—Ella es tu amiga, una vez que se recupere Ruru jugará contigo. ¿Te gusta tu nueva amiga? —Yu Dong acarició la cabeza de Yu Mai amando la sensación sedosa de su cabello de bebé, que se había vuelto aún más suave desde que Yu Mai comenzó a lavarse con el agua del pozo donde ella infundió su energía espiritual.
La mente de un niño era solo así de grande y Yu Mai era aún más inocente, ya que solo podía entender la mitad de las cosas con su lenta astucia, por lo que ni siquiera preguntó o mucho menos pensó de dónde venía Ruru o de dónde Yu Dong la había traído. En cambio, sus ojos de repente se iluminaron y de inmediato se lanzó al muslo de Yu Dong, tirando de su pantalón con una expresión tan inocente y brillante que Yu Dong ni siquiera pudo regañarle por tirar de su pantalón.
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