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Capítulo 1: El Anhelo del Príncipe Alexander

El sol se asomaba tímidamente sobre el horizonte, tejiendo una manta dorada sobre los picos de las montañas que rodeaban el reino de Ardenia. En el imponente castillo de mármol blanco, el príncipe Alexander yacía despierto en su lecho de plumas, su mirada perdida en las sombras danzantes que se proyectaban en las paredes de su habitación.

El joven príncipe había sido bendecido con la gracia de la belleza, su cabello oscuro caía en cascada sobre sus hombros, enmarcando unos ojos azules profundos como el océano en calma. Sin embargo, a pesar de su apariencia imponente, su corazón anhelaba algo que ninguna riqueza o estatus podían comprar: el amor verdadero.

Desde que era un niño, Alexander había soñado con encontrar a su alma gemela, alguien con quien compartir su vida y reinar junto a él en Ardenia. Pero a medida que los años pasaban, cada baile, cada fiesta, solo parecían alejarlo más de ese sueño. Las pretendientes se amontonaban a sus pies, pero ninguna lograba encender la chispa en su corazón.

Con un suspiro, Alexander se levantó de la cama y se dirigió al balcón de su habitación. Observó cómo los primeros rayos de luz acariciaban los jardines del castillo, pero su mente estaba en otro lugar, perdida en la búsqueda del amor perdido.

"¿Qué debo hacer para encontrarla?", se preguntó en voz baja, dejando que sus pensamientos se perdieran en el suave murmullo del viento matutino.

Fue entonces cuando una idea audaz cruzó su mente como un relámpago en la oscuridad. Recordó las historias que su abuela le contaba cuando era niño, cuentos de antiguos caballeros que emprendían grandes viajes en busca de su amor perdido, desafiando peligros y superando pruebas imposibles.

"Partiré en una búsqueda", murmuró Alexander para sí mismo, su determinación brillando en sus ojos azules. "Viajaré más allá de las fronteras de Ardenia, exploraré tierras desconocidas y enfrentaré cualquier desafío que se interponga en mi camino. Encontraré a mi amor perdido, donde quiera que esté".

Con un nuevo propósito ardiendo en su corazón, el príncipe Alexander se alejó del balcón y comenzó a prepararse para su viaje. No sabía lo que el destino le deparaba, pero estaba dispuesto a arriesgarlo todo por la oportunidad de encontrar el amor verdadero.

Y así, con el sol ascendiendo lentamente en el cielo y el eco de su determinación resonando en los pasillos del castillo, el príncipe Alexander se embarcó en la odisea más grande de su vida: la búsqueda del amor perdido.