—¡Chico, tienes buen ojo! —Los guardias de seguridad se sintieron mucho mejor después de escuchar esto.
—¡Pero no pienses que puedes escapar de una paliza! Esto es por tu propio bien, para enseñarte una lección. Si fuera cualquier otra persona, ¡te habrían roto las piernas!
Finn Carmichael tomó una respiración profunda, sabiendo que si no hablaba ahora, quizás tendría que permanecer callado para siempre.
—Ese, esta persona es mi amigo, ustedes continúen bajando —tragó saliva, el sudor corriendo por su frente.
—¡¿Qué?! —Los guardias de seguridad se detuvieron, algo incapaces de aceptar esta realidad.
¿Podría este borracho sin un centavo realmente conocer al gerente?
—¿Gerente, estás equivocado? —El guardia de seguridad señaló a Julio Reed—. Este pedazo de basura, ¿cómo lo conoces? No dejes que te engañe, ¡yo me encargo de él ahora mismo!
Después de hablar, unos cuantos guardias intercambiaron miradas y rodearon a Julio Reed.
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