Mientras tanto...
—Fil, soy yo.
Vincente golpeaba continuamente la puerta, esperando que Fil se la abriera.
—Fil, por favor. Hablemos.
Como nadie respondía desde dentro, se echó hacia atrás y suspiró.
—Fil, sé que estás ahí. Por favor. ¿Puedes salir y hablar conmigo?
Pero, ay, nadie respondía.
—Vi las luces encendidas —dijo señalando, elevando la voz por si no podía oírlo claramente—. Por favor. Sé que me equivoqué y ya lo estoy reflexionando. ¿Puedes solo escucharme?
Todavía no se movía nada dentro.
Vincente suspiró profundamente una vez más, dándole la espalda a la puerta. Caminó hacia la barandilla, apoyando los brazos en ella para pensar.
—Solo para que sepas, no me voy a ir —dijo—. Me quedaré aquí toda la noche hasta que salgas.
Miró hacia la puerta, esperando que se abriera. Pero ay, todavía no había movimiento dentro. Sacudió suavemente la cabeza, sin querer ceder.
—No es broma —añadió—. Realmente me quedaré aquí hasta que abras la puerta.
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