Sentada en el carruaje, Heidi puso cuidadosamente un mechón de cabello detrás de su oreja, tratando de dominar sus errantes hebras de cabello. Cuando el Señor Nicholas le había dado una cantidad específica de tiempo para perpararse, ella se había apresurado a la habitación, se lavó la cara y se cambió a un traje adecuado para la noche, dejando finalmente la habitación sin darse cuenta de que no se había peinado el cabello. Anteriormente, cuando iba camino a casa, no se había molestado en cerrar la ventanilla del carruaje, dejando que el aire soplara en su rostro mientras lo disfrutaba, lo que hizo que se le desordenaran mechones de cabello de forma dispersa. Solo cuando vio su reflejo en la ventanilla se dio cuenta cuán mal se veía su cabello.
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