Killorn llevó a Ofelia escaleras arriba hasta su habitación. Ahora que habían dejado atrás lo que la preocupaba, tenía la intención de cumplir con su solicitud de un beso de más temprano.
Ofelia podía sentir su corazón saltar de anticipación. Se tragó saliva. Con cada paso, se acercaban a su dormitorio. Ahora, su corazón amenazaba con saltar de su pecho. No podía oír nada más allá del sangre bombeando en sus oídos.
Los pasillos estaban bien iluminados con lámparas de araña, pero cuando llegaron a su habitación, la chimenea estaba encendida. La llama no era competencia para Killorn cuya furia contenida podría haber apagado el fuego.
—¿A-acaso no vamos a besarnos solo? —preguntó Ofelia con un murmullo tímido.
—¿Quieres solo un beso? —Killorn le devolvió la pregunta—. ¿O algo más, mi dulce?
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