—Ese será tu primer pago por contratarte de mi parte —Cinzia sonrió con satisfacción al ver las codiciosas manos de Sal recoger las monedas de oro.
—¿Todo esto es mío? —Sal murmuró incrédula. Sostenía las monedas de oro como si fueran sus bebés.
—Sí, y ganarás más cada vez que hagas un buen trabajo —Cinzia sonrió y le mostró a Sal la caja que contenía todas las monedas de oro—. Todo esto será tuyo si completas con éxito la misión principal.
—Haré cualquier cosa que me pidas, Su Majestad —Sal miró la caja de oro con los ojos brillantes. Su saliva goteaba de sus labios como un perro loco que ha estado días sin comer.
—Genial, por ahora. Tu trabajo es recopilar información dentro de la residencia del Tercer Príncipe y de su pareja, Rosina. Sería bueno si tienes algunos perros bajo tu mando para hacer el trabajo más rápido —Cinzia declaró con una ceja levantada mientras bebía un vaso de vino tinto.
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