La secuela de la batalla dejó a nuestra manada conmocionada pero no rota. Mientras me mantenía al borde del claro, observando la primera luz del amanecer atravesar los árboles, no podía deshacerme de la sensación de que esta victoria era solo el comienzo. El aire aún estaba cargado con el olor de sangre y magia, un recordatorio del precio que habíamos pagado para proteger nuestro hogar. Pero a medida que el sol se elevaba, dando un tono dorado al campo de batalla, sentí una sensación de esperanza titilando en mi pecho.
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