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Felicia fue apresuradamente a su habitación y se apoyó en la puerta. Su corazón latía salvajemente y sus manos temblaban. Miró el collar en su mano y lo sujetó contra su pecho.
—Lo logré —susurró Felicia con una sonrisa victoriosa. Suspiró profundamente antes de poner frenéticamente el collar dentro de su ropa interior para mayor seguridad. Cuando supo que todo estaba resuelto, salió del cuarto como si nada hubiera pasado.
Felicia decidió salir al exterior para evitar cualquier sospecha si la noticia del collar desaparecido de Rosina se difundía. Sabía que las sirvientas serían castigadas y perderían sus vidas tarde o temprano, pero no le importaba lo más mínimo.
—Mi Dama, el carruaje está listo —saludó Idola con una reverencia y gesto hacia un lujoso carruaje.
Dos carruajes estaban estacionados afuera del Palacio, y el otro se usaba para almacenar todas sus cosas, pero a Felicia le resultaba confuso puesto que podrían haber usado simplemente un carro en su lugar.
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