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Episodio 18: Entre la espalda y la pared.

Rigor estaba en medio, sintiendo el peso abrumador de la situación. Su respiración se aceleraba, y el sudor frío bajaba por su frente. Spajit se acercó lentamente, sus ojos brillando con una mezcla de obsesión y resentimiento, mientras Dariel permanecía un poco más alejada, observando cada movimiento de su rival.

Spajit le susurró a Rigor con una sonrisa torcida, su voz cargada de una peligrosa mezcla de amor y locura: "Recuerda... cuando la perra de tu mujer no te sepa valorar, aquí estaré yo." Sus palabras resonaron en la mente de Rigor como un eco perturbador, haciéndolo estremecerse.

El corazón de Rigor latía con fuerza, sintiendo cómo se tensaba el ambiente. No sabía qué decir, ni cómo reaccionar ante lo que estaba presenciando. El conflicto entre Spajit y Dariel había escalado demasiado rápido, y ahora él estaba atrapado entre ambas. Su mirada nerviosa saltaba de una mujer a la otra, sin saber cómo detener lo que parecía un enfrentamiento inevitable.

Dariel, por otro lado, frunció el ceño al escuchar las palabras de Spajit. Su semblante se endureció, pero se mantenía firme, intentando contener su rabia. "No tienes derecho a hablar así, Spajit," dijo con una voz fría pero controlada. "No voy a permitir que manipules a Rigor de esta manera."

Spajit soltó una risa oscura, dando un paso más hacia Rigor, quien ahora se sentía completamente acorralado, su espalda literalmente contra la pared. "No se trata de manipulación, querida. Se trata de quién realmente lo entiende... de quién sabe lo que necesita, y créeme, yo sé lo que necesita." Su mano casi rozó el rostro de Rigor, y él sintió un escalofrío recorrer su cuerpo.

Rigor finalmente levantó las manos, intentando calmar la situación antes de que se saliera de control. "¡Ya basta! Esto ha ido demasiado lejos," exclamó, su voz temblando un poco. "No quiero que esto termine mal... ambas son importantes para mí, pero no de esta manera."

Pero sus palabras parecían no llegar a ninguna de las dos mujeres. Spajit mantuvo su mirada intensa sobre él, mientras Dariel seguía evaluando cada movimiento, su expresión mostrando que no iba a dar un paso atrás. "Rigor, no tienes que estar atrapado en esto," dijo Dariel, su voz calmada pero firme. "Sabes quién soy para ti... sabes que no necesitas todo este drama."

Spajit bufó con desprecio. "Drama... drama es lo que tú has traído a su vida. Yo soy lo que él necesita, lo que él desea, y tarde o temprano lo entenderá."

El aire en la habitación estaba cargado de tensión. Rigor, sintiéndose pequeño en medio de las dos poderosas presencias, sabía que la situación se estaba escapando de sus manos. Estaba al borde del colapso emocional, incapaz de decidir entre su lealtad y sus sentimientos.

Sabía que, si no hacía algo pronto, esto se transformaría en una tormenta imposible de detener.

Rigor, agotado y visiblemente afectado por el enfrentamiento entre Spajit y Dariel, dio un paso adelante, su semblante endurecido por la seriedad de la situación. Con una voz firme, que no admitía discusión, dijo: "Necesito tiempo a solas." Sus palabras resonaron en el espacio, llenas de determinación.

Ambas mujeres se quedaron en silencio, sorprendidas por el repentino cambio en su actitud. Rigor las miró con una mezcla de enojo y decepción, su mirada fija en cada una de ellas. Ya no era el hombre atrapado en la indecisión; ahora, su expresión mostraba una claridad que no habían visto antes.

Sin más palabras, Rigor se volteó hacia los bebés de Dariel, que también eran suyos. Con suavidad, los levantó en sus brazos, su rostro reflejando la mezcla de amor y responsabilidad que sentía por ellos. Su decisión ya estaba tomada, y no había vuelta atrás. Sin mirar atrás, salió volando, alejándose rápidamente de la tensa atmósfera que lo rodeaba.

El viento lo rodeaba mientras ascendía, su mente revuelta pero clara en su necesidad de encontrar paz lejos de todo. Decidió dirigirse a un lugar donde pudiera estar tranquilo, lejos del caos y las disputas. Llegó a un hotel alejado, un lugar donde nadie podría alcanzarlo fácilmente, y se encerró en una habitación, buscando la calma que tanto necesitaba.

Con los bebés en brazos, Rigor se sentó en una silla, mirando al horizonte desde la ventana del hotel. Su respiración, aunque agitada, comenzaba a calmarse. Sabía que las cosas no serían fáciles a partir de ese momento, pero al menos aquí, en este lugar apartado, tenía el espacio para pensar y entender qué hacer con la complicada situación que lo rodeaba.

Los recuerdos de las miradas de Spajit y Dariel seguían en su mente, pero ahora necesitaba concentrarse en lo más importante: sus hijos y su propia paz interior.

Dariel y Spajit se quedaron paralizadas por unos momentos, sus cuerpos tensos y sus miradas clavadas donde Rigor había estado solo instantes antes. El aire a su alrededor estaba cargado de tensión, y ninguna de las dos podía procesar lo que acababa de suceder completamente.

El enojo seguía presente en ambas, casi tangible, pero ahora había una nueva emoción: la desconcertante sensación de vacío. No era usual que Rigor actuara de manera tan cortante, y eso las descolocaba. Cada una lo había visto como su soporte, y su repentina necesidad de alejarse las hacía dudar de sus propios pasos.

Spajit, con la mandíbula apretada, fue la primera en romper el silencio, aunque su voz temblaba con frustración contenida. "Esto es tu culpa," dijo, dirigiéndose a Dariel, su mirada cargada de resentimiento. "Él se fue porque tú lo estás empujando al límite. No lo entiendes como yo."

Dariel, aún agitada, no se dejó intimidar. Su propia furia ardía intensamente, pero la confusión y la herida de ver a Rigor partir la debilitaban más de lo que quería admitir. "¿Y tú crees que atacándolo de esa manera lo vas a hacer quedarse?" respondió con dureza. "Él me eligió a mí, no a ti. Esto no es más que una fantasía para ti."

Ambas mujeres se miraban a los ojos, con un fuego que aún no se apagaba, pero tras la capa de rabia había dolor. Ninguna quería admitirlo, pero la partida de Rigor había dejado una grieta en su seguridad. Por primera vez en mucho tiempo, sus conflictos no se centraban solo en la rivalidad entre ellas, sino en la posibilidad de que Rigor estuviera alejándose de las dos.

El silencio que siguió fue aún más sofocante que las palabras que intercambiaban. Ninguna se movió ni retrocedió, pero ambas sabían que, sin importar cuán intensa fuera su enemistad, la batalla más importante ahora era recuperar la estabilidad que Rigor había roto con su partida.

Fin.