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Capítulo 2: Corre (1)

No puedo hacer nada más que mirar horrorizado como esa cosa se recupera mientras yo estoy exhausto y adolorido.

Con mi pierna ya libre, retrocedo con miedo viendo como logra ponerse de pie y caminar con torpeza hacia mí, ganando velocidad conforme se termina de reconstruir.

—¡¡Marcos!! ¡¡Por aquí!!

Una voz familiar me grita a mis espaldas, me doy la vuelto y logro entrever la silueta de quien me llama, no puedo ver su cara, pero reconocería esos 1.95 metros donde sea.

Corro hacia él a toda velocidad, detrás de mí escucho los pesados pero rápidos pasos que aceleran cada segundo. No sé si tiene un plan, pero él es mi única esperanza en este momento, sin embargo... comienzo a angustiarme conforme me acerco y se mantiene estático, sin empezar a correr o darme señas sobre a donde huir.

—¡Vamos! ¡¡Corre Rubén!! —le grito sin desacelerar lo más mínimo.

No creo que esté planeando luchar contra eso...

Por desgracia me deja claro sus intenciones cuando levanta sobre sus hombros un pedazo de lo que alguna vez fue un poste con restos de concreto en la base, lo hace con la misma facilidad que un niño jugando beisbol.

—¡¡¡Abajo!!! —grita a todo pulmón mientras se prepara para... ¿¿Batear??

No tengo otra opción más que confiar en él. A unos escasos metros de distancia y con ese monstruo pisándome los talones, salto al suelo derrapando hasta sus pies.

Levanto la mirada justo en el momento en que hace un swing perfecto que revienta el cráneo de ese monstruo, con la suficiente fuerza para incluso hacerlo caer a un par de metros de nosotros.

—La cabeza es el punto débil, conocimientos básico de zombis —exclama con aires de grandeza mientras me sonríe y extiende una mano.

Con genuino asombro y gratitud acepto su ayuda, aunque en respuesta me levanta del suelo como si no pesara nada y me da un abrazo con su fuerza descomunal

—¡Sabia que debías estar por aquí! ¡Menos mal te encontré! —exclama riendo con emoción dejándome sin aire.

—Rubén... el abrazo... no puedo...

—Oh, si, perdón, si con la adrenalina a tope —se disculpa sin mucha pena.

—¿Qué... está pasando...? —en cuanto tengo un poco de aire en mis pulmones imploro por una explicación.

—Si tú tampoco sabes... entonces estamos en las mismas —me responde con un tono más decaído—. Desperté hace unas horas dentro de las ruinas del edificio, no tengo idea de que está pasando, solo sé que estamos rodeados de estos... zombis...

Sus ojos se llenan de una mezcla de incredulidad y terror, solo me basta seguir su mirada para descubrir el por qué, lo que me hace compartir el sentimiento al instante...

—Supongo que... no habías comprobado tu teoría de la cabeza... ¿Cierto...? —pregunto intentando que no me tiemble la voz viendo como esa cosa empieza a moverse y regenerar su cráneo.

—No...

—¿Alguna otra idea?

—Ninguna...

—¿Corremos?

—Corremos

Huimos a toda velocidad del lugar antes de que esa cosa logre ponerse de pie. Rubén toma la delantera como si tuviera un destino en mente, lo que me impresiona es el cómo con esa enorme maza improvisada no se le dificulta correr, incluso podría jurar que no está dando todo de si para no dejarme atrás.

Me preocupa un poco estar sobreestimándolo y que en realidad estemos corriendo sin rumbo, pero me tranquilizo cuando disminuye su velocidad y voltea a verme.

—En las oficinas de enfrente estaremos seguros —dice apuntando hacia el "edificio" de control escolar.

No sé si aún puedo llamarlo asi, solo queda en pie una sección del primer piso y un par de oficinas en lo que quedo del segundo, todo lo demás se convirtió en escombros desperdigados en los alrededores.

—Marcos, ayúdame con la puerta —me pide una vez que estamos frente a la entrada, bloqueada por una columna que se ladeo y termino recargada contra la pared.

—¿Exactamente cómo te ayudo...? —pregunto confundido ante su extraña petición, no creo que este esperando que mueva semejante pedazo de concreto.

—Solo gira la perilla... —responde tomando aire y posicionándose debajo de la columna.

En una descomunal demostración de fuerza, Rubén logra levantarla un par de centímetros, lo justo y necesario para que pueda estirar mi mano y abrir la puerta.

—¿A que es un buen lugar? —añade con un tono despreocupado como si no acabara de realizar una hazaña descomunal—. Ahora podemos pasar por debajo.

Siguiendo sus propias instrucciones Rubén gatea al interior a través del hueco entre el suelo y la columna. No se ve para nada seguro... pero llegados a este punto lo mejor que puedo hacer es seguirlo.

No reconozco el lugar, no estoy seguro si llegue venir aquí alguna vez, pero no necesito haberlo visto antes para saber que está en ruinas. El lugar está hecho un desastre a un nivel desproporcionado para el poco tiempo que debe haber pasado.

Rubén se para frente a la puerta de una oficina y empieza a girar la perilla... pero se detiene en seco.

—¿Pasa algo? —pregunto un poco asustado de que haya notado alguna cosa sospechosa.

—Lo siento, estaba intentando recordar cómo era... —da un pequeño golpe a la puerta, seguido de una pausa, dos golpes, otra pausa y finalmente tres golpes más, tras eso la perilla gira desde dentro.

—Dios mío, menos mal que lo recordaste... casi haces que me dé un infarto —lo reprocha una voz desde el interior.

—Tranqui, Tranqui —contesta Rubén riéndose ligeramente.

—¿Tuviste suerte? ¿Encontraste comida? —lo cuestiona la misma voz que ahora reconozco es de Santiago.

—Mejor aún —responde dando un paso atrás y haciendo una seña con la mano indicándole de mi presencia.

Santiago se asoma y en primera instancia hace una cara de estupefacción al verme, que segundos después cambia a una de alivio acompañada de una sonrisa.

—¡Oh por dios! no estamos solos —dice mientras se acerca hacia mí—. Dime que sabes algo de lo que está pasando aquí...

—No sé nada, acabo de despertar en medio de este caos...

—Rayos... —suspira desesperanzado—, estamos en las mismas, yo desperté casi al amanecer y no mucho después encontré a Rubén inconsciente, cubierto por lo que parecía ceniza endurecida.

—Luego dos zombis nos persiguieron por un buen rato y dimos con este lugar —añade Rubén quien entra en la habitación y se sienta en una silla roída—, aparte, para empeorar la situación... no hemos encontrada nada de comer, aunque tampoco es como que hayamos podido buscar mucho, hay zombis en cada esquina poniéndonoslo difícil.

—Aún no sabemos sin son... "zombis" —dice Santiago con la voz un poco temblorosa—, hasta donde sabemos podrían ser personas enfermas... nosotros mismos podríamos haber estado en esa situación.

—¿Qué? —lo interrumpo al escuchar su teoría.

—Lo último que recordamos Rubén y yo es presenciar esa explosión desde la azotea, pero estoy casi seguro de que eso debía haber pasado hace mucho...

—¿Cómo...?

—La explosión pudo haber causado daño en los edificios... pero solo mira este lugar —Santiago señala la oficia desordenada y cubierta de polvo—, debe haber estado abandonada por... quien sabe cuánto...

—Quizá se levantó mucha tierra...

—El cambio tan drástico en los alrededores no se pudo haber dado de la noche a la mañana... tuvieron que haber pasado días... o semanas...

—Eso es imposible, no pudimos haber pasado tanto tiempo inconscientes, si lo que dices es cierto habríamos estado prácticamente en estado vegetal, lo cual, sin algún tipo de soporte vital...

—Por eso dije que esas cosas de allá fuera... podrían ser personas... enfermas...

—Tiago teoriza que estuvimos deambulando como zombis durante semanas al igual que los que están afuera, al menos hasta que de alguna manera nuestro cuerpo se curó de esa... "enfermedad" —explica Rubén con un tono un tanto despreocupado—, si checas la herida que te hizo esa cosa veras que su teoría... no es tan descabellada.

No es hasta que lo menciona, que noto la ausencia del dolor en mi hombro. Muevo un poco mi playera manchada de sangre en un intento de comprender la razón... sin embargo, solo consigo entrar en pánico.

Las heridas lacerantes causados por esa cosa fueron reemplazadas por costras de piedras que se extienden siguiendo el patrón de sus colmillos.

—¿¡Qué diablos es esto!? —grito asustado a la par que confundido— ¿¡Como me quito estas cosas!?

Intento arrancarlas a la fuerza pero tras solo intentarlo levemente siento como si intentara arrancarme una uña.

—Tranqui, tranqui —exclama Rubén tomando mi muñeca impidiendo que me haga más daño—, eso solo lo empeorara... créeme.

Levanta un poco su pantalón rasgado revelando unas costras más grandes que las mías con una forma que asemeja un aruñón muy profundo.

—No nos libramos de los dos zombis de los que hable sin salir ilesos, uno de ellos me enterró sus garras y me hizo una herida... no tan fea como ahora se ve —me explica riendo pero... claramente angustiado en el fondo—. Las piedras estas aparecieron rápido y al igual que tú, entre en pánico arrancándolas una tras otra... pero por cada una que sacaba, otra aún más grande crecía.

—Pero... si esto es mínimamente parecido a una infección zombi... significa que...

—Repito, no sabemos si realmente es un virus —me interrumpe Santiago en un fútil intento de calmarme.

—¿¡Que no estás viendo!? —replico de una manera más agresiva de la que debería.

—Tranquilo hermano —insiste Rubén dándome una palmada en la espalda—, sé que los llame zombis, pero no tenemos ni idea de que son, la piedra en mi pierna ya no se expandió más y han pasado casi 10 horas sin que presente algún tipo de "zombificacion"

La manera calmada y madura con la que logra afrontar toda esta situación me sorprende, intento imitarlo, por lo que inhalo profundamente lo cual me calma a un nivel anormal, mi habilidad de Respiración Zen sigue funcionando.

—Retomando mi teoría —continua Santiago—, si antes éramos como esas rocas vivientes y... nos recuperamos, quiero pensar que obtuvimos cierto nivel de inmunidad.

—¡Como la varicela! —añade Rubén.

—Si, es un buen ejemplo, pero lo más importante es que si todo esto fue a causa de esa explosión... quizá estemos hablando de...

—Una bomba de virus —exclama Rubén con completa seriedad.

—Un arma biológica —lo corrige—, es imposible saber quién, como o porque, pero ¿Qué otra cosa pudo haber sido? No es como si esto pudiera ser un castigo divino o algo asi.

Santiago bromea intentando aligerar el ambiente, quizá es su manera de lidiar con el estrés, sin embargo, en vez de hacerme gracia lo primero que pasa por mi mente son las palabras de Adler.

—Quizá... no debamos descartar eso ultimo... —digo inseguro de como continuar... o siquiera si hablar sobre ello, con solo mencionarlo ambos me miran confundidos—, hay algo que no les he dicho y podría... no, lo más seguro es que esté relacionado.

—Vamos Marcos, ni yo soy tan idiota para creer que... estes... hablando enserio... —su tono pasa de burlesco a uno de desconcierto al ver que no bromeo.

—Verán... —empiezo a hablar dejando de lado mis dudas—, hay algo que tengo que contarles... pero... creerán que estoy demente...

Les hablo acerca de Adler, resumo todo lo que paso lo mejor que puedo, menciono el asunto de los dioses otorgando bendiciones, la habilidad que obtuve y sobre todo... como me "advirtió" que algo se acercaba.

Mientas lo hago, Santiago me mira con ojos de incredulidad y desconcierto mientras que Rubén se mantiene estoico, de manera que me es imposible intentar saber que está pensando.

—Es una broma ¿Cierto...? —Santiago es el primero en romper el silencio una vez que me quedo callado.

—No... es toda la verdad, lo juro.

—Intento encontrarle alguna lógica a lo que dices... sin embargo, esto es demasiado, ¿Dioses? ¿Bendiciones? ¿Super poderes? Sé que estamos en una situación de por si surreal pero...

—Yo te creo —declara Rubén sin atisbo de duda.

—¿¿Qué?? —refuta Santiago sorprendido.

—Yo le creo —repite asintiendo—, conozco a Marcos, no diría semejantes disparates si no fueran ciertos, aparte, lo acaba de jurar, quiere decir que es verdad.

—No es que diga que mienta... pero puede estar confundido... o alucinando...

—No es como si tu teoría del virus fuera más acertada —Rubén hace ese comentario sin ninguna mala intención pero parece sorprender e irritar un poco a Santiago—, digo, una bomba nuclear hubiera sido más efectiva, si yo fuera un terrorista malvado elegiría acabar con mis enemigos en un solo ataque, algo que el virus no logro, aquí estamos.

—Bueno pero...

—¿Quién invertiría tanto en un virus tan complejo si ya existen las bombas nucleares? —insiste con un razonamiento... bastante lógico—, aparte, su razón explica porque estamos vivos tras semanas sin comida ni agua: magia divina... o algo así.

—Se que hay cosas que aún no podemos explicar, pero...

—¿Cómo podrías convertir a un humano totalmente en roca y luego convertir esa roca en carne humana de nuevo? Más que un virus parece magia, porque esas cosas son piedra al 100%, créeme, ya le abrí el cráneo a una.

—¿¡Me están diciendo que toda esta situación es por un capricho "divino"...!? —nos cuestiona Santiago exasperado.

—No estoy seguro, Adler, esta entidad que me dijo todo esto... no fue muy claro ni cooperativo.

—Sigue siendo ridículo —replica con un tono que nunca le había escuchado—, aunque mi teoría del virus tenga fallas, es la más centrada, solo escúchense un momento, magia divina, dioses mitológicos, esto no es una película.

—Hasta ayer... o cuando sea que fue la explosión, los zombis de roca sonarían a locura, creo que no perdemos nada en mantener la mente abierta a todas las posibilidades... porque repito... una bomba nuclear hubiera sido más...

—¿¡Tú qué vas a saber!? No sabes nada que no sea música o deportes, fuera de eso eres un ignorante —despotrica irritado.

La atmosfera del lugar se ve envuelta en un silencio incomodo. Pese a que Rubén probablemente está acostumbrado a que le digan peores cosas, tanto a su cara como a sus espaldas, nunca lo había visto hacer una expresión tan afligida.

—Perdón... yo... no quería decir eso... toda esta situación... el hambre... perdón... —Santiago se disculpa bastante avergonzado tras unos momentos.

—Está bien Tiago... —le responde intentando sonar tranquilo—, todos la estamos pasando mal y en realidad no sirve de nada darle vueltas a esto si nos morimos de hambre.

—O por falta de agua... —opto por cambiar el tema y el ambiente, aunque lo digo en serio, la deshidratación mata mucho más rápido que la falta de comida.

—Hay un arroyo a unos minutos de distancia y el agua parece estar bastante limpia —me dice Santiago aun apenado por su actitud previa.

—¿Un arroyo? ¿Aquí en el campus?

—Es enorme y se extiende más allá del horizonte —agrega Rubén—, no tenemos ni la más mínima idea de donde proviene pero lo que sí sabemos es que el agua esta buena.

—No parece ser peligrosa —explica Santiago.

—No nos vendría mal traer agua, quizá aprovechar para tomar un baño vaquero, siento tierra en todas partes —dice Rubén sacudiendo su uniforme en pésimas condiciones, lo cual me hace percatarme del mío, que está igual o peor.

—Concuerdo con eso, estoy sediento... y sucio —la idea de salir a donde esas cosas rondan no es de mi agrado... pero el temor a una deshidratación en una situación como esta es más convincente.

—Yo paso... —dice Santiago con desanimo dándonos la espalda y sentándose en una silla con una actitud retraída.

Esta situación nos supera a los tres y pareciera que la manera en que él exploto hace unos minutos le afecto bastante.

Con cautela y siguiendo los pasos de Rubén llegamos al dichoso arroyo, que tal como dijeron, es enorme, su agua es clara y no se logra ver su inicio ni su final.

—Recuerda no beberla —me dice mientras se limpia a sí mismo y llena un par de botellas—, Tiago me dijo que primero hay que hervirla.

—Si —le respondo mientras lavo mis manos con dificultad.

Las pequeñas cortadas que me cause con aquella varilla me arden mucho, por otro lado me tranquiliza que estén abiertas y no con costras de piedra.

—Oye... —dice Rubén mientras cierra las botellas—, no pienses mal de Tiago... realmente esta abrumado por la situación, él no es así de... ya sabes.

—Me lo imagino, no lo conozco desde hace tantos años como tú, pero sé que todo esto es por el estrés, si no me hubieras encontrado estaría peor que él... o quizá estaría muerto.

Me quito la playera para intentar limpiar la mancha de sangre seca, logrando solo lo suficiente para que no me dé tanto asco llevarla puesta, también aprovecho para limpiarme un poco a mí mismo aunque... ver esa enorme costra de piedra en mi hombro es desagradable, por más que la toque, no duele, en realidad, no se siente nada, como si estuviera gangrenada y muerta.

—Tranquilo —me dice preparándose para regresar—, encontraremos como revertirlo.

No respondo nada, quisiera poder tener ese mismo nivel de confianza y fe... pero con una mirada a los alrededores solo puedo sentir desesperanza.

Antes de que anochezca regresamos al que se convirtió en nuestro refugio temporal. Santiago nos recibe con una pequeña fogata en una de las salas contiguas, que convenientemente no tiene techo, por lo que es el lugar ideal para ello.

Mientras hervimos el agua, Rubén me explica que no han podido subir al segundo piso porque las escaleras se vinieron abajo, pero que encontrar la manera de subir debería ser nuestra prioridad, Santiago, quien conoce el lugar, está seguro que hay una máquina expendedora en los pasillos de arriba.

La noche se cierne sobre nosotros, con la suerte de que la luna ilumina con gran intensidad aun después de que la fogata se apagó. Creo que nunca me había percatado del como logra alumbrar tanto por si sola, por un lado es reconfortante no estar en una oscuridad total... pero con cada nube que cubre nuestra única fuente de luz un escalofrió recorre mi espalda y me hace ser muy consciente del tipo de situación en que estamos.

Nos encerramos en la pequeña oficina en que Santiago se escondía hace rato. Nos acomodamos a cómo podemos, no es el mejor lugar para meter a tres personas a la vez, pero es el único con una puerta cuyo cerrojo sirve... no creo que sea útil contra esos monstruos pero ninguno de los tres se atreve a mencionarlo por el bien de nuestra paz mental.

Rubén no tarda en empezar a roncar, no sé si sentirme asombrado o consternado por su actitud tan despreocupada, lo que si tengo seguro es que tuve suerte de que me salvara de esa cosa, pero una parte de mi piensa que Santiago no se sintió tan "feliz" de verme, sé que es una buena persona, pero entiendo que en una situación como esta yo solo soy un estomago más. Al estar en una situación de vida o muerte ser egoísta es la mejor estrategia para sobrevivir, incluso la solidaridad de Rubén tendrá un límite, si solo pudiera salvar a uno de los dos es evidente lo que decidiría... después de todo, él y yo solo somos, digo, éramos, compañeros de clase.

Intento ignorar ese tipo de pensamientos y concentrarme en descansar, sin embargo, no estamos en una situación muy relajante, la falta de ruido de carros y personas en el exterior crea un silencio sepulcral muy inquietante, me hace ser más consciente de cada ruido por más pequeño que sea, desde la respiración de Rubén hasta la madera crujiendo por el frio, todo me pone de nervios, incluido el repetitivo golpeteo en el piso de arriba causado, probablemente, por el viento meciendo algo.

Tras unos minutos... u horas, es difícil saberlo, entre pestañeo y pestañeo, el techo desaparece dejando solo un vacío, el cual ya se está volviendo familiar.

—¿Adler? —pregunto al aire con un tono serio.

—Buenos días princesa, ¿O debería decir buenas noches? —dice flotando a mi lado portando un sombrero vaquero. No planeo perder el tiempo preguntado sobre eso.

—¿¡Sabias de todo esto y no te molestaste en darme una mejor advertencia!? —lo interrogo irritado.

—Primero bájale tres rayitas —me dice en su usual tono descarado—, si te advertí de que se vendrían cambios... puede que de manera un poco ambigua, pero te advertí, además, no sabía que serían tan drásticos y tan... pronto.

—Pero entonces...

—Shhh, shhh, shhh, shhh, nada de preguntas, no tengo tiempo esta vez, solo vine a saludarte y felicitarte por haber despertado, asi como darte un poco del contexto que estoy obligado a darte —explica reclinándose sin dignarse a verme a los ojos mientras me habla—, en resumen, la mandamás, la madre de la creación, la todopoderosa y bla, bla, bla, la mismísima Gaia, se cansó de los humanos, se dio cuenta de que crearlos fue una pérdida de tiempo, de que solo se matan entre ustedes y destruyen el planeta y todo eso de que son una plaga y etcétera, por lo que decidió hacer borrón y cuenta nueva y...

—¡Mas despacio! —le digo intentando procesar todo lo que me está diciendo.

—Calla. Dije que nada de preguntas —me silencia—, continuo, algunos dioses estuvieron de acuerdo, tal cual los lame botas que son, otros dijeron que no y organizaron una revuelta. Al final los perros falderos se unieron a Gaia para acabar con todo y los revoltosos se unieron entre sí para intentar frenar o minimizar el... "Impacto".

—¿Minimizar...? ¿Esto fue el resultado ya aminorado?

—El poder de Gaia no es uno a menospreciar —contesta con una sonrisa mientras que a mí la angustia me empieza a consumir—, pero no te me achicopales Marquitos, la buena noticia es que no todos los humanos murieron, incluso en tus cercanías hay algunos sobrevivientes... aunque te aconsejo que no pongas tus esperanzas en ellos.

—¿Muertos? ¿Quieres decir que en realidad todos esos allá afuera ya están...?

—Completamente, no tienen salvación —afirma con seguridad, hundiéndome más en la desesperación con cada palabra que sale de su boca—, la mala noticia es que los dioses que estaban de su lado quedaron completamente inservibles, entre repartir bendiciones y enfrentar a Gaia su combustible quedo en ceros, asi que no esperes mucho de ellos.

—¿No te incluyes...?

—No te hagas ideas extrañas, no estoy de lado de nadie, solo busco lo que sea más entretenido —me explica mientras flota en círculos alrededor mío—, ser parte de un genocidio a nivel mundial sonaba chévere, pero sería corto y tendría que someterme a Gaia, por lo que ser parte de los rebeldes y tener asientos en primera fila del apocalipsis sonaba más divertido, pero bueno, ya perdimos casi todo nuestro tiempo en banalidades, es hora de responder tus preguntas, asi que dispara vaquero, ¡Pew, Pew!

Adler me apunta con los dedos imitando una pistola, sin embargo, todo lo que me dice es tan surreal que ni siquiera sé que preguntar.

—Rápido niño, me estoy perdiendo de otros eventos más interesantes a lo largo del mundo —exclama dando golpes a su muñeca pese a no tener reloj alguno.

—¿Por qué todo fue....? No, ¿Cómo es que todo fue petrificado?

—Es como un virus, pero es "maaagico", parecido a lo que dijo tu amigo. Solidifica la esencia de todo ser vivo para que Gaia pueda consumir su energía, después deja un cascaron vacío, que, en el caso de las personas, se rellena con rabia e instintos salvajes para que elimine a los sobrevivientes, aquellos que pudieron sobreponerse parcialmente al "virus mágico"

—¿Parcialmente?

—Uy, que manera de malgastar una de tus preguntas, la respuesta es sí, parcialmente.

—Espera, ¿Estas contando esa?

—Sip, y esa que acabas de hacer también, mala suerte Marcos, te quedaste sin preguntas, asi que bye, bye ♪♫.

—No, no, espera, esas ultimas preguntas no cuentan...

—Solo 3 preguntas, eso fue lo que dije...

—Por favor, solo ayúdame un poco, dime que hacer.

—Ash... como enfadas.

—Por favor... —le suplico a Adler sabiendo busca eso.

—Está bien, solo porque me gusta verte rogar —responde con una sonrisa burlona—, busquen armas, luchen con esas cosas, si salen victoriosos podrían encontrar algo útil, eso es todo por ahora, bye, bye ♪♫.

—¿Cómo? Ni siquiera somos capaces de...

Adler desaparece sin dejarme terminar, como siempre, luego todo a mí alrededor se empieza a desvanecer junto a mi consciencia.