Katu permaneció inmóvil, observando con una mezcla de satisfacción y ansias mientras miles de serpientes se lanzaban hacia la joven que deseaba ver muerta. Sus labios se curvaron en una sonrisa, su lengua serpenteó entre sus afilados dientes, y sus garras resonaron al chocar entre sí, anticipando el momento en que desgarraría esos músculos fatigados por días de fuga y devoraría ese corazón palpitante de dolor y odio.
«Ya he jugado bastante con mi presa» pensó al ver como sus cuatro hijos saltaban sobre la adolescente, seguidas de miles de serpientes más.
De repente, una poderosa ventisca levantó a las serpientes, arremolinándose hacia el cielo. Katu entrecerró los ojos, reconociendo a su hijo Waira.
—Así que aquí estabas —murmuró Katu, su voz cargada de desprecio—. Supongo que Illapa también —continuó, sus ojos brillando con un odio intenso mientras sus garras crecían y se clavaban en el suelo, dejando profundas marcas—. ¡Son unos hijos ingratos!
Dio un gran salto, tan alto como la vez que se lanzó contra un monstruo velocista. Pero antes de aterrizar sobre la cabeza de la serpiente, illapa dejó la espalda de kaia y saltó. Transformándose en su forma más grande para golpear a la mujer con su cola.
— Kaia, alejate — siseo la serpiente — aún no tienes suficiente energía.
— La cosa es entre ella y yo — recordó la menor adolorida, hasta que un escalofrío la despertó y la hizo voltear hacia katu saltando desde el cielo a ellos — waira.
De pronto, una gran ventisca golpeó a la bruja, arrojándola contra unos árboles. Sin temor, ella absorbió la energía hasta que se rompieron.
El semblante de Katu cambió, reflejando una tristeza genuina. Antes de que un extraño granizado golpeara a Kaia e Illapa, que protegía a la joven con su propio cuerpo. Las manos de la adolescente se sujetaban con fuerza, cuestionandose cuanto podría aguantar, necesitaba que Nathaniel regresara rápido.
Trató de resguardarse en el cuerpo del animal, esperando que esas voces que podía escuchar por su terreno fueran de Nathaniel. Lo aumentaba cada minuto, desde la escuela al cerro, cinco kilómetros a la redonda, logrando ver a la figura de Nathaniel correr.
Nathaniel corría, dejando la marca de sus patas en la tierra. De repente, su nariz se sacudió y se detuvo al ver los cuerpos de las cuatro amigas de Emma en el suelo. Parecían haber intentado escapar, pero ahora estaban muertas, con la piel arrugada y vieja.
Se quedó viendo los cuerpos por unos segundos, a punto de continuar, cuando un silbido llamó su atención.
— Ven aquí, ven — escuchó entre los árboles. Era un hombre llamando como si fuera un perro.
— ¿Quién demonios eres? — preguntó nathaniel con esa voz ronca y olfateando — ¿Que eres?
Esa persona se alejó, detrás de la sombra de los árboles, tal vez asustado, pero una vez que lo escuchó hablar se fue corriendo. Por un instante pensó en seguirlo, pero al primer paso, se detuvo y un gruñido llamó su atención.
— Te estaba buscando.
Susurro Nathaniel hacia aquel monstruo que una vez fue la enfermera. Ella se lanzó contra él, empujándolo contra la tierra y arañándose entre sí.
— ¡Escuchame! — gruño nathaniel.
Hizo fuerza con sus manos, mientras unas garras crecían como uñas y se incrustaban en la gran mandíbula del otro monstruo. Empujando toda su cabeza hacia atrás y golpeándola contra el suelo varias veces.
Estaba por golpearla, cuando una rara sensación cubrió su cuerpo, sus brasas se detuvieron y sus ojos salvajes regresaron a ser pupilas humanas.
***
Había metales alrededor, asientos rotos de auto y un llorar de una niña. Sangre en sus brazos y una repentina voz hizo levantar la cabeza.
— Te ayudaremos — dijo aquel hombre, el padre Matías.
— Salve a la niña.
— Lo haré.
***
«¿El padre matías?» se preguntó Nathaniel al alejarse del monstruo.
— ¿Era tu recuerdo? — se preguntó como si esperara una respuesta de la enfermera que solo gimoteaba de dolor.
En algún momento se alejó del cuerpo, viendo como se intentaba levantar sin éxito hasta que una idea apareció.
— Una niña te necesita — dijo él, deteniendo el bajo rugir del monstruo — Bueno, tres niños.
En ese momento, ambos se quedaron en silencio.
— Por favor enfermera — dijo estirando su mano derecha.
Por un segundo, Nathaniel pudo ver los ojos humanos de la enfermera antes de volver a su estado salvaje. Tan concentrada que solo una explosion a metros de altura llamarón su atención.
— La niña está ….
Ni siquiera pudo terminar de hablar. El monstruo que una vez fue la enfermera, corrió locamente por el cerro.
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Kaia corría por la maleza del cerro. Los clavos en las zapatillas azules de atletismo golpeaban contra la tierra, pequeños pedazos de roca rodaban tras su paso. Sin embargo, para ella era difícil concentrarse. No solo era por tener a Waira moviéndose bajo sus ropas, el sueño o su hambre, era por esos gritos de sobreviviente que podía escucharlos claramente.
Sin embargo, un nuevo temblor la hizo temblar hasta caer al suelo. Incrustando las palmas de sus manos a rocas, lágrimas cayeron a sus manos.
— Cobarde — susurró ella, para sí misma.
— Mamá — llamó waira bajo su ropa — concéntrate en tu terreno. Eres una serpiente, no una humana. Eres rápida para ser humana, pero si katu te encuentra …
— Si, si si … ya sé
— Al fin — se escuchó detrás de ella.
Era Katu, demacrada, con ojeras y anciana. Sorprendiendo a la adolescente por su nueva figura que era más espeluznante, por sus garras ensangrentadas y su expresión de desdén al lamer sus dientes filosos.
— No soy mala. Soy una criatura superior y para proteger lo mío debo decidir —pauso la bruja— Hace mucho, tu madre me dio la oportunidad y la tome. Ahora, es turno de responsabilizarte.
Kaia no comprendió. Pero, podía sentir extrañas ondas bajo la tierra. Y de pronto, las dos tenían dos círculos blancos que chocaban entre sí.
— Claro, claro — dijo la anciana — no lo sabes. Hace mucho tiempo, alguien me llamó … tu madre
Mientras hablaba, su mano alcanzó el rostro de Kaia, sorprendida y aturdida al ver aquella mano totalmente abierta sobre su rostro. Estampandola contra un árbol.
*** Flashback ***
" ¡Sssssss! "
— Tranquila, tranquila —era suave la voz de una adolescente— Entonces … Bruja, escuche tus garras, así que, por favor, ahora escúchame a mí y a mi petición.
Y con su llamada, al fin pude conocerla. De cabellos castaños como los tuyos y mirada egocéntrica, no como los tuyos. Valeria pudo haber tenido miedo, pudo haberse mojado los pantalones pero lo único que hizo por segundos fue sonreír.
Otra forma de miedo ante la incredulidad propia de aceptar el terror. No iba a gritar, mucho menos llorar, pero su sorpresa fue más de lo que podía esperar cuando pasó el reto y dijo su respuesta con sorna.
— El verdadero amor.
Ni siquiera lo pensó. Por un segundo, pensé que tu madre dudo pero … fue honesta y por eso, era perfecta.
— Tu pedido se cumplirá … a cambio, me darás tus frutos. Seguirá tus pasos y su cuerpo será controlado, será mío.
En ese momento vi su expresión cambiar. Esa arrogancia se convirtió en miedo. Bajo su mentón y aquellos ojos curiosos se apagaron. Supuse que comprendía mis palabras, pero no podía retractarse o moriría.
— De acuerdo.
Fue tan lento como doloroso. Solo recordarlo me hace reir.
Mentiría si te dijera que no sentí pena por ella, pero toda acción tiene consecuencias, las decisiones nos llevan a donde debemos ir. A veces es lo mejor y otras veces, es solo para sobrevivir.
Pero así es como vivimos en ESTA TIERRA.
" ¡Sssssss! "
*** Fin del flashback***
En poco tiempo, Kaia despertó del trance. Dejó de ver el reflejo de su adolescente madre y vio las arrugas de Katu frente a ella. Ella sujetaba sus mejillas con fuerza, sus ojos totalmente abiertos, cubiertos por el miedo al tener la mano de la anciana obligándola a abrir su boca.
— Oye — logró decir la castaña — estas en mi terreno.
— ¿Ah?
— Illapa ¡ELCTROCUTALÁ!
El estruendo resonó con la electricidad de los pocos cables que cruzaban por el colegio. La tierra y el cerro se sacudieron, Daniel en el interior de la cueva, empujó cientos de antiguos periódicos y un estante que cayó a su lado. Empujo las hojas para liberarse en ese extraño lugar. Donde la humedad se convierte en mugre, con un cúmulo de paja donde la serpiente Pará lo veía.
Con su mano sobre la nariz, se cubrió del mal olor.
Sin embargo, su atención se volvió hacia un dibujo donde el estante estaba. Era de un cuerpo humano sobre el dibujo de un cuadrado y escaleras
— Oye, Watson ¿qué es esto?
— El crecimiento de las tierras — dijo el animal, que al ver la duda del chico siguió— recuerdo que madre dijo que es el equilibrio de nuestra vida, pero, cuando no existe, se puede distorsionar hasta tener su propio equilibrio. Como tu amigo.
— Nath — susurró David — espera, ¿Dijiste equilibrio? Algo así, como el rinoceronte y el pájaro. Pero … es una convivencia y eso, en cualquier momento acaba. Entonces, quienes se convirtieron en monstruos, pueden volver a ser humanos. ¿No?
Tenía una gran sonrisa, una emoción llana que hizo mover el cuerpo de la serpiente.