—Duerme, mi amor —dijo Dem con voz somnolienta, pasando sus dedos por mi cabello mientras yo me acostaba a su lado con mi cabeza en su pecho.
—No puedo.
—No puedes ir a tu taller ahora —él dijo.
Él me hizo prometer que hoy no trabajaría y dormiría bien. ¿Cómo podía hacerle entender que eso me estaba inquietando y frustrando? No tenía idea de cómo me sentía.
—Un poquito no hará daño —murmuré.
—No.
—Por favor.
—¡Azul, simplemente duerme! —dijo él enojado esta vez.
—... No te enojes conmigo...
—Lo siento —él dijo rápidamente y me abrazó—. No fue mi intención. Lo siento mucho.
—Hm...
Cerré mis ojos e intenté dormir. En unos minutos, la respiración de Dem se estabilizó. Se había dormido. Pero yo no podía.
Intenté levantarme. Las manos de Dem agarraron mi cintura más fuerte y me empujaron hacia abajo inmediatamente.
—Dem...
Él me giró y yo quedé boca arriba y él sobre mí.
—Detente —dijo él de manera amenazante.
—No puedo... Dem... ¡Tú no entiendes!
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