Ian cambió su posición, permitiendo a Elisa apoyar su cabeza sobre él. El silencio era bastante pacífico para ellos, y tuvo el efecto de hacer que Elisa, cuyo corazón aún se sentía inquieto, se calmara. Dormía con su rostro hacia él, como sustituto de dormir en la almohada, dormía con el brazo de Ian debajo de su cabeza. No se sentía incómodo a pesar de lo fuerte y musculoso que era su brazo, sino que se ajustaba bien a su cabeza, y le daba una sensación de seguridad que la llenaba de consuelo.
Elisa sabía que con él, todo estaría bien, porque su corazón creía tan firmemente en él.
—¿Por dónde empezar? —tarareó Ian, mirándola los ojos como eligiendo por dónde comenzar.
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