—Yve. —Exclamó con algo de impaciencia.
En el momento en que abrió la boca, su voz era extremadamente ronca.
Los dedos del pie de Yvette temblaban. Quería llorar aún más.
Sabía lo que significaba. La deseaba...
—¿Obedecerás mi voluntad? —preguntó con voz ronca.
Yvette asintió con los ojos enrojecidos, sin atreverse a provocarlo en absoluto. Temía ser lanzada sobre la cama al siguiente segundo.
—No me hagas enojar más —añadió.
Yvette no lo miraba. Continuó asintiendo como una marioneta.
Sin embargo, Lance no estaba contento. Pellizcó la cara de Yvette y la miró fijamente.
—Mírame. —Ordenó.
La barbilla de Yvette estaba firmemente sujetada por sus esbeltos dedos. No había dónde esconderse, por lo que solo podía mirar a Lance.
Los labios de la chica estaban rojos, hinchados y brillantes después del beso. Los ojos de Lance eran profundos.
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