El corazón de Freya se saltó un latido por lo cerca que estaba Gedeón de ella. Sus caballos casi se tocaban los hombros mientras él se inclinaba hacia ella, pareciendo casi que iba a caerse cuando ella se encontró congelada en su presencia. Sus propios alientos salían como niebla en el frío, sus mejillas ardiendo a pesar de los vientos gélidos que venían del mar.
—Te ves pálida —observó él—. ¿Estás bien?
Freya parpadeó, el constante martilleo dentro de su pecho casi haciendo que se cayera de su caballo mientras luchaba por mantener el equilibrio. De repente, el mundo parecía girar mientras todo lo que había llevado a ese momento parecía abalanzarse en su cabeza de repente.
—¿Freya?
Su visión se desvanecía, lo último que sintió fueron los efectos de la gravedad haciéndose conocidos en ella. El mundo se volvió negro, sus últimos momentos de conciencia fueron de sentir como si hubiera sido atrapada en el aire por un par de brazos cálidos y fuertes.
***
—Eso estuvo cerca...
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