—Cariño, ¿en qué parte de la palabra 'no' no entendiste? —preguntó, cruzando su brazo por debajo de su pecho—. No me voy a meter debajo de la cama. Puede que sea aventurero, pero no voy a pasar por esta humillación.
—Fil se rio de manera incómoda—. Eso lo sé —suspiró—. Pero, ¿puedes quedarte aquí? ¿O quizás en el baño?
—Que lo mantenga fuera de mi santuario sagrado —levantó brevemente sus cejas—. ¿O estás planeando dejarlo entrar?
—No es así —Fil miró hacia la puerta abierta del dormitorio detrás de ella. El timbre todavía sonaba, y ahora Vicente la llamaba a viva voz—. Lo conozco. Con ese tono, estoy segura de que forzaría su entrada.
—¿Forzar? —preguntó él.
—A veces es así —respondió ella.
—¿Te ha lastimado alguna vez, cariño? —preguntó.
—¿Qué? —frunció el ceño—. No.
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