Rosina lanzó al aire su bolsita que contenía sus monedas. Estaba dejando la taberna y planeaba volver al castillo antes de que el sol saliera.
—Esa noche apasionada es bastante cara —murmuró Rosina mientras pensaba en la cantidad que había pagado por Orso y la bebida—. Pero lo vale.
Rosina caminaba contenta mientras su ánimo se aligeraba, pero luego el calor en su cuerpo empezó a subir nuevamente. El afrodisíaco estaba haciendo efecto.
—Ugh —gimió Rosina cuando su centro empezó a hincharse, y cada vez que caminaba, la fricción le enviaba escalofríos al núcleo.
«Necesito volver», pensó Rosina y se palmoteó las mejillas para volver a la realidad antes de que volviera a foll*r a alguien otra vez.
Rosina tragó su lujuria y se enfocó en volver sin que nadie la notara, o si no, estaría en problemas. Su visión comenzó a nublarse y sintió que su mundo giraba, pero su lobo la ayudaba a enfriarse.
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