Lance sintió como si alguien le hubiera agarrado el corazón con fuerza y sintió lástima por Yvette.
Yvette siempre había sido mansa como un pequeño conejo, pero en realidad había sido forzada a tal extremo.
Emilie, que había escapado por poco de la muerte, recuperó el aliento y empezó a toser ansiosamente.
Al ver que Emilie estaba bien, Rosa se sintió aliviada. Rosa se giró para mirar a Yvette con ferocidad y regañó —¡Pequeña puta, de verdad querías estrangular a mi hija hasta la muerte!
—¡Se lo merece! —Yvette simplemente escupió estas palabras. Aún parecía aterrorizada.
Rosa estaba de hecho intimidada por Yvette, con el miedo surgiendo desde el fondo de su corazón.
Especialmente en este momento, Yvette aún tenía esa aterradora intención de matar.
Emilie volvió en sí y no podía estar más asustada. Lloró y gritó —¡Mamá... Mamá, quiere matarme. Ayúdame a matarla!
Al ver a Emilie así, Rosa se sintió extremadamente angustiada. Se dio la vuelta y quiso agarrar el pelo de Yvette.
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