Elisa recordaba en el pasado que su tía había sido ambiciosa, pero no sabía que Angélica había estado pensando en tener una vida inmortal, algo que sonaba tan absurdo como cuando Carmen había recibido la oferta de hacer volver a su familia muerta de la muerte.
—¿Es por eso que robaste esos ataúdes y los cuerpos de las personas que habían muerto? Entré en el sótano y lo vi todo —confrontó Elisa y Angélica mostró una sonrisa aún más amplia.
—Así que lo has visto. Te hace feliz saber que todo el tiempo que has vivido en esta casa hay cuerpos debajo de ti, ¿no es así? —preguntó su tía con un tono satisfecho, pero ella no podía compartir el sentimiento. A estas alturas, era más fácil pensar que su tía había enloquecido—. Pero esos cuerpos son diferentes. Para una vida eterna, necesito más sacrificios de seres vivos. Son experimentos.
—¿Experimentos para qué? —¿Qué experimentos necesitaban cuerpos de una persona muerta?
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