—Solo necesito que abra la puerta, puedo encontrar el camino por mí misma —hizo un puchero.
—Él te acompaña y se asegura de que nada esté fuera de lugar —respondió Jael.
—Está bien —dijo ella— y bajó un escalón de las escaleras. Realmente no tenía sentido discutir mientras llegara a la azotea, eso era todo lo que le importaba.
Llegaron al comedor para ver que todos los demás ya estaban sentados. Mauve no miró a nadie en particular mientras entraba al comedor.
—Señor —dijeron todos y se inclinaron cuando él se acercó lo suficiente. Incluso Jean estaba de pie. Danag aún no había regresado y Mauve se preguntaba cuándo volvería. Tomó nota mental de preguntarle a Jael.
Jael apenas reconoció sus saludos antes de sentarse en su posición habitual. Señaló el asiento junto a él y Mauve no tuvo más opción que sentarse allí. Usualmente, se sentaba a uno o dos asientos de distancia de él.
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