—¿De dónde viene el segador? —susurró Elisa en cuestión.
—A segar alguna alma —respondió Belcebú mientras se inclinaba hacia la ventana para echar un mejor vistazo al segador—. No te preocupes, no parece venir por ti o por mí.
—No sabía que los segadores vinieran a segar el alma de un Demonio —dijo Elisa, observó cómo el cuerpo del segador flotaba mientras seguía su carruaje. El camino que tomaron estaba bastante vacío, lo que la hizo sentirse inquieta.
—Todos los seres con almas destinadas a morir, esa es la regla de este mundo. Ángeles y Demonios no son menos. Si llega nuestro tiempo, los segadores que pertenecen al inframundo vendrán por nuestras almas —Belcebú se frotó la barbilla mientras observaba al segador—. Pero esos no son los enviados para tomar la vida de un Demonio.
—¿Hay diferencia en el segador que toma la vida de un Demonio? —preguntó Elisa, que también miraba al segador con una expresión mezclada.
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