros. Sin pronunciar palabra alguna, se envolvió entre las cobijas de su cama y deseó con todas sus fuerzas regresar a ese lugar oscuro con su versión demoniaca, necesitaba conversar con él y obtener respuestas.

‹‹¿Quién es mi padre?››