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Harry Potter: Red Weasley El Extraño Mago Rojo

Luego de morir y obtener la oportunidad reencarnar en el mundo de Harry Potter con algunas habilidades, nuestro protagonista renace como el hermano gemelo de Ron, siendo el Weasley más discordante dentro de toda su familia. Con su particular forma de ser vivirá en este extraño mundo Advertencia: Harem, incesto,+18 Solo soy dueño de los personajes que he creado, todos los demás pertenecen a sus respectivos dueños. Este es mi primer Fan-fic, lamento si no es una obra maestra y tenga varios errores. La personalidad del MC Cambio de un momento a otro debido al algunas razones, por lo que en un punto se va a ver que paso de un extremo a otro en personalidad. No tiene mucho sentido, pero al principio solamente hacia esto para probar cosas y solo luego de un tiempo tomo forma.

Emanuel_Alegre · Livros e literatura
Classificações insuficientes
248 Chs

243) Desastre lácteo en la enfermería

Al final, terminé pasando la noche en la enfermería, contra mi voluntad. Mi plan original era mucho más simple: ir al hospital del [feudo] o usar mis propios poderes para solucionar el problemita. Pero no, los profesores decidieron arrastrarme como si fuera un criminal, y allí me dejaron, prisionero de una erección imposible.

El tratamiento, obviamente, no llegó de inmediato. Aparentemente, mi situación no era una emergencia comparada con la de Potter, que estaba en un estado aún más lamentable. Consideré escaparme y dejar un clon tomando mi lugar, aprovechando que mis clones no pueden tener erecciones. Así parecería que me había curado milagrosamente. Pero fallé, y claro, la profesora McGonagall no estaba dispuesta a dejarme mover ni un dedo sin supervisión luego de eso.

Aunque si usé mis clones de todos modos, pero solo para traer un poco de veneno diluido de Swooping Evil. Le ofrecí a los profesores usar mis propias existencias en lugar de las de Snape, como una especie de disculpa por haber provocado este desastre. No es que me importara mucho toda la situación, pero al menos gané algunos puntos con los profesores.

La enfermería estaba inusualmente llena esa noche, probablemente porque mi fiesta había dejado secuelas entre los asistentes. Desde mi cama, pude ver a Potter siendo atendido tras unas cortinas. Aunque no podía verlo directamente, los sonidos eran… explícitos. Pobre. Cuando Snape apareció con una poción, la tensión en la sala subió. Los demás estudiantes, que no tenían idea de lo que realmente estaba pasando, asumieron lo peor cuando Snape salió sin decir una palabra y todo sonido había cesado. No los culpo, parecía que acababa de ejecutar a Potter.

Finalmente, llegó mi turno. Si creías que esto no podía ser más incómodo, permíteme corregirte: no solo tenía una erección que ya duraba horas, sino que ahora tenía una audiencia. McGonagall seguía allí, pero decidió llamar a Sprout como refuerzo, probablemente porque mi intento fallido de intercambiarme con un clon invisible no ayudó a calmar su desconfianza. Por suerte, logré convencerlas de que no llamaran a Snape ni a Flitwick. Si alguien tenía que presenciar mis problemas relacionados con mi pene, prefería que fueran mujeres.

Ahí estaba yo: dos mujeres mayores a mi lado, una con la mano en mi hombro como si fuera a fugarme en cualquier momento. No creo que lo hicieran por venganza; parecía más preocupación genuina mezclada con una absoluta falta de confianza en mi criterio. Admito que traer veneno de Swooping Evil como si fuera té de hierbas no ayudó a mejorar mi reputación.

Finalmente, Madam Pomfrey llegó para atenderme. No esperaba que la razón de mi visita fuera algo tan… evidente. Primero, se quedó boquiabierta al verme, luego hizo lo mismo cuando McGonagall y Sprout le explicaron que esa era la razón exacta por la que estaba aquí.

"Por favor, bájate los pantalones", ordenó con la profesionalidad que solo alguien que ha visto de todo puede mantener.

Lo hice, con absoluta vergüenza. Cuando mi pene apareció en todo su esplendor, hinchado y casi morado, no solo me asusté yo. Pomfrey se inclinó, varita en mano, y comenzó a examinarlo de cerca. Cuando extendió su mano para moverlo y tener una mejor visión de la situación, algo inesperado sucedió.

Al primer contacto, fue demasiado estímulo. Antes de poder procesarlo, comencé a correrme con una fuerza descomunal.

Lo que siguió fue digno de una escena de una película porno … o de terror. Chorro tras chorro de esperma salió disparado, y no estoy hablando de algo moderado. Era como si alguien hubiera conectado una manguera a presión. Las tres mujeres mayores quedaron atrapadas en la línea de fuego, completamente desprevenidas ante el tsunami de leche que las atacó..

Pasaron varios segundos, muchísimos segundos, hasta que finalmente me detuve. Solté un suspiro de alivio, mirando mi pene aún erecto, pero con un aspecto mucho más saludable. Claro, eso era un avance… pero las consecuencias a mi alrededor eran innegables.

Las tres mujeres estaban inmóviles, con los ojos abiertos como platos y, literalmente, pintadas de blanco. La sorpresa había dejado a más de una con la boca abierta, lo cual, considerando la situación, no ayudó en absoluto. Incluso la chica en la cama de al lado, quien no se había salvado del todo, tenía la misma expresión de desconcierto, aunque su dosis fue mucho menor.

"Les juro…" empecé a decir, tratando de parecer serio mientras la vergüenza me consumía, "… que usualmente duro más. Es la primera vez que me pasa".

Por alguna razón, mis intentos de humor no cayeron bien. Las tres mujeres, que acababan de recibir un bukkake involuntario, no tardaron ni un segundo en lanzarse hechizos de limpieza sobre sí mismas y el área. Sin embargo, la limpieza mágica no parecía suficiente. El olor persistía en el aire, y el sabor en sus bocas, aunque fuera psicológico, las tenía inquietas.

Para evitar más humillación, conjuraron una cortina para bloquear la vista y un hechizo de insonorización. Claro, eso hubiera sido útil antes de que toda la sala presenciara mi espectáculo.

"¡¿No eres demasiado joven para probar con esas cosas?!" explotó Madam Pomfrey, visiblemente molesta, aunque sorprendentemente calmada comparada con las demás. "Si abusas de esto a esta edad, te vas a quedar sin pene en unos años. Ni siquiera deberías tener acceso a este tipo de pociones", agregó, con una mirada más de decepción que de rabia.

"¿Qué pasa, Poppy?" preguntó McGonagall, claramente esforzándose por ignorar el hecho de que un estudiante había llegado tan lejos con ella.

"El señor Weasley consumió un potente afrodisíaco. Uno muy potente", explicó Pomfrey, suspirando como si todo esto fuera otro día más en su trabajo. "He presenciado casos como este, pero nunca había visto a un estudiante tan… aventurero. Apenas entré en contacto con su semen, y ya tengo los pezones duros".

McGonagall y Sprout se miraron con incomodidad, sus ojos llenos de comprensión mutua. Ambas suspiraron aliviadas, como si una nube negra se hubiera disipado de repente. Por un momento, por las extrañas reacciones de sus cuerpos, habían temido que la situación las hubiera… excitado, lo que las habría llevado a cuestionarse seriamente si debian empezar a mantener distancia con sus alumnos. Pero no, era simplemente el efecto de las drogas. Ese alivio repentino, sin embargo, fue seguido por miradas acusadoras dirigidas directamente hacia mí.

"¿Y bien, señor Weasley? ¿Tiene algo que decir en su defensa?" preguntó McGonagall con una mezcla de indignación y resignación.

"Oigan, no me miren así. Les juro que no tengo idea de qué están hablando", dije, levantando las manos en un gesto defensivo.

"¿Qué y cuánto tomaste?" preguntó Madam Pomfrey, cruzando los brazos con un gesto severo. Su mirada penetrante parecía querer atravesar mi alma.

Solo pude devolverle una mirada confundida. "¿Tomar qué? En serio, no sé de qué hablan".

"Señor Weasley..." intervino McGonagall con un tono que haría temblar a cualquiera. "Le recomiendo que empiece a hablar ahora, antes de que esto empeore".

"Profesora, se lo juro. No tomé nada. Me desperté en esta situación".

McGonagall frunció el ceño, claramente intentando decidir si estaba mintiendo o si realmente era tan idiota. "No quiero hacer suposiciones... pero no me gustaría creer que usted y la señorita Granger—o cualquier otro estudiante—están involucrándose en este tipo de actos... o consumiendo este tipo de pociones en la escuela", dijo, casi tartamudeando al pronunciarlo.

"Desde lo más profundo de mi corazón, profesora, le aseguro que no es así", respondí, aunque incluso yo estaba empezando a dudar. Sabía que no había tomado nada, pero… ¿entonces qué demonios había pasado?

"Todos fuimos jóvenes, querido, pero algo así..." intervino la profesora Sprout, que hasta ahora había permanecido callada. Colocó una mano en mi hombro con una compasión que me resultó inquietante. "Si necesitas hablar, puedes confiar en nosotras".

Observé cómo Sprout y McGonagall parecían haberse metido de lleno en los roles de policía bueno y policía malo. En cualquier otra circunstancia, me habría resultado gracioso, pero tenía asuntos más urgentes que atender.

"Te lo diré sin rodeos, niño", continuó Pomfrey con una voz grave y preocupante. "Una poción como esa, tomada a tu edad—o a cualquier edad—puede dañar permanentemente tus genitales. Y sinceramente, no creo que por un poco de diversión momentánea estés dispuesto a arriesgar tu futura felicidad".

Sus palabras me dejaron pálido. Aunque estaba bastante seguro de que mis poderes, o algún recurso de mi [feudo], podían curar cualquier mal, la idea de perder al pequeño Red era suficiente para aterrar a cualquiera.

"Qué tomaste y con quién. Porque las chicas también pueden verse afectadas, aunque no de manera tan grave como los hombres. Eso sí, si pasan demasiado tiempo expuestas, podría haber consecuencias. Incluso si no ingieren nada directamente, tu semen—potenciado por esa poción—también puede tener efectos secundarios en tu pareja, pero sin los peligros a los que tú te enfrentas. Aunque..." Pomfrey se detuvo, mirándome con una mezcla de sorpresa y preocupación. "Es extraño. Con algo tan fuerte como lo que has consumido, deberías estar mareado, aturdido… o completamente consumido por la lujuria. Pero no parece que estés bajo esos efectos".

...

-En la Sala de los Menesteres-

*Gemidos adorables*

"G-Gin...ny... ¡No...! ...más gentil...", se escuchó entrecortado.

"¡No-o... p-puedo... parar…!", respondió otra voz, jadeante y desesperada.

...

De vuelta en la enfermería, tragué saliva.

"De verdad, no tengo idea de qué poción están hablando. ¡No he consumido nada! Nunca lo necesité", dije, inflando el pecho con orgullo.

El silencio que siguió fue incómodo, y sus miradas severas me hicieron darme cuenta de mi error.

"Está bien, está bien. Sí, he tenido sexo", confesé rápidamente, levantando las manos como si eso fuera a calmar el juicio que caía sobre mí. "Pero me gustaría que lo mantuvieran en secreto. Sé que no se ve bien en alguien de mi edad".

"Dejemos eso para otro momento", declaró finalmente McGonagall con un suspiro de resignación, aunque dejando claro con su mirada que este asunto no estaba ni remotamente cerrado. "Por ahora, díganos qué consumió. Eso es lo principal".

"¡Nada!" insistí, casi desesperado. "Como ya les dije, nunca he necesitado esas cosas. Además, pasé casi toda la noche después de la fiesta charlando con un fantasma en una celebración llena de fantasmas. No creo que haya un afrodisíaco tan potente como para hacerme… bueno… metersela a algo intangible", dije, consternado. Las tres mujeres me miraron con una mezcla de incredulidad y escepticismo. "Pueden preguntarles a cualquiera de los fantasmas o directamente a la Dama Gris", añadí, cruzando los brazos para reafirmar mi punto.

Se miraron entre ellas, intercambiando miradas de juicio silencioso durante unos segundos tensos. Finalmente, parecieron ceder y aceptar mi relato, aunque sus rostros seguían cargados de duda. Les detallé todo mi día, tratando de encontrar algún posible punto en el que pudiera haber estado expuesto a algo extraño, pero no se llegó a ninguna conclusión clara.

"Bien", dijo Pomfrey al final, frotándose la sien como si tuviera una jaqueca. "Lo importante ahora es solucionar tu situación. Sin saber qué causó esto, no podemos administrarte un antídoto directamente. Podría ser contraproducente si genera una mala reacción. Podría estudiar tu caso con magia para determinar la naturaleza y características del afrodisíaco, pero eso tomaría demasiado tiempo, y en casos como este es mejor resolverlo rápidamente, o el daño que mencioné antes será más severo".

"Lo que usted diga", contesté, aunque ya tenía mi plan en mente. Si no veía una solución clara y no me dejaban marcharme pronto, pensaba escaparme directo al [hospital] de mi [feudo]. No importaban las consecuencias, nadie se mete con mi pene.

"Las opciones que tenemos son: que trates de… bueno, de eyacular continuamente hasta que elimines la poción de tu sistema. Por lo menos eso aliviaría tu estado mientras yo investigo para determinar un curso de acción si no mejoras. Si nada funciona, podríamos recurrir a métodos más… arriesgados", aclaró Pomfrey con un tono profesional que no coincidía con el contenido de sus palabras.

Asentí con resignación. Las profesoras, tras pensarlo brevemente, decidieron que este plan era lo mejor por ahora. Se encargarían de conseguirme un permiso de ausencia en caso de que esto se complicara y, gracias a mis habilidades de persuasión, logré evitar que enviaran un aviso a casa… por lo menos por ahora.

"Lo dejamos en tus manos, Poppy", dijo McGonagall, claramente ansiosa por marcharse y recuperar su sueño interrumpido. Se giró hacia mí y añadió: "Adiós, señor Weasley. Espero explicaciones más detalladas cuando esté mejor".

"Adiós, Red. Cuídate", dijo Sprout, colocándome una mano en el hombro con un gesto reconfortante.

Ese fue el error.

Mi cuerpo, en este estado hipersensible y mis bolas, que parecían haberse recargado, reaccionó de inmediato al contacto. Sentí un estremecimiento, y antes de darme cuenta, una nueva "erupción" salió disparada, esta vez más controlada pero lo suficientemente potente como para cubrirlas a las tres de nuevo.

Hubo un momento de silencio incómodo.

*¡Slap!*

La mano de McGonagall aterrizó directamente en mi cara.

...

Ahora estoy en la habitación privada de Madam Pomfrey, en la enfermería, con una marca de una bofetada en la cara. Mi tratamiento consistía en masturbarme continuamente, liberándolo todo en un contenedor que Pomfrey limpiaba constantemente… o usaba su contenido para analizar mi condición.

Sin embargo, lo que ocurrió después me dejó atónito.

Pomfrey, quien claramente se había visto afectada por mis "descargas" anteriores y el constante olor del afrodisíaco, comenzó a comportarse de forma extraña. Antes de que pudiera reaccionar, la vi detrás de mí, murmurando cosas ininteligibles mientras me ayudaba a "aliviarme". Sus manos se movían con destreza, y su boca rozaba mi cuello. Ya no usaba el contenedor. Ahora, todo estaba siendo disparado por la habitación, cubriéndonos a ambos.

Por algún motivo, ella parecía completamente aturdida y fuera de sí. Yo, por otro lado, mantenía mi mente clara, lo cual atribuí a mi resistencia natural desarrollada por el continuo fortalecimiento de mi magia de sangre. En fin, ella siguió exprimiéndome toda la noche.

Y bueno, Pomfrey no fue la única afectada. Sprout y McGonagall tampoco lograron dormir esa noche. Ambas tuvieron que recurrir a "soluciones privadas" en sus habitaciones para lidiar con sus propias situaciones antes de decidir volver a la enfermería.

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2do Capítulo Adicional

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