—Ya estaban allí, Su Alteza, el séptimo príncipe. Supongo que deberíamos esperar un reencuentro, ¿eh? —preguntó.
—¿Qué...? —Román apretó los dientes, y a diferencia de antes, encontró la fuerza para arrastrarse con su cuerpo golpeado hacia las barras metálicas. Se aferró a ellas, llevando su peso, pero fracasó en ponerse de pie.
—¿Qué has dicho? —preguntó, junto con su profundo exhalar, ignorando la saliva y la sangre que salían de su boca.
Los ojos de Aries estaban fríos mientras miraba hacia abajo a él. Este hombre siempre se había llevado a sí mismo con orgullo y dignidad, pero ahora simplemente lucía desesperado y patético. Pero ella no podía juzgarlo, especialmente porque él apreciaba a Violeta. Cualquiera se vería patético en su situación.
—Joaquín plantó gente para seguirte durante la temporada de caza —Aries simplemente se encogió de hombros—. Puedes adivinar qué pasa incluso si te pierden. Conoces a mi esposo.
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