Me siento sumergida, tal vez en mis pensamientos, tal vez en estas aguas, solo sé que estoy sumergida.
Mi respiración es lenta, siento mi pecho alzarse y bajarse lentamente, escucho a mi corazón latir.
Aquí entre la oscuridad y la luz, puedo ver mi vida ante mis ojos. Recuerdos, aquellos que no debería recordar pero que se preservan escondidos en mi psique.
Veo a mi madre Pilña sosteniéndome en sus brazos, cantándome canciones de cuna.
Ella allí está, cuidándome cuando era niña y tenía curiosidad por todo.
Ella allí está, cuando preguntaba sobre cómo era el mundo afuera del cerco.
Ella allí está, contándome como nacimos de las montañas y de los Dioses.
Ella no estaba allí, cuando me encerraron dentro de una montaña, a pesar de que grité todo lo que pude.
De ahí nació mi odio, mi odio hacia mi sangre, a lo que representaba ser una Mergana, tener la misma sangre de aquel que me encarceló.
Cuando recuerdo aquel día, aún me hierbe la sangre.
Pero el hambre y la soledad hacen muchas cosas, y mucho del odio que te tenía se transformó en indiferencia, a pesar de que debía sentir eso, debía odiarte por lo que me hiciste, pero ahora no quiero más que no verte, alejarme de ti lo más que pueda.
Al final me he rendido.
Vera.
Mi amiga.
No sé que sentir contigo. Me alegra tenerte, es divertido hablar contigo, pero también es doloroso verte, hay temas en donde no logro comprenderte y eso me hace no saber cómo sentirme contigo. Tienes tanto de lo que yo carezco y aun así estas insatisfecha, no comprendo como puedes confiar tan rápido en los demás cuando a mí me cuesta tanto.
No quiero estar en la tribu, pero no es por que sea mala, es por que me siento insegura con este lugar, mi corazón simplemente no se siente tranquilo.
¿Qué es lo que debería hacer?
Ymac desfogó todas sus penas y pensamientos, hasta que una voz le habló dentro de su cabeza.
—Camina poco a poco —
¿Quién?
—Encuentra algo que disfrutes y hazlo, tu amiga está haciendo lo mismo. Las dos tienen problemas, pero si encuentran la manera en hacer sus problemas más pequeños, les irá mejor —
¡Quién eres! ¿Por qué me ayudas?
Pero la voz no volvió a hablar.
¿Encontrar algo que disfrute?
La idea de encontrar algo que a Ymac le guste hacer, se quedó impregnada en su cabeza. Fue así que se despertó de su meditación.
La laguna aún estaba tranquila, pero en el reflejo del agua se podía observar la luna llena.
Fue entonces que escuchó la campana, aunque no sabía que es lo que significa, instintivamente sabía que era algo malo, por lo que corrió hacia donde estaba la anciana para preguntar la situación.
La anciana solo estaba a unos pasos, cerca de la laguna crecía un moho perfecto para un brebaje contra el frio.
—¡Anciana! ¿Qué es lo que está pasando? —
Preguntó Ymac.
—¡Rápido niña, debes avisar al jefe de la tribu y las elites que estamos bajo ataque! —
—Pero Vera, aun esta en la tribu. Debo ir a verla —
Respondió Ymac.
—No seas tonta niña, los guerreros en la tribu la protegerán. Ahora, ve rápido —
Empujó la anciana.
Ymac estaba preocupada pero aun así fue a visarle al jefe de tribu, quién estaba comenzando un viaje de caza. Al enterarse del ataque a la Tribu, el jefe se dio media vuelta y corrió junto a los demás guerreros hacia la tribu.
Mientras Ymac corría hacia la tribu, se volvió a encontrar con la anciana, que parecía sostener su bastón con mucha fuerza.
—¿Qué pasa Anciana? —
Preguntó Ymac.
—El viento me dice que hay problemas mayores, Dioses salvajes han roto la protección que puse en la tribu —
Dijo la anciana.
—¿Dioses Salvajes? —
Preguntó curiosa Ymac.
—Si, Dioses malvados que toman forma de animales y solo traen destrucción y locura. Generalmente son venerados por brujos y chamanes caníbales —
Respondió la Anciana.
—¡¿Esas cosas atacan la tribu?! ¡Debemos detenerlos! —
Contesto Ymac.
—No podemos, son demasiado poderosos. Mi poder no podrá hacer mucho para detener a esas bestias. Es mejor huir a otras partes —
Contestó triste la Anciana.
—¿No se puede hacer nada? —
Preguntó Ymac.
—Soy demasiado vieja para contactar con nuestros Dioses —
Respondió la anciana.
Ymac no quería que la tribu se dispersara, ahora que, por fin, había logrado querer hacer algo para cambiar. Entonces recordó, que cada vez que pedía algo a los Dioses ellos respondían.
—Tal vez yo pueda hacer algo —
Respondió Ymac, agarró uno de los báculos que llevaba la anciana en la espalda y comenzó a rezar.
<<Escuchen mi llamado
Pues por ellos yo replico
Por el poder de la sangre
De la cual yo concibo
Ayúdame a derrotar a mi enemigos
Y hacerlos saber de tu fuerza
¡Oh, Pachacamac! Escucha mi plegaria >>
Y entonces el suelo comenzó a temblar pues el poder de Pachacamac se hizo presente.