Cisne había estado esperando a que Gale regresara.
Le informaron las criadas gato que Gale había dejado el castillo hacia Santa Achate por un asunto de trabajo. Pero al ver la forma en que Myra y Maya evitaban su mirada, era dolorosamente obvio que Gale intentaba hacer algo contra la gente en Santa Achate.
Aunque odiaba a su madrastra y a su hermanastra por atormentarla, no odiaba a las personas inocentes que nunca supieron de su existencia.
Sintiéndose ansiosa, esperó hasta que Gale regresó al dormitorio tarde en la noche. Él sostenía lo que parecía una lanza dorada en su mano.
—Ah, ¿todavía no te has dormido? —Gale sonrió mientras caminaba hacia su compañera, que estaba sentada en la cama. Se sentó en la cama y besó a Cisne en la mejilla—. No necesitas esperarme si quieres dormir. A veces, tengo que viajar lejos.
Cisne no olía ningún rastro de sangre, pero aun así se sentía inquieta. Entonces preguntó:
—¿Dónde has estado, Gale?
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