Dahlia suspiró mientras se encontraba yendo y viniendo en la que se suponía que era su habitación compartida con Zoran. Desde que él despertó, le habían prohibido verlo a pesar de sus constantes protestas. Constantemente le decían que estaba en demasiado peligro cada vez que se acercaba a su propio marido, y no podía evitar sentirse amargada ante todos los demás que podían verlo.
—¿Qué está ocurriendo aquí? —gruñó para sí misma—. ¿Por qué en el mundo soy la única que no tiene permitido verlo?
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