En la cima de una de las colinas más aisladas del país, unas figuras se paraban alrededor de un amplio círculo, trazado con sangre. Murmuraban un lenguaje antiguo entre susurros, pero sus ojos estaban vacíos. Unos cuantos círculos más estaban dibujados dentro de él y en el medio había un viejo ataúd cerrado.
Observando esto desde un costado, Quentin esbozó una sonrisa de satisfacción.
—Quentin... —Dustin apretó los dientes, atado con una cadena negra al costado bajo el árbol—. No te saldrás con la tuya. ¿Crees que Jackson te dejará pasar esto?
—¿Jackson, eh? —Quentin desvió la mirada hacia un rincón—. ¿Acaso sobrevivirá a la noche?
Lentamente apartó la vista de Dustin hacia el horizonte que poco a poco se aclaraba—. Una vez que el sol haya salido, mi reina despertará. Si eso sucede, Jackson desaparecerá de la faz de la tierra... para siempre.
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