La criada negó con la cabeza. —No lo sé, mi reina —dijo ella, y la reina hizo un gesto con la mano para despedirla. —Quiero estar sola. No le digas a nadie dónde encontrarme. Avísame en cuanto llegue Damián —ordenó la reina, y la criada se inclinó ante ella. Pero antes de que pudiera marcharse rápidamente, la Reina le indicó que informara a algunos de sus guardias para seguir al médico y asegurarse de que nadie intentara obligarlo a tratar a Luciana. Williams era su prioridad.
Ahora sola, la reina permanecía quieta, mirando nerviosa a su alrededor como si no supiera qué hacer más. Esto no era lo que había planeado. Todo parecía desmoronarse. ¿Qué iba a hacer ahora? Definitivamente no podía enfrentarse a su hermano en este momento, ni a Damon, quien estaba enojado con ella, o a los padres de Luciana, que estarían muy disgustados ahora mismo.
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