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Prólogo.

–¿Intentas llevarme a la cama con palabras bonitas? –resopló Tanying, poniendo los ojos en blanco. La tenue luz de la habitación daba para mostrar los rasgos del hombre, quien sonreía traviesamente, al mirar la expresión de la mujercita que se encontraba al otro lado de la cama.

–¿Quién habló de cama? Hay lugares mucho más excitantes para hacerlo – respondió el hombre con voz seductora, al mirar con una chispa de lujuria a su reciente esposa.

–Tú..... –Reprochó Tanying entre dientes, mientras su pequeño rostro se teñía de rojo por la vergüenza y la rabia que le causaban las palabras de aquel hombre tan descarado –¡Maximiliano Cash! –de repente gritó su nombre completo para luego apuntarlo con su dedo índice –Tú, hombre sin escrúpulos, ¡primero! un payaso patea mi trasero antes de que pase algo entre nosotros.

Maximiliano ya se había acostumbrado a ver enojada a su reciente esposa, pero ante lo que acababa de decir, no sabía si reír ante aquella situación o ponerse a llorar. ¿Cómo era posible que su esposa prefiriera que la pateara un patético payaso en el trasero, que poder dejárselo a él, un hombre simpático, que tenía dinero y poder, y que para completar era su esposo, quien le podría dar mucho placer?

Y sin esperar respuesta alguna, Tanying cogió su enorme oso de peluche, del tamaño de una persona, y que se encontraba a la orilla de la gran cama matrimonial, decorada con pétalos de rosas para los recién casados y replicó nuevamente mientras miraba al hombre lujurioso que se encontraba al otro lado.

–¡Ni hoy, ni ninguna otra noche, pienso dormir en la misma habitación! – luego caminó a grandes zancadas hacia la puerta que daba al corredor.

Maximiliano no se atrevió a decir palabra alguna. Por un momento quedó perplejo mirando cómo su pequeña esposa jalaba el oso de peluche con dificultad mientras intentaba llegar a la puerta.

Frustrada, la chica suspiró mientras colocaba sus manos en su cintura en forma de jarra.

–¡Eh! ¿Tú qué haces parado ahí y no me ayudas? –exclamó, mirando al hombre que se encontraba observándola. Las cejas del hombre se fruncieron, mostrando su disgusto ante aquellas palabras de la mujer que le estaba ordenando de una forma grosera. ¿Acaso ella lo consideraba su empleado? Nadie en su vida lo había tratado de esa manera, mucho menos dado una orden. Su reciente esposa se estaba pasando de los límites, y era hora de enseñarle una lección.

No. No. ¡No!

Mejor

Les contaré donde todo comenzó antes de la boda , como llegaron estos dos a esta situación . Cuando la cuidad se encontraba calmada , sin noticias impactantes y nada relevante aproximadamente tres meses atrás.