Elisa no puede expresar lo aliviada que estaba de haber despertado viendo a Ian y del mismo modo, Ian la miraba con sus ojos llenos de una preocupación que ella nunca había visto antes. Sus ojos rojos continúan mirándola y ella podía decir que él estaba revisando sus signos vitales —Estoy bien —dijo Elisa para disipar el ceño fruncido que se había formado entre la frente de Ian.
—No me mientas, perrito tonto —dijo Ian, llamándola perrito de nuevo después de mucho tiempo—. Sé que no te sientes de lo mejor, solo sentarte en la cama ya es una tarea suficiente para ti, ¿me equivoco? —Ian levantó la ceja mientras preguntaba, su rostro en su mano se sentía suave.
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