Observé a Aimee alejarse, su espalda rígida, cada movimiento traicionando la tensión que hervía entre nosotros. El peso de su decisión colgaba en el aire como una nube de tormenta, y lo sentía presionándome, sofocándome.
Aprieto los puños a mi lado, mi mandíbula se tensa. No quedaba nada por decir, nada que pudiera hacer para cambiar su decisión. Ella había hecho su elección. Vincent.
No tenía ningún sentido. No podía entender por qué estaba haciendo esto, por qué sacrificaba todo por un hombre que no la merecía, que no podía amarla como yo lo hacía. Pero tal vez ese era el problema. Tal vez ya no le importaba el amor, no cuando el peso de la supervivencia de la manada descansaba sobre sus hombros.
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