La risa de Zhuang Qingning rompió la seriedad del ambiente, haciendo que Zhang Yongchang también estallara en carcajadas.
—¡Pequeño diablillo! Eres todo un bromista, no hay manera de lidiar contigo —dijo.
Zhang Yongchang sacudió la cabeza impotente —Si de verdad estás interesada en alquilar esta tienda, ven conmigo. Te llevaré al propietario. Es para que no se aprovechen de una joven como tú y empiecen a pedir precios absurdos.
—Gracias, Tío Zhang —Zhuang Qingning dijo dulcemente.
—¡Oh, no me agradezcas! No es que me emocione hacer esto —hizo una mueca Zhang Yongchang.
—¡Pues entonces! Nada de gracias para ti, Tío Zhang, lo compensaré dándote unos cuantos huevos de pato salados más. Justo ayer, mientras salaba unos huevos, guardé un frasco para ti. Son perfectos para una comida —dijo Zhuang Qingning entre risas.
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