El Paraguas de la Invocación del Alma, la reliquia de la Familia Percival.
Para cuando llegó a Kairo Percival, ya había sido transmitido a través de al menos diez generaciones.
La superficie del paraguas tenía muchas cicatrices, todas marcas de batallas libradas a lo largo de cientos de años.
Ninguna arma divina, ya sea espada, lanza, bastón, o incluso armas de fuego modernas, podía penetrar el Paraguas de la Invocación del Alma.
¡Y ahora, en manos de Julio Reed, el látigo dorado realmente lo atravesó!
Un tercio del látigo dorado estaba incrustado en el cuerpo de Kairo Percival, el mango del látigo, grabado con un dragón dorado, goteando constantemente sangre fresca.
—¡Goteo!
En el aire silencioso, el único sonido era la sangre cayendo en el suelo de concreto.
Los ojos de Kairo Percival se abrieron de miedo y dolor.
¡Pero sobre todo, incredulidad!
¡En este mundo, había en realidad un arma que podía atravesar el Paraguas de la Invocación del Alma!
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